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jueves, 31 de diciembre de 2009

Algunos aspectos del anarquismo chileno en los años 30.

Debilitamiento, antifascismo y diáspora.

La década de los treinta representa un perío­do interesantísimo en la sociedad chilena en su conjunto por ser una etapa de alta politización y movilización social por parte de todos los grupos sociales contemporáneos. Una década en la que hitos de importancia como la caída del dictador Ibáñez, el levantamiento de la marinería en Co­quimbo y Talcahuano, la “pascua trágica” o los anecdóticos doce días de “república socialista” abren los fuegos de un período de rearticulacio­nes y expectativas marcadas tanto por lo nacio­nal como lo internacional.
Sería una labor extensa pero no menos inte­resante la de dar cuenta de los acontecimientos arriba enumerados, por lo que nos centraremos en el anarquismo presente en la década y en sus particularidades referentes a su situación en la lucha social, sus complicaciones y principalmen­te su antifascismo, como elemento relevante en el discurso y la práctica libertaria.

PANORAMA GENERAL DE LA DÉCADA.

La caída de Ibáñez en el año 1931 trajo consigo un leve respiro para las organizaciones sindicales y sociales después de 5 años de persecuciones, deportaciones, asesinatos y reformas naciona­listas modernizantes. No debemos olvidar que la represión ibañista afectó a todo el espectro social siendo víctimas igualmente sectores conservado­res o liberales además de las clases medias y ba­jas. Sin embargo, los principales afectados fueron el proletariado reconocido como revolucionario, a saber, los anarquistas y los comunistas, princi­palmente, quienes vieron desmanteladas sus or­ganizaciones y deportados a sus miembros más notables.
La labor inmediata a la caída de Ibáñez fue entonces rearticular al movimiento reducido a la clandestinidad y a grupos que en las sombras siguieron operando durante la dictadura. Se su­maba a lo anterior la urgencia de fortalecerse para apresurar la crisis del capitalismo cuya gran señal fue el “crack” del 29 (donde según consta en informes internacionales de la época, Chile fue prácticamente el país más afectado por su condición de país monoexportador de salitre y dependiente de empréstitos norteamericanos) que sumió a los sectores revolucionarios en un ánimo impetuoso y esperanzado en que parecía aproximarse un gran cambio, la descomposición y muerte de un sistema que lanzaba sus últimos estertores de agonía.

ENTRE LA REVOLUCIÓN SOCIAL Y LAS DICTADU­RAS.

En este contexto inmediato situamos a los ácratas, quienes además de verse afectados por el panorama general, lo fueron también y previa­mente por las reformas sociales que cooptaron a una considerable cantidad de simpatizantes bajo la égida de un Estado que se promocionaba como consciente y preocupado de la “cuestión social”. A esto debemos agregar la aparición del Partido Comunista en 1921, hecho que significó una con­frontación directa y declarada entre “infantilis­tas” y “dictadores”, y que en el largo plazo daría con una merma en el capital social monopilizable a disposición de los anarquistas.
El panorama poco provechoso era una preocu­pación interiorizada por parte de los dirigentes ácratas quienes contaban con fragmentos dis­persos de la nunca tan relevante FORCH (Fede­ración Obrera Regional Chilena) y de una IWW ya disminuida e integrada por veteranos nostálgicos de las grandes gestas de comienzos de los veinte. La debacle permite dejar de lado por un momen­to las pugnas entre anarquistas marcadas por discusiones entre “federalistas” y “centralistas” o entre “sindicalistas” y “específicos” para dar paso a la creación de la Confederación General de Trabajadores (CGT), instancia de tipo federativo con proyección nacional integrada por gremios como los estucadores, los zapateros y los tipó­grafos, por mencionar a los más relevantes. Esta­mos ante la última organización con algo de peso en el movimiento revolucionario y sindical de la historia de la región chilena. Este agrupamiento por el momento dejó de lado las diferencias y se concentró en mantener una línea más o menos común en cuanto a temas de unidad sindical con organizaciones partidarias o no revolucionarias (como la Confederación Nacional de Sindicatos y la futura CTCH) y los intentos de unidad que da­rán con la formación del Frente Popular en 1936.
Dentro de éstas líneas comunes que hemos planteado se destacan más o menos elementos similares al anarquismo “clásico” estudiado pro­fusamente en los últimos años (que de manera general comprenden desde la última década del XIX y fines del 1920) y que abarcan la oposición al Estado y sus instancias de “participación” po­lítica, reducidas en la época por los estados de excepción dictados en el mandato de Alessandri (1932-1938); el anticlericalismo y la celebración de “las semanas ateas” y la fe ciega e irrenunciable a la acción directa y la huelga general como úni­cas e irremplazables armas de combate contra el capital. La postura de los anarquistas respec­to al último punto les costarán prácticamente un aislamiento social y la pérdida de relevancia en el panorama sindical, en el que sobrevivieron gracias a un anarquismo velado por las posturas sindicalistas, siendo el caso más patente que ha­llamos el de los estucadores y su organización, la URE, o “Unión en Resistencia de Estucadores”, la que por ésta misma condición de intermedio entre ente revolucionario o únicamente dedica­do a conquistas materiales gremiales, terminó evidenciando una escisión entre los componen­tes “duros” (anarcosindicalistas) y los cercanos a partidos políticos, especialmente el Comunista y el Socialista.
Sin embargo, y producto en parte de lo ante­rior, podemos notar un cambio en la fraseología anarquista a través de la prensa y que se va nu­triendo cada vez más de una vertiente clasista, menos marcada por las proclamas universalistas y de tinte más ilustrado, como se puede apreciar en los periódicos y folletines de comienzos de si­glo, preocupados por temas como el ascetismo tolstoyano, la astrología o incluso la poesía. Des­taca en este aspecto el reforzamiento del antimi­litarismo como crítica constante en un contexto local marcado por la presencia de las “Milicias Republicanas” (guardias paramilitares adictas al régimen conformadas por elementos burgueses) o bien los “nacistas” criollos al mando de Jorge González Von Marées, y en un contexto interna­cional por la inminencia de la guerra que se deja­ba ver por los ascensos de los fascismos italiano y alemán así como por la actitud velada de belige­rancia de las “democracias”. Lo antimilitar buscó articular un movimiento proletario mundial que previniera la guerra, siempre perniciosa para los oprimidos.
Menos humanista, más sindicalista y prepa­rándose para la revolución próxima, las cosas no parecían fáciles y las “grandes luchas” antes pro­tagonizadas ya no volverían a repetirse con mag­nitud de antaño. Sin embargo, pese a lo complejo del contexto local, el ánimo se nutrió con la revo­lución española y el fascismo amenazante.

FASCISMO

De manera general (y esto aplicado no sólo a los anarquistas), el fascismo se definió como un mo­vimiento retrógrado, destructor de la cultura y de la voluntad del individuo que, por lo demás, era útil al capitalismo en decadencia. Un sistema en crisis ya no veía en la democracia un método útil para perpetuar sus intereses por lo que recurría a elementos barbáricos sometidos a los dictá­menes del imperialismo mundial (pese a que el fascismo se define como tremendamente nacio­nalista) para, principalmente, detener el avance inexorable del proletariado mundial. Estos tér­minos se aplicaron tanto a los fascistas europeos como a los locales, nos referimos al Movimiento Nacional Socialista y en menor grado a la Mi­licia Republicana. Igualmente, el gobierno de Alessandri y su ministro de Hacienda, Gustavo Ross, fueron catalogados con el término, dando a entender la amplitud y elasticidad con que –tal como hoy- se utiliza.
Debemos entender que cualquier definición que emane de tal o cual grupo obedecerá a los proyec­tos propios y amenazas de cada uno, de manera tal que el fascismo aparece como concepto de reconceptualización de los adversarios respecti­vos, así podemos entender cómo los fascistas se asocian a la burguesía, al imperialismo, y a las ar­bitrariedades del gobierno, en algunos casos.
Esta misma lógica podemos hallar en los anar­quistas, quienes se refirieron al término de una manera bastante radical, llegando a distinguir entre sus componentes tanto a los gobiernos “democráticos” como a la Unión Soviética con Stalin a la cabeza. La categorización de “fascismo negro” “fascismo pardo” y “fascismo rojo” ejem­plifica bien esto al diferenciar sólo el color de una manifestación que en el fondo es la misma.

ANTIFASCISMO

Más importante aún resulta abordar las prácticas de combate al fascismo que se desarrollaron en el período y que legitimaron prácticas antiguas a la vez que pusieron en duda nuevos panoramas de lucha. Como arma principal de combate, la elec­ción defendida tanto por los anarquistas locales como por organizaciones internacionales (A.I.T.) fueron sin lugar a dudas el boicot y la acción di­recta. Entendiendo al fascismo como manifesta­ción de un capitalismo imperialista en constante busca de mercados, el boicot a los productos pro­venientes o dirigidos a países fascistas resultaba una táctica útil para impedir el abastecimiento de sus industrias y por consiguiente el cese de su alarmante producción bélica. Con esto también se hacían llamados a no comprar en tiendas o a trabajar en empresas de dueños italianos, alema­nes, o españoles nacionalistas. La acción directa halló manifestaciones prácticas en instancias como destruir mercaderías vinculadas al “fascio”, en impedir la exhibición de películas propagan­dísticas y hasta en pifiarlas o gritar consignas contra de ellas. Una acción más significativa fue la reunión de fondos para ir en ayuda de los combatientes en España, así como también para ayudar a los refugiados que arribaron a Chile una vez derrotados.

“AL FASCISMO NO SE LE DISCUTE, SE DE DESTRUYE”

Pero ¿qué pasa cuando los fascistas aparecen en las calles, rayando muros, haciendo marchas, golpeando y hasta asesinando adversarios? La violencia política alcanzó ribetes considerables en los treinta, prueba de ello son los numerosos asesinatos que se registran de los cuales ningún grupo político escapó. El contexto llevó por nece­sidad a preguntarse por la adopción de tácticas violentas para hacerle frente a las Tropas Nacis­tas de Asalto, grupo de choque del M.N.S. Los ejemplos de militarización del Partido Socialista con sus milicias y el posterior caso de España con la conformación de ejércitos más regulares en los que la C.N.T. formó parte forzaron la toma de po­sición. No conocemos resoluciones categóricas o experiencias que hayan ido en el sentido de disciplinar una respuesta violenta pero sí hay re­gistros de ciertos “grupos de choque de la C.G.T.” que habrían sido en Osorno una herramienta muy útil para contrarrestar la violencia con violencia.

ESPAÑA LA TRINCHERA Y EL MUNDO LA RETAGUARDIA.

Hemos hecho un par de alusiones a España como referente de antifascismo, y la verdad es que la mirada de los anarquistas pareció estar más pendiente de los sucesos de España que en el de­sarrollo de los acontecimientos locales. Esto se debe a que la revolución allá en marcha puso a prueba el proyecto libertario en la realidad mis­ma mediante colectivizaciones y mayor relevan­cia de sindicatos en el desarrollo de la guerra. Nu­merosas noticias que señalan el éxito cualitativo y cuantitativo de las fábricas, campos y servicios socializados fueron un aliento para los anarquis­tas locales, quienes se cerraron –debido al ánimo por el caso español- a cualquier instancia de par­ticipación, como el Frente Popular o la C.T.C.h. España aportó un grado de autorreferencia que rayó en lo clínico, al punto de señalar que la C.G.T. de Chile era la C.N.T. de España y que la primera era la única capacitada para llevar a cabo la revo­lución social, haciendo un llamado a engrosar las filas de los sindicatos anarquistas. Se entiende en esto que para la condición de alguna forma mar­ginal del anarquismo en el período, esto significó un suicidio social en el sentido de que se hipotecó la posibilidad de un desarrollo cuantitativo.
De la mano del ánimo aportado por España, tam­bién se desarrolló constantemente un sentimien­to anticomunista. La revolución contó con episo­dios de violencia entre anarquistas, poumistas y comunistas como la “semana trágica” de mayo del 37, manifestación de un clima alimentado por las sospechas de uno y otro lado, por asesinatos, secuestros etc. Principal responsable de esto fue el electricista chileno Félix López, delegado de la C.G.T. en España quien fue testigo cercano al clima de beligerancia presente en la retaguardia. Por medio de extensas cartas desde la península, López se dedica a hacer críticas a los comunis­tas españoles por sus prácticas poco honestas, y principalmente por su “traición a la revolución” consistente en su postura en torno a las colectivi­zaciones. Todo esto repercutió de manera negati­va en el contexto local, en donde los comunistas chilenos en su política de “Frentes Populares” adoptaron una postura hasta de amabilidad ha­cia los anarquistas, no sin dejar de disputarles la predominancia en sindicatos como el de la cons­trucción.
La década terminaba con el ascenso del Frente Popular en Chile, con el fracaso de la experiencia española, y con un anarquismo que por conflictos internos se dividía de manera letal. Estos dos úl­timos puntos serán de trascendental importancia en el replanteamiento de la praxis ácrata, marca­da por un espíritu anticomunista y de sospecha total hacia el sistema político que bajo el Gobier­no de Aguirre Cerda prometía pan, techo y abri­go. Aún escasean estudios que den cuenta del anarquismo en los 40, pero desde ya se pueden adelantar que dicho período vio nacer propuestas de partidos libertarios así como –por otro lado- la consideración de vías revolucionarias violentas para la revolución social.

Autor: Chamorro
Publicado en: El Surco, Nº 8 y 9, Santiago de Chile, 2009.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Territorio mapuche en pie de guerra

Y el festín represivo y desinformativo de los esbirros del poder (La historia de nunca acabar).
Hemos sido testigos, una vez más, del brutal accionar represivo de los dispositivos policíaco-militares del opresor y colonialista Estado chileno en la región de la Araucanía, así como de la manipulación de la información descarada por parte de los medios de comunicación burgueses, los cuales no sólo han “criminalizado” insistentemente la lucha de los comuneros mapuche de la localidad autónoma de Temucuicui, llamándolos “terroristas”, sino que también han apoyado el resguardo de la propiedad privada (empresarial-forestal) a través de la militarización estatal, al mismo tiempo que han legitimado los constantes y brutales allanamientos policiales e ilegales, que han dejado como saldo niños, mujeres, ancianos mapuche golpeados, torturados, heridos y baleados. Sólo a modo de ejemplo citaremos dos de los casos -de una larga lista- denunciados por la Alianza Territorial Mapuche ilustrativos en este sentido. El del menor Felipe Marillán Morales, de 10 años, internado en el centro asistencial de Victoria, quien fue herido cuando se encontraba buscando sus animales en las cercanías del fundo del oligarca y fascista René Urban, protegido por sicarios pagados. Y el de Pablo Catrillanca Quiepul, hijo del ñizol longko Juan Catrillanca Antín, quien fue baleado por la policía en la espalda y en el ojo izquierdo (el que está a punto de perder) (1) . No menos brutal fue la aprehensión, en la comunidad Rofue del territorio de Maquehue, del menor mapuche de 14 años identificado con las iniciales F.P.M., cuando se encontraba recolectando hierbas para el machi Fidel Tranamil. Luego de ser herido por perdigonazos desde un helicóptero policial, y de que el menor intentara huir, los perros policiales lo detuvieron y los trasladaron a Vilcún. En el helicóptero, tras torturarlo para que identificara a weichafes mapuche, amenazaron con lanzarlo desde los aires, si no reconocía que participaba en la toma de un fundo (2).
Y es que tras el asesinato del comunero, Jaime Mendoza Collío -en el violento desalojo del fundo San Sebastián de Angol- se ha producido una intensificación del conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, del cual la prensa burguesa ha hecho un gran festín desinformativo, omitiendo los 500 años de explotación y colonización forzada a los que han sido sometidos por el imperio español (XVI-XVIII), en un primer momento, y por el Estado-nación chileno, desde su conformación (en el siglo XIX) hasta el día de hoy, tergiversando al unísono la lucha actual, creando confusión y desconcierto en la ya desinformada y prejuiciosa “ciudadanía chilena”.
Por su parte, los autoritarios burócratas del Estado burgués, alineándose con las fuerzas represivas y apoyados por los esbirros de las comunicaciones, han negado -y era de esperar- cínica y sistemáticamente los abusos vejatorios a los que han sido sometidos los mapuche tras los sucesivos allanamientos y operativos policíaco-represivos (así como los perpetrados por la pandilla paramilitar proto-fascista Trizano), mientras los hechos -que no tienen obviamente cabida en los medios burgueses, salvo cuando son innegables- demuestran precisamente lo contrario. Las imágenes de la brutal aprehensión y golpiza de Carlos Curinao, hijo del longko Juan Carlos Curinao de la comunidad Guañaco Millao, en el frontis del Juzgado de Garantía de la ciudad de Victoria (véase el video en: http://www.youtube.com/watch?v=MmdWyO29irc), quien junto a su padre y un grupo de comuneros mapuche exigía información acerca de sus compañeros detenidos por su supuesta participación en un ataque incendiario a un camión (¿montaje?) confirman el accionar racista y desmedido de las fuerzas policiales en la zona, quienes operan en complicidad con las autoridades locales y capitalinas (y de grupos paramilitares), protegiendo y resguardando el orden burgués capitalista.
Desde que las comunidades mapuche autonomistas decidieron movilizarse -a fines de junio- en pos de la recuperación de sus ancestrales territorios, la violenta arremetida policial-militar y comunicacional burguesa no ha cesado hasta el día de hoy. Ante los hechos, la estrategia del concertacionista gobierno de turno (más preocupado de perder sus prebendas electorales frente a un inminente triunfo de la derecha) es simple y evidente: tensionar las relaciones entre las partes, incitando mediante la provocación criminal a las comunidades mapuche de Temucuicui a defenderse legítimamente frente a las agresiones de los aparatos represores del Estado chileno. De esta cobarde forma apuesta por la criminalización “legal” de la lucha mapuche desviando, a través de la manipulación, y centrando el foco de atención de la “opinión pública” en los descontextualizados “actos violentistas”, evitando de este modo, responder ante los foros nacionales e internacionales en donde dirigentes mapuche desesperada -y también ingenuamente- han realizado acusaciones formales, denunciando los excesos policiales. Para tal efecto, y así lo hemos podido comprobar, ha contado con el apoyo irrestricto de la prensa burguesa, la cual no ha escatimado en recursos (ya que es muy bien pagada) a la hora de hacer circular imágenes de “terroristas mapuches” (cada vez de menor edad arguyen maliciosamente) encapuchados agrediendo a los perros guardianes del capital con sus justicieras boleadoras. Pero eso no es todo, ya que el gobierno ha anunciando en los últimos días la implementación de cámaras de vigilancia en las carreteras de la Araucanía para resguardar sin ningún disimulo -en realidad nunca lo ha disimulado- las propiedades de los avaros y racistas terratenientes de la zona.
Como podemos ver, la desinformación malintencionada y el amedrentamiento han sido los dos principales métodos criminales utilizados por el Estado chileno para hacer frente a las movilizaciones indígenas, apostando (cual torturador) por la política de la “zanahoria y el garrote”. Mientras por una parte ha anunciado a los cuatro vientos la entrega de tierras a los mapuches (“buenos” y sumisos) mediante la parasitaria Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), por otra, asedia y violenta constantemente a las comunidades más combativas que niegan al Estado chileno -especialmente a la de Temucuicui- sembrando el terror y el desconcierto no sólo al interior de las comunidades, sino también en la población “chilena” que deslegitima la lucha a través de frases racistas (fruto de la educación formal) como la siguiente: “¿para qué les dan tierras a los ‘indios’, si no las trabajan porque son flojos y borrachos?”.
Pero la desinformación pública no sólo ha sido sembrada a través de políticas paternalistas implementadas por el opresor aparato estatal, que por lo demás no apuntan a la situación de fondo -la autonomía territorial- sino también a través de atentados incendiarios perpetrados por agentes policiales, que han tenido como finalidad culpar a los mapuche insumisos y legitimar de paso (a nivel de la opinión pública) los ilegales allanamientos en las comunidades. No hay que olvidar, ya que la memoria es frágil, que hace poco tiempo gracias a unas cámaras de vigilancia (de esas que protegen la propiedad privada y el orden social) se puso en evidencia un MONTAJE POLICIAL que pretendía culpar a comuneros mapuche de robo de madera, propiedad de la siniestra Forestal Arauco, también en un contexto de agudización del conflicto indígena contra el Estado chileno. Al igual que en la dictadura genocida de Perrochet, organizada y planificadamente la policía (esa que financia usted señora y señor con el pago de sus impuestos) comete inmorales ilícitos para culpar a los mapuche en pie de guerra y acusarlos de “delitos comunes”, deslegitimando sus acciones insurgentes.
Es de esperar que las manifestaciones de solidaridad -de esas que omite la prensa burguesa- con la lucha mapuche no cesen. Que se multipliquen en todos los espacios las marchas, mítines, foros de discusión, tokatas, y por sobre todo, la contra información que es imprescindible para desmontar las malintencionadas tretas del poder que sólo benefician a los terratenientes ladrones y asesinos. A final de cuentas la lucha mapuche, al igual que la de los libertarios, es una lucha contra el capital y el Estado. Para el poder, sólo ha cambiado el chivo expiatorio, y en muy poco tiempo, ayer eran anarquistas, hoy son los mapuches. Solidaridad Activa!

NINGUNA AGRESIÓN SIN RESPUESTA
¡LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS
MAPUCHE!

Referencias:

(1). http://www.mapuexpress.net/?act=news&id=4850
(2). http://www.mapuexpress.net/?act=news&id=4773

Autor: (A)pache
Publicado en: EL SURCO, Nº 9, noviembre de 2009, Santiago, Chile.

La representación mediática del sujeto anarquista


Los libertarios hemos sido retratados por la Prensa Burguesa casi exclusivamente por los hechos de violencia en que nos hemos visto involucrados, por lo tanto, es preciso decir rá­pidamente que toda representación hecha del anarquista en los medios esta proyectada bajo ese prejuicio. En efecto, el anarquismo ha sido aludido sólo en su aspecto delictual, y es impor­tante comprender que este síntoma es propio de los medios de comunicación en las sociedades de control, donde el miedo, la seguridad policial y la cárcel deben ser justificados. Es importante reconocer este primer aspecto para comenzar: se habla de anarquismo sólo cuando se puede decir algo que constituya nuevos argumentos en la “Guerra contra la delincuencia”, y el tema acá no pasa por como nosotros nos vinculamos o re­conocemos en la violencia y en la trasgresión de la ley, pues no dejaremos de validar aquello por­que le sirve a la prensa para criminalizarnos, si no más bien en como esta imagen unidireccional reduce y distorsiona absolutamente la exquisita complejidad que existe tras las prácticas anar­quistas.
Cada noticia o reportaje sobre los libertarios que aparece en la prensa nos provoca siempre alguna enérgica emoción, desde los ataques de risa hasta el emputecimiento. En este artículo haremos una pequeña revisión del estereotipo que la prensa de los ricos esta proyectando so­bre el sujeto anarquista.
El pasado 3 de octubre salió publicado en la Re­vista Sábado del hiperbugués diario El Mercurio un articulo titulado “Afán de un anarquista” es­crito por el joven periodista Arturo Galarce. La crónica se difunde con la imagen de un joven escondido tras un mundo oscuro. Ése joven es individualizado por el periodista bajo el seudó­nimo de “El Pijo”, un anarco-punk veinteañero que según este tipo voluntariamente le habría dado una entrevista. Como veremos el Pijo cum­ple con los estereotipos. Pero es principalmente su lenguaje lo que constituye la clave para Artu­ro Galarce, dado que en su conversación logra sacar “declaraciones” en las que se reivindica abiertamente la violencia y los hechos ocurridos contra la PDI. La gracia del periodista es sacar­lo de contexto, reproducir las frases útiles para la venta y eliminar el contenido sustancial. Y no sólo las formas de mostrar las ideas tienen como soporte el engaño, sino también la forma en como llega a ellos, pues luego de infiltrarse en un carrete el tipo se involucra con la gente, com­pra cervezas por doquier y comienza a pregun­tar, evidentemente sin transparentar sus moti­vaciones. Sin duda existe una intencionalidad clara: aprovecharse de la situación y encontrar a alguien lo suficientemente ebrio como para ha­blar más de la cuenta. El resultado es una cróni­ca donde se inventa la mitad de los hechos y se vuelve a retratar a los anarquistas como jóvenes universitarios, borrachos, miembros de “tribus urbanas” y por supuesto exaltados irracionales.
Muchos otros artículos también se han dedica­do a difundir estupideces. La idea del libertario como un sujeto oculto, oriundo de las penum­bras, ha sido permanentemente aludida. Según el periodista Hernán Ávalos, “los ‘anarcos’ viven encubiertos, confundiéndose entre adeptos de partidos políticos de izquierda” y según el “ex­perto” psicólogo Erik Marín: “estos anarquistas pasan inadvertidos ante la sociedad porque tienen una doble vida”. Pero su análisis, insis­to, es equivocado ya que en su imaginario está únicamente el anarquista que se constituye a sí mismo en tanto su uso de la violencia, pero lo que no se comprende, y obviamente no se quie­re comprender, es que lo que nos define sustan­cialmente es una vida cotidiana en función de principios antiautoritarios, libre de coacción y ambiciones de poder, un anarquista no anda es­condido en su diario vivir, todo lo contrario, utili­za su vida misma y su lenguaje como una propa­ganda contra este orden social, un anarquista lo es siempre, no sólo un momento cuando cubre su rostro con una polera.
El mismo individuo Marín ha hecho otro feno­menal descubrimiento: “En Chile existen dos corrientes anarquistas, las que diferencian con “Q” y con “K”. A primera vista, suena bastante gracioso y pintoresco pero en el fondo denota la intencionalidad: Existen anarcos buenos y ma­los. Y esto no es casual, en una sociedad donde el poder de persuasión es tan estrepitosamente controlado por los opresores, que hayan unos pocos sujetos que se digan anarquistas, que se dediquen a pensar y a criticar al sistema es has­ta provechoso, pues le otorga aires de tolerancia y pluralidad a la democracia.
Otra de las ideas recurrentes y trágicamente ridículas es que los okupas y anarquistas somos representativos de “una reacción psicosocial de grupos postergados de clase media baja, que ca­nalizan sus frustraciones familiares, educacio­nales y laborales, al no haber podido integrarse a la sociedad”, esto según palabras del psicólogo Eduardo Torres. Este argumento es tremendo, porque invisibiliza todo contenido político para presentarnos como enfermos. Según esta lógi­ca, hemos decidido enfrentarnos a este mundo porque tenemos problemas psicosociales de adaptabilidad y no porque el sistema genere condiciones infrahumanas de existencia.
Es importante destacar la representación del anarquista como rebelde juvenil. Una buena frase fue publicada por el aspirante a escritor Gonzalo León, quien en una nota a propósito del Marzo Anarquista 2009 se pronunció: “Imagino entonces que el anarquismo y sus clásicas ban­deras negras son endógenos a la juventud y que se pasa con el tiempo, como un resfrío o un ena­moramiento.”. Bajo esta interpretación no sólo estamos a la altura de una enfermedad psicoso­cial, sino que llegamos a ser comparados con un resfrío, ¡excelente!
Como hemos visto, quienes más han ido retra­tando al anarquista a través de los medios son dos tipos de colaboradores. Primero, están los “expertos”, quienes desde sus sillones acadé­micos van marcando las pautas para la identi­ficación de un sujeto libertario que a muy duras penas pueden comprender; y segundo, están los jóvenes periodistas, que aún no entendemos si se han dedicado a inventar historias de anar­quistas por moda, irreverencia o simplemente por servilismo a sus jefes, quienes evidentemen­te deben estar muy conformes con su trabajo.
Finalmente, deseo enfatizar que no aspiramos a un trato “objetivo” de la prensa de masas, ya que entendemos nuestra posición irreconcilia­ble. Lo que aquí buscamos es poner en eviden­cia esa intención del poder, mostrar como sus páginas mienten y caricaturizan nuestra lucha, y llamar a que nuestras prácticas en la vida coti­diana logren permear sobre la inmensa cantidad de personas idiotizadas con las caricaturas del espectáculo burgués.
Compañeros hay muchos buitres esperando ganar dinero con reportajes sobre el anarquis­mo, pero la prensa burguesa miente, no confíes en ellos. Si quieres que tus cuestionamientos se expandan infinitamente


¡AGITA Y PROPAGA!

Autor: Por Luis Armando Larrevuelta
Publicado por: EL SURCO, Nº 9, noviembre de 2009, Santiago, Chile.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Los partidos son los condones de la libertad

ACRATÓN

Con esta clara y rotunda expresión se definían a los partidos en el mayo del 68 francés. Pero hoy después de más de 40 años me pregunto si los partidos son necesarios o debieran suprimirse, y para ello, retomo el contenido de parte de las notas que sobre la supresión general de los partidos políticos escribió la controvertida Simone Weil a principios de 1943, y así, discurriendo sobre sus características esenciales escribía:

“Un partido político es una máquina de fabricar pasión colectiva. Un partido político es una organización construida de tal modo que ejerce una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que son sus miembros. La única finalidad de todo partido político es su propio crecimiento, y eso, sin límite. Debido a este triple carácter, todo partido político es totalitario en germen y en aspiración. La finalidad de un partido político es algo vago e irreal. Si fuera real, exigiría un esfuerzo muy grande de atención, pues una concepción del bien público no es algo fácil de pensar. La existencia del partido es palpable, evidente, y no exige ningún esfuerzo para ser reconocida. Así, es inevitable que de hecho sea el partido para sí mismo su propia finalidad. Los partidos son organismos públicos, oficialmente constituidos de manera que matan en las almas el sentido de la verdad y de la justicia. Se ejerce la presión colectiva sobre el gran público mediante la propaganda. La finalidad confesada de la propaganda es persuadir y no comunicar luz. Hitler vio perfectamente que la propaganda es siempre un intento de someter a los espíritus. Todos los partidos hacen propaganda. El que no la hiciera desaparecería por el hecho de que los demás si la hacen. Todos confiesan que hacen propaganda. Nadie es tan audaz en la mentira como para afirmar que se propone la educación del público, que forma el juicio del pueblo. Los partidos hablan, cierto es, de educación de los que se les han acercado, simpatizantes, jóvenes, nuevos adherentes. Esa palabra es una mentira. Se trata de un adiestramiento para preparar la influencia mucho más severa que el partido ejerce sobre el pensamiento de sus miembros. Supongamos que un miembro de un partido —diputado, candidato a diputado, o simplemente militante— adquiera en público el siguiente compromiso: «Cada vez que examine cualquier problema político o social, me comprometo a olvidar absolutamente el hecho de que soy miembro de tal grupo y a preocuparme exclusivamente de discernir el bien público y la justicia.» Ese lenguaje sería muy mal acogido. Los suyos, e incluso muchos otros, lo acusarían de traición. Los menos hostiles dirían:
«Entonces, ¿para qué se ha afiliado a un partido?», confesando de esta manera ingenua que, cuando se entra en un partido, se renuncia a buscar únicamente el bien público y la justicia.
Ese hombre sería excluido de su partido, o por lo menos perdería la investidura; seguramente no sería elegido. Si un hombre, miembro de un partido, está absolutamente decidido a ser fiel, en todos sus pensamientos, tan solo a la luz interior y a nada más, no puede dar a conocer esa resolución a su partido. Entonces se encuentra respecto del partido en estado de mentira. Es una situación que solo puede ser aceptada a causa de la necesidad, que obliga a estar en un partido para tomar parte eficazmente en los asuntos públicos. Pero entonces esa necesidad es un mal y hay que ponerle fin suprimiendo los partidos. Un hombre que no ha adoptado la resolución de fidelidad exclusiva a la luz interior instala la mentira en el centro mismo del alma. Las tinieblas interiores son su castigo. Sería un intento vano salir de esa situación mediante la distinción entre libertad interior y disciplina exterior. Pues hay que mentir entonces al público, hacia el que todo candidato, todo elegido, tiene una obligación particular de verdad. Si me planteo decir, en nombre de mi partido, cosas que estimo contrarias a la verdad y a la justicia, ¿voy a indicarlo en una advertencia previa? Si no lo hago, miento.
De esas tres formas de mentira —al partido, al público, a uno mismo— la primera es con mucho la menos mala. Pero si la pertenencia a un partido obliga siempre y en todos los casos a la mentira, la existencia de los partidos es absolutamente, incondicionalmente, un mal. Es imposible examinar los problemas increíblemente complejos de la vida pública estando atento a la vez, por un lado, a discernir la verdad, la justicia, el bien público, y por otro, a conservar la actitud que conviene a un miembro de tal grupo. La facultad humana de la atención no es capaz simultáneamente de las dos preocupaciones. De hecho todos se quedan con una y abandonan la otra. Pero ningún sufrimiento le espera a quien abandona la justicia y la verdad. En cambio, el sistema de partidos comporta las penalizaciones más dolorosas por insubordinación. Penalizaciones que alcanzan a casi todo —la carrera, los sentimientos, la amistad, la reputación, la parte exterior del honor, incluso a veces la vida familiar—. El partido comunista ha llevado el sistema hasta la perfección.

Incluso en el que interiormente no cede, la existencia de penalizaciones falsea inevitablemente el discernimiento. Pues si quiere reaccionar contra la influencia del partido, esa voluntad de reacción es ella misma un móvil ajeno a la verdad y del que hay que desconfiar. Pero también la desconfianza; y así con todo. La atención verdadera es un estado tan difícil para el hombre, tan violento, que cualquier turbación personal de la sensibilidad basta para obstaculizarla. Y de ahí la obligación imperiosa de proteger, tanto como sea posible, la facultad de discernimiento que se tiene en sí mismo, contra el tumulto de las esperanzas y de los temores personales. Cuando hay partidos en un país, más tarde o más temprano el resultado es un estado de hecho tal que es imposible intervenir eficazmente en los asuntos públicos sin entrar en un partido y jugar el Juego.
Cualquiera que se interese por lo público desea interesarse eficazmente. Por lo que quienes se inclinan por la preocupación hacia el bien público, o renuncian a pensar en ello y se orientan hacia otra cosa, o pasan por el aro de los partidos. En este caso también eso les causa preocupaciones que excluyen la del bien público.
Los partidos son un maravilloso mecanismo en virtud del cual, a lo largo de todo un país, ni un solo espíritu presta su atención al esfuerzo de discernir, en los asuntos públicos, el bien, la justicia, la verdad. El resultado es que —a excepción de un pequeño número de circunstancias fortuitas— solo se deciden y se ejecutan medidas contrarias al bien público, a la justicia, a la verdad. Si se le confiara al diablo la organización de la vida pública, no podría imaginar nada más ingenioso. Si la realidad ha sido un poco menos sombría, es porque los partidos aún no lo habían devorado todo. Ahora bien, de hecho, ¿ha sido un poco menos sombría?, ¿no era exactamente tan sombría como el cuadro esbozado aquí?, ¿no lo han mostrado los acontecimientos?
Hay que admitir que el mecanismo de opresión espiritual y mental propio de los partidos ha sido introducido en la historia por la Iglesia católica en su lucha contra la herejía.
¿Cómo adherirse a afirmaciones que no se conocen? Basta con someterse incondicionalmente a la autoridad de donde emanan. Un hombre que se afilia a un partido seguramente ha percibido, en la acción y la propaganda de ese partido, cosas que le han parecido justas y buenas. Pero jamás ha estudiado la posición del partido respecto a todos los problemas de la vida pública. Al entrar en el partido, acepta posiciones que ignora. De esa manera somete su pensamiento a la autoridad del partido. Cuando, poco a poco, conozca esas posiciones, las admitirá sin examen.
En cuanto a la tercera característica de los partidos, a saber, que son máquinas de fabricar pasión colectiva, está claro que no necesita probarse. La pasión colectiva es la única energía de la que disponen los partidos para la propaganda exterior y para la presión ejercida sobre el alma de cada miembro. Se admite que el espíritu de partido ciega, vuelve sorda a la justicia, empuja incluso a gente honesta al encarnizamiento más cruel contra inocentes. Se admite, pero no se piensa en suprimir los organismos que fabrican tal espíritu.
La conclusión es que la institución de los partidos parece efectivamente constituir un mal más o menos sin mezcla alguna. Son malos en cuanto a su principio, y sus efectos son, en la práctica, malos. La supresión de los partidos sería un bien casi puro. Es eminentemente legítima en principio, y en la práctica solo parece susceptible de efectos buenos.
Casi en todas partes —e incluso, a menudo, debido a problemas puramente técnicos— la operación de tomar partido, de tomar posición a favor o en contra, ha substituido a la obligación de pensar. Se trata de una lepra que se ha originado a partir de los medios políticos y se ha extendido, a través de todo el país, a la casi totalidad del pensamiento.
Es dudoso que se pueda remediar esta lepra que nos mata sin antes suprimir los partidos políticos.”


No se sabe cuando desaparecerán los partidos políticos, pero lo que si se sabe es que la gente viviría mejor sin ellos. Mantener a tanto embustero, ladrón y corrupto, así como a los que los protegen resulta excesivamente caro por lo ineficaz que resulta para el resto de la sociedad donde mucha gente tiene que malvivir para que ellos se enriquezcan cada vez más.
No hay más que ver el espectáculo que están dando todos los partidos políticos, donde hoy sin ir más lejos el presidente de la Generalitat Valenciana Francesc Camps ha amenazado a todos los militantes del PP que no respeten la ley del silencio, es decir, que han convertido en ley no escrita, la sumisión que el militante del partido debe a la jerarquía del mismo, al igual que hace unos días el ex presidente de la Generalitat Catalana dijo más o menos que si todos “tirasen de la manta” quedarían todos los políticos al descubierto, como diciendo que hay que callar ya que todos están involucrados en el robo organizado.
Los partidos políticos hoy, solamente son necesarios para que sirvan de titiriteros públicos, de los que realmente toman las decisiones del reparto del pastel, que permanecen en la sombra sin que sus nombres salgan a la luz a no ser que alguien de otra familia se vengue y tire de la manta. Son los de siempre, los que se van sucediendo generación tras generación en la cúpula militar, financiera y eclesial, son los que de la guerra hacen grandes negocios, las guerras son el terrorismo de los ricos, también hacen negocio de la religión y son los beneficiarios de la tradicional explotación económica y social, los causantes del hambre y la injusticia en el mundo.
Son los Borbones, los Botines, los González, los Serra, los Muñoz Grandes, los Pujol, los Aznar, los Maragall, los Fernández, los Rubalcaba, los Franco, los Klopovich, los Alonso, los Valdés, los Aguirre, los Solchaga, los Murillo, los Fernández Ramírez, los Armada, los Milán del Bosch, los Alba. los Ibarra, los Vila d’Abadal, los Millet, los Güell, los Samaranch, los Lacalle, los Vilarasau, los Godó, los Gaspart, los Ferrer Salat, los Mateu, los Dexeus, los Trias de Bes, los Valls, los Carreras, los Maluquer, los Milá, los Lara, los Coll i Alentorn, los Raventós, los Durán Farrell, los Garriga, los Gual, los Nadal, los Puig, los Puigvert, los Malvehy, los Porcioles, los March, los Villalonga, los Roca, y así, hasta otras doscientas familias más, son las que detentan el poder en esta demodura.
Todavía hay mucha gente que no se ha dado cuenta que a los únicos que les interesa la implantación de los partidos es a las 250 familias citadas, las mismas que cuando les interese una dictadura, o una monarquía absoluta, o una república, la impondrán con la finalidad de perpetuarse en el poder y en su enriquecimiento familiar. Todas estas familias se enriquecieron antes de la república, en y después de la república, en la dictadura y en la demodura.
Los partidos políticos, los jueces, los militares y las fuerzas represivas, son los brazos armados que defienden a todas estas familias, no a nosotros, no al bien común, sino a elles, sus guerras, sus negocios, sus iglesias, sus empresas y sus bancos. A todas estas familias, son, a las que Zapatero y su gobierno (que también son de elles) les ha dado miles y miles de millones de euros, para cubrir sus desfalcos y su robo organizado, cuando hay millones de plebeyos que no llegan a fin de mes, por culpa de estos ladrones, y a los que sociatas y peperos los regalaron el patrimonio público en forma de bienes e inmuebles mediante privatizaciones a bajo precio, para después tener que alquilárselos a precio de oro para realizar las mismas gestiones públicas que hacían con anterioridad desviando cantidades enormes del erario público hacia sus bolsillos.
Han transcurrido 31 años de demodura, sin que cualitativamente nada haya cambiado.
Cuantitativamente sí hemos cambiado: se han triplicado el número de cárceles y de presos, cuadruplicado el número de jueces, quintuplicado el número de policías y guardias, sextuplicado el número de cargos políticos y funcionarios, centuplicado las ganancias de los banqueros y empresarios de las familias políticas y el expolio que realizan cada año estos bucaneros asciende a más del 60% del PIB. Se legisla y se condena con un código penal más duro si cabe que el de la propia Inquisición y el TOP, a los inmigrantes, a los que protestan, a los disidentes, a los antisistema, a los que luchan y no se dejan avasallar por los abusos del Estado y del Capital.
A pesar de sus esfuerzos por adormecer a la gente con fútbol, espectáculos y TV basura cada vez el desprestigio político, judicial, militar, financiero y policial, es mayor. Cada vez hay menos votantes, y cada día se hace más urgente la destrucción de este Estado corrupto y tirano que ha dejado de ser un Estado de Derecho para convertirse en la cueva de las 250 familias depredadoras de los sueños, vidas y haciendas de 40 millones de súbditos

¡¡¡Por la supresión de los partidos y la destrucción del estado¡¡¡

Publicado en: ANTISISTEMA, Periòdic anàrquic, Nº 30. Barcelona, Diciembre 2009.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Scarfó/Di Giovanni: una ética amatoria anarquista incomprendida

Para mis versos escritos tan temprano, Que ni yo sabía que era poeta, Brotados como gotas de la fuente, Como chispas de cohetes Como pequeños diablos irrumpiendo En el templo, donde rige el sueño y el incienso; Para mis versos sobre la juventud y la muerte, Para mis no leídos versos Dispersos, llenos de polvo, en librerías Donde nadie los compra, ni los compraba… Para mis versos, como para nobles vinos, Su turno llegará (Marina Tsvietaieva)


Estimo a aquel que aprueba la conjuración y no conjura; pero no siento nada más que desprecio por esos que no sólo no quieren hacer nada sino que se complacen en criticar y maldecir a aquellos que hacen. El amor, el amor libre, exige aquello que otras formas de amor no pueden comprender. Y nosotros dos, rebeldes divinos (jamás nadie podrá llegar a nuestras cumbres), tenemos derecho a desagotar el pantano de la moral corriente y cultivar allí el inmenso jardín donde mariposas y abejas puedan satisfacer su sed de placer, de trabajo y de amor. (Severino Di Giovanni)


Los hombres de mi vida han tenido tres características: fueron inteligentes, anarquistas y muy guapos (América Scarfó)


Magistrados que se pasan la vida Ocultado sus errores Miran hacia vos y hacia mí y la envidia les hace llorar (Morrissey)



Argentina, 1931: Lo último del anarquismo de acción se extinguía con Severino Di Giovanni y su grupo de afinidad. A su compañera, América Scarfó, no se le permite ser testigo del fusilamiento de su amante y la de su hermano. Tres años antes, ella sola defiende la causa del Amor Libre y la Camaradería Amorosa en una carta a Armand frente a la actitud de repudio hacia Di Giovanni, 10 años mayor y casado.


¿Por qué aun hoy en medio de desarrollos incesantes sobre la Historia de las mujeres en el Anarquismo no se lee a América como activista? ¿Qué se reproduce cuando se invisibiliza la agencia de un individuo al que no se le permite salir del maniqueísmo víctima vs. acompañante? Así conocida como “la compañera de” o como “la abusada por”... Es nuestra intención historizar el amor Scarfó/Di Giovanni, no solo para reivindicar la figura de una activista -oculta al trazo oficial del feminismo y el anarquismo-, sino también para, partiendo del análisis de las sexualidades como praxis revolucionaria de la época, abordar críticamente la cuestión de la autonomía del sujeto y la matriz de inteligibilidad que impide leer la potencia individual por fuera de los límites que el Estado impone artificialmente (mayoría de edad y libre disposición del cuerpo).


Esta breve intervención anarquista intenta, entonces, recuperar y reivindicar a América Scarfó como figura autónoma dentro del anarquismo local de su época, y a su sexualidad, emancipada y libre de los prejuicios de género de su tiempo. Recuperación necesaria debido a los maldicientes comentarios que sobre su compañero, Severino, sobrevinieron, y que la colocaron a ella, hasta el día de hoy, como una “niña víctima desprotegida y abusada”. Nos referimos, por ejemplo, a casos como el del escritor Álvaro Abós que censuró a Di Giovanni por haber “abandonado” a su mujer y sus tres hijos y que consideró la relación como una fijación narcisista propia de una personalidad inmadura aunque Di Giovanni se separó en buenos términos de su mujer, Teresina, y que recién afianzó su relación con Scarfó tres años después de haberla conocido. Es decir, cada vez que se menciona a Severino, se hace referencia por un lado a su relación con América en términos de criminalización pedófila, y por el otro en términos morales por el fin de su relación con su esposa, a partir del imaginario social.


Love Story


“No voy a ir a pedir nada, sino a recuperar algo que me pertenece”; tal las palabras, a los 86 años, con que Josefa América Scarfó se dirigió a el ex Ministro del Interior, Carlos Corach, cuando le devolvieron sus cartas de amor que hace más de 60 años le escribió su compañero, el anarquista Severino Di Giovanni.


Esas cartas dan cuenta de una relación no solo afectiva basada en lo sexual, sino desde la afinidad y la camaradería anarquista que se inició entre dos individuos que profesaban amor por la Idea cuando perseguido por la Policía, Di Giovanni, aceptó la invitación para instalarse en una habitación de la casa de los Scarfó, en Villa Ortúzar. Severino llegó allí con su esposa Teresa Mascullo y sus hijos. En ese lugar, con 24 años aproximadamente, conoció a la familia Scarfó y se enamoró de la menor de la familia, de 15, ella también anarquista junto a sus hermanos.


La relación se vio afectada no solo por los devenires y tempestades que acuciaban a lxs anarquistas de acción de la época, sino por un tendal de críticas que llevaron a América a dirigirse en una misiva al mismísimo Emile Armand, anarco-individualista mundialmente reconocido por su teoría y su práctica en el campo de las relaciones afectivas libres, y la camaradería amorosa anarquista. La carta, fechada un 3 de diciembre de 1928, que por si sola es la réplica a las acusaciones contra el vínculo que ellos entablaron y contra la invisibilización de las capacidades para discernir y un alegato de la madurez sexo-afectiva de América, se expresaba, anticipando incluso futuras habladurías, de la siguiente manera :


“Tenemos que actuar, en todos los momentos de la vida, de acuerdo a nuestro modo de ver y de pensar, de manera que los reproches o las críticas de otra gente encuentren a nuestra individualidad protegida por los más sanos conceptos de responsabilidad y libertad en una muralla sólida que haga fracasar a esos ataques. Por eso debemos ser consecuentes con nuestras ideas... Soy una joven estudiante que cree en la vida nueva. Creo que, gracias a nuestra libre acción, individual o colectiva, podremos llegar a un futuro de amor, de fraternidad y de igualdad. Deseo para todos lo que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir, deseo la anarquía para toda la humanidad. Creo que para alcanzarla debemos hacer la revolución social. Pero también soy de la opinión que para llegar a esa revolución es necesario liberarse de toda clase de prejuicios, convencionalismos, falsedades morales y códigos absurdos. Y, en espera de que estalle la gran revolución, debemos cumplir esa obra en todas las acciones de nuestra existencia. Para que esa revolución llegue, por otra parte, no hay que contentarse con esperar sino que se hace necesaria nuestra acción cotidiana. Allí donde sea posible, debemos interpretar el punto de vista anarquista y, consecuentemente, humano. En el amor, por ejemplo, no aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras, las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de ideas. Según las leyes burguesas, él está ‘casado’. Se ha unido a una mujer como consecuencia de una circunstancia pueril, sin amor. En ese momento no conocía nuestras ideas. Empero, él vivió con esa mujer varios años y nacieron hijos. Al vivir junto a ella, no experimentó la satisfacción que hubiera sentido con un ser amado. La vida se volvió fastidiosa, el único medio que unía a los dos seres eran los niños. Todavía adolescente, ese hombre toma conocimiento con nuestras ideas y nace en él una conciencia. Se convierte en un valiente militante. Se consagra con ardor y con inteligencia a la propaganda. Todo su amor no dirigido a una persona lo ofrenda a su ideal. … Ocurrió que las circunstancias nos hicieron encontrar al principio como compañeros de ideas. Nos hablamos, simpatizamos y aprendimos a conocernos. Así fue naciendo nuestro amor. Creímos, al principio, que sería imposible. Él, que había amado sólo en sueños, y yo, que hacía mi entrada a la vida. Cada uno continuó viviendo entre la duda y el amor. El destino –o más bien el amor– hizo lo demás. Abrimos nuestros corazones, y nuestro amor y nuestra felicidad comenzaron a entonar su canción en medio de la lucha y del ideal, que más impulso les dieron aún. …. Nosotros idealizamos el amor pero llevándolo a la realidad. El amor libre que no conoce barreras ni obstáculos. … También su mujer –a pesar de su relativo conocimiento– simpatiza con nuestras ideas.


Últimamente ella dio pruebas de desprecio hacia los sicarios del orden burgués cuando la policía comenzó a perseguir a mi amigo. Fue así como la esposa de mi compañero y yo hemos llegado a ser amigas. Ella no ignora nada de lo que representa para mí el hombre que vivía a su lado. El sentimiento de afecto fraternal que existía entre ellos le permitió a él confiárselo a ella. Por otra parte, él le dio libertad de actuar como ella lo deseara, tal como corresponde a todo anarquista consciente. … Pero he aquí que algunos se han erigido en jueces. Y éstos no se encuentran tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que en el fondo son intolerantes. Uno de ellos sostiene que nuestro amor es una locura; otro señala que la esposa de mi amigo juega el papel de ‘mártir’, pese a que ella no ignora nada de lo que nos concierne, es dueña de su persona y goza de su libertad. Un tercero levanta el ridículo obstáculo económico. Yo soy independiente, como lo es mi amigo. …Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que sólo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre? Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna. Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? … Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Sólo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.”


Uno de los temas fundamentales de reflexión e inflexión del anarquismo tienen que ver, históricamente, con la sexualidad y la libertad amatoria. Los desarrollos de Emma Goldman a principio del siglo se refieren de manera implícita del amor en libertad, donde el amor no puede sino ser libre, y muere al ser instituido dentro del vínculo matrimonial. Goldman afirmaba en su texto conocido en la versión publicada en Argentina como “La trampa de la Protección” y fechada en 1917 (Anarchism and Other Essays): “¿Amor libre? ¿Acaso el amor puede ser otra cosa más que libre? En libertad, se entrega sin reservas, con abundancia, completamente. Todas las leyes y decretos, todos los tribunales del mundo no podrán arrancarlo del suelo en el que haya echado raíces. El amor no necesita protección porque él se protege a sí mismo.” Ciertamente Goldman se refería a los vínculos heterosexuales en una época donde era virtualmente imposible que una mujer, o incluso un varón, evadieran su responsabilidad cívica y social de contraer nupcias e ingresar, de ese modo, al sistema de producción y reproducción del capitalismo al cual la anarco-feminista se oponía. Esos vínculos de camaradería amorosa en libertad eran relaciones abiertas opuestas a la monogamia, institución contingente nacida con el capitalismo. De hecho, en línea con el anarco individualista Armand , quien sostenía que el amor también puede consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, la monogamia, la pareja o la familia no era apta para desarrollar la concepción anarquista de la vida. Todo el planteamiento teórico del amor libre y la camaradería amorosa sostenida por ambos anarquistas desde diferentes latitudes no era sino un intento de dividir aquello que había sido ideológicamente unido (reproducción y sexualidad) y cuestionar la familia como Estado pequeño hasta cuando los progenitores son anarquistas. Tal como escribiría Rossi, periodista de La Comuna Socialista a finales del siglo XIX fundador del proyecto anarquista comunal de amor libre en Brasil llamado Colonia Cecilia: “Cambiemos los ritos y los nombres cuanto queramos, … pero mientras tengamos un varón, una mujer, unos hijxs, una casa, tendremos una familia, es decir una pequeña sociedad autoritaria, celosa de sus prerrogativas…”.


En ese caldo de cultivo, y con las ideas de Emile Armand por detrás de sostén y fundamento de lo que el deseo hace innegable, es insostenible suponer a una América Scarfó no autónoma y decisora de su devenir sexo-afectivo. Claramente, no se trataba de una “víctima” de la cual se aprovechó Di Giovanni debido a “su inmadurez sexual” sino de una anarquista comprometida con los temas que la interpelaban más de cerca: la sexualidad, el compañerismo, la superación de las contradicciones inherente a las relaciones familiares y afectivas entre lxs propixs anarquistas.


Ley, Orden y Progreso


La palabra pedofilia o mejor dicho paidofilia -del griego παiς, παιδóς, niño, y el verbo fileo, amar,- (definida por el Diccionario de la Real Academia Española como la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes) describe, de acuerdo a las corrientes psicológicas más tradicionales, una perversión sexual . El Código Penal Argentino tipifica en su artículo 120 el delito anteriormente (y aun hoy popularmente) conocido como “Estupro” que implica la realización de conductas encuadradas dentro del abuso sexual, lato sensu, perpetrado por un mayor de edad con una persona menor de 16 años, “aprovechándose de su inmadurez sexual, en razón de la mayoría de edad del autor, su relación de preeminencia respecto de la victima u otra circunstancia equivalente.”


Los delitos sexuales figuraban en el Código Penal, hasta 1999, bajo la forma de delitos “contra la honestidad”, bien jurídico protegido en general, y estaban organizados en capítulos como los tipos penales que parecían además proteger otros bienes. En esta línea, se ha definido la “honestidad” en nuestra cultura y nuestro sistema como una exigencia de corrección y respeto impuesta por las buenas costumbres en las relaciones sexuales. La ley 25087/99 reemplaza el título “Delitos contra la honestidad”, atendiendo a la fuerte carga ideológica del mismo, por el de “Delitos contra la integridad sexual”. Este reemplazo intenta superar los prejuicios de género y las valoraciones morales subyacentes a la noción de “honestidad”, que: (1) condena todo ejercicio de la sexualidad que se desvíe de la norma y (2) deriva en la “culpabilización” de las víctimas. Así, el bien jurídico protegido ha variado su enunciado, de la criticada noción de “honestidad” a la vigente noción de “integridad sexual”. Sin embargo, esta noción no aparece claramente definida en la ley, lo que dificulta establecer efectivamente cuándo dicha integridad se vería comprometida. Si bien la noción de “honestidad” ha perdido estatus jurídico, sigue operando con vigor en virtud de los imaginarios que condicionan las emociones, las prácticas, y los pensamientos del conjunto social; de allí que – en el caso que nos compete- muchas personas, en especial cierto grupo de feministas, que consideren que lo que estuvo en juego en esta relación es la “honestidad” de América Scarfó. Recíprocamente, la noción de “integridad sexual” ha ganado estatus jurídico, universalizándose, pero no ha sido internalizada por el conjunto social. En pocas palabras, conviven un universal que hace al “uso y la costumbre” con un universal que responde al ordenamiento jurídico.


América Libre


Intervenir, entonces, en el nombre de la transformación significa precisamente irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible para usar la propia realidad. Si, como parece ser el caso de la joven América Scarfó, no somos reconocibles en nuestros logros, nuestras elecciones, nuestros deseos, nuestra conciencia operante, luego es imposible persistir como ser; y somos seres no posibles, hemos sido excluidos de la posibilidad de existir. Incluso quien es oprimido existe como sujeto de alguna forma puesto que para ser oprimido hay que ser inteligible. Descubrir que se es ininteligible (que las leyes de la cultura y del lenguaje te encuentran imposible, e inaudible) es descubrir que todavía no se accedió acceso a la categoría de humano y que las normas que hacen algo reconocible no están de tu lado. La batalla por volver trabajar las normas, que producen las reglas y los principios de valorización, en las cuales los cuerpos son experimentados (su deber ser sexual, en este caso, o ser construida como mera víctima vulnerable de un varón) es crucial para deshabilitar la política de género de los feminismos hegemónicos bienpensantes, y para contestar a los ideales impuestos de lo que un cuerpo debe ser y como debe comportarse. Por otra parte, tal como señala Katherine Frankle, reducir el sexismo a lo que los varones le hacen a las mujeres significa perder de vista el sistema que produce el sexismo mismo, donde la subordinación de aquellos cuerpos biopoliticamente asignados como mujer es parte de una práctica social más amplia que crea cuerpos generizados: mujeres femeninas y varones masculinos .


En el debate por el poder de decisión y elección de aquellos cuerpos generizados la pregunta por qué se entiende por autonomía emerge por si sola. ¿Autonomía: un estado de individuación a priori de las relaciones de dependencia del mundo de los otros? ¿O por el contrario, una heteronomía que permite establecer lazos (de afinidad, afectividad, parentesco) que no se basen en el matrimonio ni en la familia como rector de la sexualidad y los vínculos? Luchar por la autonomía de los sujetos significa luchar para trascender los límites naturalizados de la comunidad y la familia, que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, como ya dijimos, y redefinir los lazos de amistad. El anarquismo constituye ante todo una forma de existencia contra la dominación, la cual no se puede concebir sin una ética del hacer. Esta ética anarquista se confronta con la ética del deber ser. Se trata entonces de una ética que aspira, entre otras cosas, a acortar la brecha entre el decir y el hacer. Si bien esta tarea nunca puede completarse de manera total –puesto que la subjetividad es un proceso en constante devenir-, esta apuesta convoca a una responsabilidad que, en el marco de una crítica a las sexualidades modernas, y de sus prácticas, sostiene como condición sine qua non la producción de sexualidades y vínculos afectivos contra-hegemónicos, incluso por fuera del statu quo de la pacatería progresista.


Después del fusilamiento de Severino y Paulino en 1930 durante la presidencia de Uriburu, la joven América fue protegida por sus compañeros de ideas. Durante los años posteriores, escribió artículos para diarios anarquistas europeos en defensa de los derechos de la mujer, -hoy de escueta circulación- y continuó con sus estudios, los cuales nunca abandonó ni de muy mayor. Tras la tragedia, América encontrará un nuevo compañero de ideas con el cual fundará la librería y editorial Américalee, durante muchos años, la librería libertaria más completa de la ciudad de Buenos Aires y la editorial que se dedicó a publicar todos los pensadores ácratas.


Alegría que rima con Anarquía significa ser capaz de interiorizar la ética, ética amatoria del deseo que circula libremente y se relaciona libremente con otro deseo, también libre. ¿Qué pasa entonces con el anarquismo de hoy que ve, como el de ayer, “pecado” o “delito” -no sabemos qué es peor- donde a las claras hay autonomía, alegría y ejercicio concreto no enunciativo de la libertad sexual? Como la vieja frase atribuida a Emma Goldman “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa.”


Publicado en: Parrhesia Nº 7, noviembre de 2009. Bahía Blanca.


Autor: Proyectil Fetal


http://www.proyectilfetal.blogspot.com/

lunes, 30 de noviembre de 2009

Comunicación y Poder

“Más vale deformar que repetir. Antes destruir que copiar. Vengan los monstruos si son jóvenes. El mal es lo que vamos dejando a nuestras espaldas. La belleza es el misterio
que nace.”
Rafael Barret



Entre fines de los 60´ y principios de la década de 1970, se ponen en boga ciertas teorías comunicacionales que parten de la premisa de entender y ver a los medios de información y a la comunicación social desde un rol preponderantemente instrumental al servicio de la dominación. Son indefectiblemente producto de la época, caracterizada por la visión maniquea del mundo bipolar, la guerra fría y el conservadurismo a ultranza. Latinoamérica no escapa a esta lógica, ya que está marcada por los movimientos populistas que florecen a lo largo y ancho del continente.
Entre los estudiosos de la comunicación hay un resurgir de la polémica, pero la discusión queda acotada a la visión instrumental de la comunicación, sin indagar los porqués de la preocupación de los poderosos por controlar los medios. La crítica se reduce a tres ejes: la denuncia sobre el control de la propiedad de los medios, la distorsión de la realidad que éstos ejercían, y el poder desplegado, en última instancia, sobre la recepción. (1)
Es el momento donde se ponen de moda, por ejemplo, las teorías de Paulo Freire en Brasil, los estudios sobre la “invasión cultural” de Heriberto Muraro en Argentina, o “la propuesta de una genealogía de la comunicación” de Armand Mattelart en Chile. Estas discusiones escapan rápidamente a la influencia exclusiva de los intelectuales de la comunicación, y son tomadas por las diferentes izquierdas latinoamericanas al momento de pensar, proponer y desarrollar estrategias comunicaciones.
Básicamente estas interpretaciones giran en torno a dos modelos interpretativos respecto al funcionamiento de los medios y de la comunicación social: En la primera de esas interpretaciones se pone el foco de atención respecto al contenido ideológico del mensaje. Se considera que los medios masivos de información manipulan la realidad a través de la producción de información falsa. En la segunda interpretación, se parte de la premisa de que la clase dominante monopoliza los medios, las tecnologías aplicadas y los saberes. De esta manera, se lleva un poco más allá el análisis ya que no se acota únicamente a entender a la comunicación mediática como trasmisora de información falsa, sino que se la sitúa en los procesos de la producción social de sentido.
Sin embargo, y pese a este cambio sustancial la comunicación no deja de tener, para estos enfoques, una característica decisivamente instrumental, lineal, con sus instancias de producción y recepción bien determinadas. Esto se debe a que están en pleno apogeo las teorizaciones estructuralistas, marxistas y constructivistas en el campo de la comunicación. Teorizaciones que sobredimensionan la instancia de producción y la visión funcional de los medios.
Contemporánea de éstas ideas son las propuestas comunicacionales autodenominadas como de “contra información”. Estos medios “alternativos” florecen con fuerza en un sin fin de movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda de Europa y América Latina, en contraposición a las teorías funcionalistas tan en boga por esos momentos. Básicamente, y este tal vez sea su argumento más endeble desde lo teórico, nacen como práctica discursiva de oposición al discurso dominante y determinan como su razón de ser la hipótesis de que “Si el discurso de los medios de comunicación es ideológico (teorías de la manipulación), es decir, responde a los intereses de las clases dominantes, lo que resta por hacer es confrontarlo con otro discurso que responda a los intereses de las clases excluidas de los intereses de la primera.” (2)
Pese a que intentan contraponerse comunicacionalmente a los discursos oficiales de la realidad mediática, caen en el mismo juego ya que las reglas que establecen sus caminos teóricos parten de la misma interpretación instrumental de la que intentan despejarse críticamente. Al igual que la “teoría de la manipulación”, la propuesta de los medios alternativos se focalizó en el contenido (contra) informativo de los mensajes. Reproduciendo la visión lineal, vertical entre las instancias de producción y recepción que muy bien pudo sintetizar Cassigoli en su conocida idea de que en los medios alternativos la información era entendida como “la práctica discursiva que interpreta la política del mensaje oficial y lo da vuelta”.
Esta estrechez de miras, donde se intenta re-situar a la comunicación desde una visión contra-hegemónica cae, inevitablemente, al igual que la teoría de la manipulación, en la dicotomía información falsa – manipulación/información verdadera – objetiva. Esto es así debido a que en ningún momento se intenta poner en tensión la idea preconcebida de que las instancias de producción – recepción son fijas, predefinidas e inamovibles. De esta manera, los medios de contra información, pensados originariamente como alternativas al discurso homogeneizador de los medios oficiales se constituyen, en la mayoría de los casos, en simples canales de transmisión de propuestas y estrategias comunicacionales enmarcadas dentro de instancias políticas e ideológicas totalizadoras de transformación social. Como lo habían sostenido los teóricos de las diferentes izquierdas, la alternatividad discursiva quedó encerrada en la idea marxista de superestructura, ya que fue norma corriente el situarla como órgano oficial de propaganda ideológica (práctica superestructural) de una organización política o movimiento social. De ahí que no puede desprenderse de la visión instrumental de la comunicación, ni de su visión ideológica, de contra-poder, y en la disputa por la hegemonía la comunicación alternativa excedió el terreno comunicacional.
En su afán de contraponerse discursivamente al mensaje oficial, se posicionó en la misma sintonía de lo que supuestamente criticaba. Sus análisis se centraron en la producción del discurso, dejando en un segundo plano de importancia la recepción del mismo. Al mejor estilo funcionalista, terminó reproduciendo la idea de que los medios son “espejos” sociales donde la realidad mediática se refleja: “la contra información denunció lo falso que el poder produce, donde el espejo del lenguaje del poder refleja la realidad de manera deformada. La contra información reestablece la verdad, pero de manera puramente refleja. Como si fuera un espejo”. (3)
Indagar sobre las implicancias sociales de los medios de información, analizar cómo sus discursos son naturalizados como verdades incuestionables y entender que la realidad mediática de los mass-media son construcciones sociales para nada inocentes, por el contrario, entender que persiguen determinados y específicos intereses, es un primer y necesario paso al momento de examinar cómo el poder nos interpela desde la esfera simbólica.
Seguir sosteniendo posiciones reduccionistas al momento de analizar a los medios y sus discursos no es el camino adecuado. Caducas quedaron las teorías centradas exclusivamente en la visión instrumental e ideológica de la comunicación/información. Una nueva forma de interpretar a los medios se nos impone, y el primer paso es reconocerlos no como meros canales de transmisión, sino entenderlos como influyentes actores de la cotidianeidad.

Notas:
[1] Fernández María Cecilia. “Comunicación, Subjetividad y Autonomía en el activismo mediático italiano”
[2] Fernández María Cecilia. “Comunicación, Subjetividad y Autonomía en el activismo mediático italiano”
[3] Collectivo A/Traverso. Documentos

Autor: Gastón.
Publicado en: Libertad! Nº 53, oct.-nov, 2009, Buenos Aires.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Salud y Anarquía

El sistema social basado en la existencia del Estado nos plantea siempre la disyuntiva entre lo público y lo privado, refiriendo lo público a la intervención estatal en todo cuanto concierne a la organización social de servicios para satisfacer las necesidades de la población: alimentación, energía, educación, salud, etc...
No pocas veces los anarquistas hemos adoptado una defensa de lo público como POSIBLE garantía del acceso igualitario de la población a los servicios. La opción de defensa de lo público implica la petición de intervención estatal con lo cual contradictoriamente terminamos avalando la existencia del Estado. Pedimos al Estado que mejore los servicios públicos aunque bien podríamos arreglárnosla sin este poder centralizado.
Lejos de ser garante de igualdad el Estado promueve la desigualdad por su misma esencia, sin entrar en el detalle de la libertad de elegir.
La salud como bien social, centrada en la soberanía personal solo puede ser desarrollada a partir de la solidaridad comunitaria, autogestionadamente. La salud como bien de mercado, ya sea pública o privada, esta al servicio del sistema de explotación.
Se acepta una sola forma de hacer medicina avalada por el negocio de la ciencia y los laboratorios y certificada por el Estado. Es la medicina del modelo médico hegemónico, donde la prevención si tiene lugar no es para beneficio de la sociedad, sino que, sostenida en la epidemiología se convierte en herramienta de control social. Las instituciones todas concurren en la efectivización de los objetivos de sanitarización y control de la mano de obra actual o proyectiva.
En los centros barriales de salud no se entrega la caja de alimentos o leche a las madres que no aceptan vacunar a sus hijos...
En las escuelas obligan también a la vacunación (colocación en el mercado de productos de laboratorio cuestionables desde otros enfoques de salud), aunque no haya riesgo de epidemia ni déficit inmunológico.
Por otra parte si se detecta déficit inmunológico producto de la desnutrición o de los productos insalubres que pone en el mercado la industria “alimentaria”, además de no resolverse la causa del problema se la encubre como se encubren las muertes por desnutrición o por enfermedades producidas por el “progreso”.
En este contexto la salud no es ni más ni menos que manipulación de cuerpos y mentes al servicio de la eficacia productiva. Los sectores sociales más afectados suelen depender de los planes asistenciales y no tener más opción que la salud pública, con lo cual quedan doblemente sometidos a las “pruebas de laboratorio” y negociados entre la industria farmacéutica y el Estado.
Encubierto en el acceso a la salud pública se vulneran sus derechos a la autonomía y soberanía sobre sus cuerpos/mentes y los de sus hijos. Las políticas sanitaristas públicas sujetan a la población esclava del modelo médico hegemónico en beneficio de mantener la mano de obra en condiciones medianamente productivas.
El saber médico hace sobre los demás, sin consultar, exige obediencia e infantiliza, dando sentido al término paciente en tanto sujeto pasivo frente al poder/saber del profesional. Al paciente se lo subestima y objetaliza quitándole todo margen de decisión. Lejos se esta del diálogo de saberes diversos, del respeto por las heterodoxias, del reconocimiento de la alteridad en las cosmovisiones múltiples que nos atraviesan, ya sea silenciadamente o como otro producto de mercado maquilladas en “terapias alternativas”.
Al aspirante a médico se lo forma en la omnipotente creencia de tener que dar respuesta a TODO y en la soberbia de suponerse poseedor/a del saber frente al paciente. Asimetría que se reproduce en todos los ámbitos e instituciones replicas del verticalismo del Estado.
Pero es un engaño, no hay respuesta para todo, la mayoría de las respuestas las tiene el propio consultante y se le descalifica o no se permite la conexión necesaria consigo mismo/a. Permitirse dudar, estar y pensar junto al otro/a, en un vinculo de horizontalidad y respeto mutuo, donde se crea algún saber posible, no es algo que se considere pertinente en el campo de la medicina oficial.
Revisar paradigmas sociales, el discurso que nos habita, es un acto de desobediencia vital y de urgencia para la supervivencia. Sin temor a equivocarnos, embarquémonos en el ejercicio de pensar por nosotros mismos, sin miedo al ridículo, ni a la duda, perdiendo para siempre la ilusión de la certeza que en lugar de sanar enceguece. La servidumbre del esclavo compromete no solo su propia libertad sino la de sus hijos.
La medicina se esta ocupando de encubrir las injusticias sociales, disfrazar de patología y acallar con medicamentos, las estadísticas epidemiológicas tapan el hambre y el abandono.
No es saludable todo aquello que no se atenga a la norma, al orden establecido; taxonomías, nosologías y diagnósticos aceleradamente crecen y mutan a la par de los desastres socio ambiéntales provocados por políticas depredatorias. También, en su sesgo “positivo” se multiplican y “actualizan” a medida que los laboratorios quieren colocar en el mercado nuevos fármacos.

Lucrecia

Publicación: Parrhesia.
AÑO II Nº4, Bahía Blanca, marzo de 2009.

El fútbol y las luchas sociales


De más está decir que el fútbol es sin duda el deporte más popular en Argentina, que paraliza y mantiene en vilo a miles de personas. Multitudes esperan con ansias el fin de semana para ver jugar a su equipo, muchos incluso viajan varios km. para vivir los partidos en carne propia. Bien podría decirse también, que el fútbol es otro entretenimiento que mueve millones de dólares, y que mantiene a las masas en una especie de hipnosis, que junto con otros entretenimientos masivos como por ejemplo la televisión, invitan a las masas a no pensar, a no fijarse en la realidad social, a no discutir en la mesa sobre la actualidad social o económica, sino a discutir si el «offside» estuvo bien cobrado por el árbitro.
En los comienzos de la masificación del fútbol, los militantes anarquistas se sintieron alarmados. Los trabajadores dejaban de asistir a las asambleas, a los mítines y picnic obreros, para ir en cambio a ver el partido. Los días domingos existían 3 actividades a las cuales la gente asistía en forma masiva: las misas en la Iglesia, las asambleas de trabajadores, y ahora la nueva actividad, los partidos de fútbol. Por ese motivo, los periódicos anarquistas de la época empezaron a comparar al fútbol con la religión, en cuanto al nivel de idiotización que producían en la sociedad. El periódico anarquista La Protesta, llegó a decir «misa y pelota: la peor droga para los pueblos». Pero pronto, los militantes sociales debieron adaptarse a este fenómeno, teniendo en cuenta que en la fundación de diferentes clubes aparecían trabajadores socialistas y anarquistas. Así es como por ejemplo, el club que hoy en día se conoce como Argentinos Juniors, en el momento de su fundación fue llamado «Mártires de Chicago» en honor a los obreros anarquistas asesinados por pelear por las 8 horas de trabajo, y luego tuvo que cambiar el nombre por «solicitud» del Estado. Además, Argentinos Juniors tenía casaca color rojo, haciendo alusión al comunismo.
Otro caso es del Club Independiente, que fue fundado por empleados y cadetes de nacionalidad argentina, que trabajaban en una fábrica inglesa, razón por la cual no se les permitía formar parte del equipo de la empresa, lo que llevó a que formaran su propio equipo y que se declarasen «Independientes de la patronal». Almagro (antes llamado Liberal Argentino), y El Porvenir (uno de sus hinchas mas famosos de este club fue Ricky Espinosa, cantante de la famosa banda Punk argentina Flema), también son clubes fundados por militantes anarquistas y socialistas.
Otro club con una historia social interesante, es el club histórico del barrio de San Martín, Chacarita Juniors.
La historia de la fundación de Chacarita se remonta al año 1906, un año después de la realización del histórico
5to Congreso de La F.O.R.A., donde se declara la finalidad comunista anárquica de nuestra organización. Las primeras reuniones de los miembros del club, se llevaban a cabo un local Socialista, ubicado en la esquina de Dorrego y Córdoba (Barrio de Chacarita). Cabe aclarar que en aquel momento, la profesión de futbolista era una profesión amateur, por lo que los futbolistas debían tener un trabajo extra. Esta situación llevaba a que muchos jugadores estuvieran afiliados a la F.O.R.A.
Los colores de la camiseta de Chacarita no son casuales. Inicialmente la casaca era solo roja y negra, haciendo alusión a los colores del anarcosindicalismo. Luego se le sumaron las tiras blancas por «consejo» del párroco de la Iglesia de Chacarita, como un símbolo de pureza.
La construcción del primer estadio del «Funebrero» no fue nada fácil. Los jugadores del Club ocuparon un terreno baldío ubicado en Lacroze y Álvarez Thomas (a unas cuadras de la estación de Chacarita), lo alambraron, y construyeron su cancha ahí. Pero a los pocos días, las fuerzas represivas del Estado llegaron al lugar, desalojaron y destruyeron la cancha.
Luego Chacarita optó por rentar un terreno junto a Atlanta en el barrio de Villa Crespo. Hacia 1943, Chacarita estaba atrasada 6 meses con el pago del alquiler. Atlanta fue apoyada por una familia de mucho dinero para pagar el alquiler, pero
Chacarita no pudo llegar a pagar las deudas, razón por la cual fue desalojado, y el predio quedó únicamente para Atlanta.
Finalmente, en 1945, Chaca logra construir por fin su Estadio en San Martín. Por último, también resulta interesante contar que existieron protestas laborales en el ámbito futbolístico. Un hecho importante sucedió en 1930, cuando los jugadores se declararon en huelga total, y paralizaron el fútbol exigiendo la paga de sus salarios. Los jugadores amenazaban con irse a jugar a otros clubes, e incluso a otros países. Por ese motivo, en 1931 la Asociación Argentina de Fútbol crea la Liga Argentina de Fútbol, una liga de nivel profesional, en la que participaron 18 equipos, incluyendo a Chacarita (Vale aclarar que previo a este torneo, eran 36 los equipos que venían participando).
En fin, este pequeño artículo solo intenta contar en forma breve algunas historias de la relación entre el fútbol en sus comienzos y las luchas sociales. Sabemos que el fútbol es pasión para millones de personas. Pero el fútbol debe interesarnos en tanto deporte, y no como se ve actualmente, como un gran negocio de compra-venta de personas o como un mega negocio televisivo. A no olvidarse que el fútbol es un simple entretenimiento, que no debe apartarnos del verdadero interés de los trabajadores, que no es ni más ni menos que la lucha por la libertad y el fin de la explotación, la lucha por un mundo de hombres libres e iguales.

Por Pablo.

Federación Obrera - Nº 1; Buenos Aires, Agosto 2009.

lunes, 16 de noviembre de 2009

La experiencia anarquista en el movimiento obrero boliviano

Ponencia presentada en las Jornadas Internacionales de Problemas Latinoamericanos “Los movimientos sociales en América Latina. Pasado, presente y perspectivas”, realizado en la ciudad de Mar Del Plata (Argentina), los días 25, 26 y 27 de septiembre de 2008.

El trabajo presentado a continuación busca dar cuenta de la importancia que tuvo el anarquismo dentro del movimiento obrero en Bolivia. En esa dirección, como una primera aproximación, hemos realizado una reconstrucción histórica de la experiencia anarquista boliviana en su forma sindical, analizando las variables y acontecimientos que favorecieron su desarrollo, su auge y también su decadencia durante la primera mitad del SXX.
La relevancia de esta cuestión radica en rescatar una experiencia que –a nuestro entender– no solo fue “olvidada”, sino deliberadamente ocultada en la construcción de la “historia oficial” de aquel país, buscando silenciar el carácter contestatario y revolucionario de los anarquistas. Asimismo, consideramos que la experiencia libertaria boliviana ilustra las especificidades propias y resignificaciones que el anarquismo hubo de adquirir en suelo latinoamericano, un buen punto de partida para comenzar a repensar las ideas ácratas desde América Latina.


Caracterización de la formación económico-social

La formación económico-social boliviana poseía una estructura compleja, resultante del cruce entre elementos precapitalistas –con los que no se acabó luego de la independencia de España– y elementos de una economía de tipo capitalista, basada en la monoproducción del estaño.
Las relaciones sociales precapitalistas se encontraban en el campo, donde se concentraba el 80% de la población, cristalizadas en instituciones como el pongueaje, el mitanaje y el colonato.
Las mismas, antes que desaparecer con la política de liberalización de tierras comunales –iniciada por el Estado a fines del SXIX–, tendieron a consolidarse; esto se debió a que no se creó un mercado capitalista de tierras, sino que dicha política de expropiación favoreció la concentración territorial por parte de la hacienda, y por lo tanto la consolidación de esta y las instituciones en ella contenidas.
Parte de la mano de obra expulsada por este proceso se dirigió a los enclaves mineros estañíferos, desarrollados a fines del SXIX en función de la demanda internacional de ese mineral. Así, el estaño ocupó el primer lugar en las exportaciones de Bolivia durante esos años y gran parte del SXX. Este desarrollo económico trajo consigo un mejoramiento de la infraestructura y el crecimiento de algunas ciudades –como La Paz, Cochabamba y Oruro–. También se desarrollaron algunas pequeñas industrias urbanas, las cuales no obstante no llegaron a ser preponderantes en el sector secundario puesto que este seguía estando dominado por la producción artesanal.
Este “…proceso de modernización contradictoria…” (Lorini; 1994) repercutió sobre la estructura de clases, la cual estuvo definida hasta 1952 por la existencia de una oligarquía minera y latifundista (conocida como “la Rosca”); una clase media urbana en desarrollo; un importante sector artesanal; un proletariado incipiente (básicamente ligado a la minería) y una masa campesina mayoritaria.
Esta estructura económica tuvo como correlato la instauración de un Estado dominado exclusivamente por la oligarquía minera y latifundista. La sucesión de distintas corrientes (conservadores, liberales y republicanos) no repercutió en cambios en la vida política, pues todas ellas, aunque con diferencias, compartieron una idea común de Estado conservador y de participación política y ciudadana restringida.

Los inicios

Una característica particular de la inserción de Bolivia en el mercado mundial, es que, a diferencia de sus países vecinos, ese proceso no estuvo ligado a una masiva inmigración de fuerza de trabajo europea, sino que esta fue reclutada del medio local y en menor medida desde Chile. Esto repercutió en la forma en que las ideas anarquistas llegaron al país: de modo indirecto y en un período posterior al que lo hicieron en el resto de los países latinoamericanos. Las mismas arribaron a territorio boliviano en la primera década del SXX con la llegada de activistas argentinos –miembros de organizaciones como la FORA o “crotos”–, obreros chilenos que iban a trabajar a las minas y trabajadores salitreros bolivianos (“pampinos”) que volvían a repatriarse a su país (1).
Dicha difusión cristalizó tempranamente en la fundación en 1906 de la “Unión Obrera 1° de Mayo” de Tupiza. “Este sindicato, formado principalmente por artesanos, editaba el periódico La Aurora Social, y mantenía una biblioteca sociológica obrera, en la que figuraban textos clásicos como Proudhon, Reclus, Bakunin y Kropotkin…” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988).
Con el transcurso de los años, la importancia del anarquismo entre los trabajadores artesanales fue en aumento. En 1912, se fundó la Federación Obrera Internacional (FOI). En ella se nuclearon sindicatos de artesanos y de trabajadores del sector terciario. Sobre su “composición ideológica”, existen distintas perspectivas. Para Barcelli (1976) y Lorini (1994) los anarquistas fueron dominantes dentro de la federación. En esa dirección Barcelli interpreta la utilización de la bandera roja y negra y la adopción de los acuerdos tomados en la 1° Internacional. Para Lora “ninguna doctrina sindical ni socialista se delinea en la Federación Obrera Internacional, sólo hay un afán sincero y honrado de renovación con algo de sentimiento de clase. (…) Resulta arbitrario todo esfuerzo por encasillar a la (…) [FOI] dentro de determinada escuela socialista” (Lora; 1969). Si bien es probable que al interior de la FOI convivieran varias corrientes políticas sin contornos muy definidos –lo cual debe entenderse en relación al contexto de incipiente desarrollo político e ideológico del movimiento obrero (2) boliviano–, la influencia anarquista fue preponderante.
Según Lora (1969), la FOI se abocó a establecer una amplia y avanzada legislación social (que contemplaba cuestiones como la jornada laboral de ocho horas, la regulación del trabajo femenino e infantil, la creación de una caja de ahorros para la vejez, etc.), considerada como el medio principal de emancipación social.
Estas limitaciones de sus reivindicaciones y de su accionar deben comprenderse a partir de la caracterización del contexto, señalada más arriba. Las actividades de la FOI decayeron progresivamente, al tiempo que los anarquistas dejaron de dominar la organización y los marxistas pasaron a tener mayor relevancia dentro de la misma.
En 1918, la FOI pasó a llamarse Federación Obrera del Trabajo (FOT), pues sus miembros consideraron que su nombre no se correspondía con una verdadera organización regional. A pesar del cambio, la nueva federación levantó las mismas reivindicaciones que la FOI y heredó su forma de accionar legalista. La FOT nucleó a un gran número de sindicatos de La Paz, proviniendo algunos de la experiencia de la FOI y habiéndose incorporados otros recientemente. Hasta mediados de la década del veinte, anarquistas y socialistas convivieron en la federación. Dicha convivencia puede verse reflejada en la ecléctica adopción de principios organizativos e ideológicos: entre ellos, el federalismo (3) y el apoliticismo (4) combinados con una concepción reformista de la toma del poder por la vía democrática. Ese eclecticismo también se evidenciaba en el contenido de “Bandera Roja”, órgano de difusión de la FOT.
En 1919 tuvo lugar una importante lucha en Huanuni, que determinó la conquista de la jornada de ocho horas para el distrito minero de Oruro. Para Cappelletti “fueron (…) los anarcosindicalistas quienes encabezaron en 1919 las luchas de los mineros de Huanuni…” (Cappelletti; 1990). Esta afirmación tan concluyente no es respaldada por otros autores (5). Lo que sí es probable es que hubiera algunos elementos anarquistas entre los trabajadores mineros, previamente influenciados por la propaganda libertaria que se intensificaba cada vez más. De hecho, a partir de ese momento y durante los años venideros se produjeron una serie de huelgas donde Barcelli (1976) y Cappelletti (1990) consignan la presencia de anarquistas: la huelga de telegrafistas en 1920, las huelgas de ferroviarios entre 1919 y 1921 y la huelga en la Compañía minera de Huanchaca.
Este ciclo de huelgas da cuenta de un aumento de la conflictividad social, lo cual determinaba la existencia de un terreno fértil para una aún mayor difusión del anarquismo. Rivera Cusicanqui y Lehm (1988) asocian correctamente este incremento de la agitación a la crisis mundial de precios de 1920-1921, la cual impactó negativamente en los sectores obreros y artesanales bolivianos.
Ese año (1919) fue fundada la Federación Obrera del Trabajo de Oruro. “En el aspecto organizativo el estatuto [de fundación de la FOT] se inclinaba hacia el federalismo anarquista (…) [y] (…) se alejaba de la política; esta actitud era consecuencia de la influencia anarquista…” (Lora; 1969). A partir de esa estructura de organización federativa se buscaba aunar en un solo nucleamiento a la gran cantidad de trabajadores artesanales junto con el incipiente proletariado minero e industrial existente. No obstante esta influencia organizativa del anarquismo, al igual que en la FOI y en la FOT paceña, primaba la creencia en que una legislación social progresiva podría emancipar a los trabajadores.
Esta “mezcla” de elementos libertarios y reformistas se combinó en la FOT orureña con un elemento importante de gremialismo de corte mutualista.
En suma, este período (1900 – 1920) estuvo signado por: a) una difusión muy importante de las ideas anarquistas, primero desde los países vecinos y luego hacia el interior de Bolivia (espacios urbanos y algunas regiones mineras); b) el arraigo de dicha doctrina sobre todo entre los trabajadores artesanales; c) difusión y arraigo que cristalizaron en el desarrollo de organizaciones obreras, las cuales antes que definirse abiertamente como anarquistas (tal como la FORA argentina en 1905), tomaron ciertos elementos de dicha ideología (principalmente el federalismo y el apoliticismo) y los conjugaron con el marxismo, el reformismo y gremialismo mutualista. Esta cuestión debe ser entendida en función del incipiente desarrollo político e ideológico del movimiento obrero boliviano; d) un incremento lento pero sostenido de la conflictividad social.

La maduración

El 4 de junio de 1923 se produjo la masacre de Uncía - Llallagua. La principal reivindicación de la Federación Obrera Central de Uncía tenía que ver con obtener el reconocimiento de la empresa y del Estado. El reclamo obrero determinó la militarización del pueblo y tras la movilización popular desencadenada por el apresamiento de dos dirigentes de la federación, el Ejército masacró e hirió a mineros, esposas e hijos de estos. Lejos de amedrentarlos, la represión hizo que se intensificara la huelga durante algunos días más. El desenlace de la misma fue sumamente desfavorable para los trabajadores: sumado a las víctimas de la represión –según la publicación anarquista de Argentina “La Antorcha” (5/10/1923) hubo cuarenta muertos y cien heridos–, no consiguieron lo que reclamaban y se dividió la federación en dos secciones (lo cual determinó su virtual disolución), a la vez que se confinó en lejanas regiones a sus “elementos más peligrosos”. Dicho conflicto constituyó el momento culminante de la serie de huelgas mencionadas más arriba y tal como sucedió en aquellos conflictos, había anarquistas entre los trabajadores organizados.
El período 1920 – 1927 estuvo signado por una gran difusión del anarquismo y una maduración de las ideas libertarias, lo cual cristalizó en dos hechos significativos: la formación de grupos de estudio y de El primero de los grupos propagandísticos en hacer su aparición fue el Centro Obrero Libertario. En él convivieron artesanos y obreros marxistas y anarquistas, predominando los últimos. Estos artesanos libertarios fueron el eje de nuevos grupos, tales como: el Centro Cultural Obrero “Despertar”, el Grupo Libertario “Redención” y el Grupo de Propaganda Libertaria “La Antorcha” (que supo ser el más influyente de La Paz). La propaganda estaba particularmente dirigida hacia los trabajadores, sindicatos y federaciones obreras; los métodos de difusión empleados eran las veladas libertarias, las conferencias y la distribución de periódicos o manifiestos. Para 1926, los núcleos de propaganda anarquista se habían multiplicado en La Paz (habiendo surgido la Agrupación Comunista Anárquica “Sembrando Ideas” y el Grupo “Brazo y Cerebro”) y se habían extendido geográficamente a otras regiones de Bolivia: así, encontramos en Oruro el Centro Obrero Internacional y en Sucre la escuela racionalista Ferrer y Guardia. Además, durante esos años se publicaron por vez primera el periódico “Tierra y Libertad” (Sucre) y “La Tea” (La Paz).
Entre los años 1924 y 1927 se organizaron cuatro importantes sindicatos anarquistas. Estos fueron: el Sindicato Central de Albañiles y Constructores (1924), la Unión de Trabajadores en Madera y la Federación de Artes Mecánicas y Ramas Similares (1925) y la Federación de Sastres y Ramas Similares (1927). Es importante precisar algunas de sus características más relevantes.
En primer lugar, los sindicatos estaban compuestos por trabajadores artesanales (6). Esta cuestión ya se había manifestado en los sindicatos y federaciones obreras previas y tenía que ver con las características de la formación económico-social boliviana, en particular la complejidad de la estructura y el incipiente desarrollo de un proletariado de tipo “moderno”. Estos artesanos poseían algunos rasgos similares a los del artesanado medieval, como ser: la existencia de una división entre maestros y aprendices, los cuales aprendían el oficio de los primeros; la importancia otorgada a la posesión de las herramientas de trabajo, a la pericia y por consiguiente a la calidad del trabajo (en función de lo cual desvalorizaban a la producción en serie) y la construcción de una identidad en común, dada por algunos símbolos visibles (como la ropa).
Una característica determinada por el carácter artesanal de los sindicatos fue la gran heterogeneidad existente dentro de los mismos, pues convivían en ellos tanto maestros y operarios (7) de los pequeños talleres artesanales, así como trabajadores (8) de las maestranzas.
Los artesanos, en un primer momento, se nuclearon en asociaciones mutuales, desde donde surgieron estos sindicatos anarquistas. Aquello que les permitió exigir demandas más bien “proletarias” a la vez que reivindicarse libertarios, tenía que ver con una identificación artesano – obrero, determinada por una multiplicidad de variables. Un factor importante de homologación estaba asociado con los abusos a los que los artesanos estaban sometidos (9). Por su parte, artesanos y obreros sufrían la misma humillación de los capitalistas (10), compartían la dignidad del trabajador (11), padecían las situaciones de crisis de igual manera (12) y los primeros conocían la situación económica de los segundos a partir de su propia experiencia (13). La lucha reivindicativa que desencadenaba esta identificación, llevaba a los maestros artesanos a movilizarse por demandas que incluso los perjudicaban materialmente, como la jornada laboral de ocho horas.
Uno de los asuntos que complejiza aún más la caracterización de estos sindicatos tiene que ver con el elemento étnico. Así, al gremio de los albañiles debe ubicárselo mucho más cerca del mundo indígena que a los carpinteros, mecánicos y sastres, los cuales en su mayoría eran “cholos”. Incluso, en ocasiones existían diferencias étnicas y culturales dentro del mismo gremio (como en el caso de los sastres). Así, “…los gremios artesanales de la ciudad de La Paz se insertaron en una cadena de relaciones de dominación colonial…” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988) en función de la cual los trabajadores eran discriminados por la élite oligárquica tanto por su origen étnico, así como por el hecho que ejercían oficios manuales.
El aumento sostenido de la influencia de las ideas anarquistas (y también marxistas) entre los trabajadores bolivianos fue observado con preocupación por las autoridades estatales. En función de ello, dispusieron una represión sistemática sobre los sindicatos y las federaciones obreras.
Particularmente dicha represión recrudeció durante los festejos del Centenario de Bolivia, en 1925. Las víctimas de la misma fueron no solo los trabajadores “radicalizados”, sino también las personas indiferentes o que impugnaban dichos festejos. La celebración de tal acontecimiento y la represión sobre aquellos sectores demuestra la importancia atribuida por las clases dominantes y el Estado a la cuestión de la identidad nacional, en función de constituir un elemento constructor de consenso muy importante y por lo tanto apaciguador de la conflictividad social. Es importante señalar esto, ya que la interpelación a la “nacionalidad boliviana” será un recurso utilizado recurrentemente en la historia de ese país con el fin de disciplinar a los trabajadores y a sus organizaciones; por lo tanto, debe ser comprendido como un mecanismo más de represión.

En 1926 asumió la presidencia Siles, y la violencia estatal continuó estando a la orden del día. A principios de 1927 se produjo en Oruro, el Tercer Congreso Nacional de Trabajadores. En él se tocaron temas relacionados con la organización nacional de los trabajadores –creándose la Confederación Nacional de Trabajadores– y del proletariado femenino, a la vez que el problema indigenal. En el mismo, “la pugna entre anarquistas (…) y marxistas y socialistas (…) llegó a su punto culminante…” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988), centrándose la discusión en la forma organizativa y los principios que debía adoptar la entidad sindical creada. Para Lora, las resoluciones tuvieron una “…indiscutible filiación marxista y [el documento donde se condensaron] puede ser considerado como un antecedente de la futura ‘Tesis de Pulacayo’” (Lora; 1970). No obstante, tal como plantean Rivera Cusicanqui y Lehm (1988), si bien no se puede hablar de una filiación ideológica “indiscutible”, hubo distintas resoluciones que tuvieron una impronta abiertamente anarquista: en particular, la organización federalista de la matriz sindical, la adopción del principio del apoliticismo y de la acción directa (14) como mecanismo principal de lucha.

El auge

En 1927 se fundó en La Paz la Federación Obrera Local (FOL), la cual “…orientó firmemente sus acciones en el marco de los principios doctrinarios y organizativos del sindicalismo libertario” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988), esto es: el federalismo, el apoliticismo y la acción directa. La FOL fue fundada a instancias de la Unión de Trabajadores de la Madera, aglutinando inicialmente a la Federación de Artes Mecánicas y R.S., el Sindicato Central de Albañiles y Constructores, la Federación de Sastres y R.S. y la Unión de Trabajadores de la Zona Norte. El elemento artesanal dentro de la FOL fue preponderante, pero esto no excluyó la federación de sindicatos de obreros fabriles (como ser trabajadores de la cerveza, fósforos, cartones, textiles y matarifes).
Para Lora “las organizaciones de ácratas fueron, en gran medida, obra de extranjeros…” (Lora; 1970), comentario refutado por Rivera Cusicanqui y Lehm (1988) por considerarlo falaz. En realidad, la cuestión es más compleja. En muchos casos, las ideas anarquistas eran aprehendidas por los trabajadores en función de su situación de clase y las injusticias que les tocaban vivir, antes que por la influencia de sus compañeros de trabajo extranjeros (15). Con esto no se pretende desestimar la importancia que tuvo y continuaba teniendo la propaganda anarquista proveniente del exterior, sino dar cuenta de un proceso complejo donde interactuaba esta con las condiciones materiales de existencia y la experiencia de cada trabajador.
También en 1927 fue fundado el Sindicato Femenino de Oficios Varios, el cual se adhirió a la FOL. El sindicato estaba integrado por compañeras vinculadas a los militantes masculinos de la aquella federación, las cuales pertenecían a distintos gremios como el de culinarias, lavanderas, lecheras, floristas y vendedoras de mercados. Durante ese mismo año, conforme fueron organizándose las trabajadoras de estos distintos gremios, cambió su nombre al de Federación Obrera Femenina (FOF). Sus reivindicaciones, según Dibbits, Peredo, Volgger y Wadsworth (1989), tenían que ver con cuestiones específicas y puntuales, como ser: la construcción de mercados sectoriales y el rechazo a la institución colonial del “Maestro mayorazgo” (16).
Además de la cuestión sindical, la FOL desarrolló sus labores en una multiplicidad de campos de lucha. En cuanto a las actividades específicamente anarquistas, realizó propaganda y difusión a través de su publicación “Humanidad” y las veladas libertarias por ella organizadas; también realizó campañas de solidaridad por activistas ácratas presos en el exterior. En cuanto a las actividades que tenían que ver más con su inserción social, participó activamente en la conquista de la jornada laboral de ocho horas y buscó establecer vínculos con los dirigentes de revueltas indígenas acontecidas en el campo, a la vez que organizar espacios de apoyo para sus luchas.
Más allá de la real importancia que para los indígenas pudieron haber tenido estos contactos, es importante señalar su impacto en la reelaboración de la ideología anarquista por parte de los militantes folistas. Probablemente “…estos vínculos hubiesen reafirmado en algunos dirigentes anarquistas su comprensión de las reivindicaciones indias como un eje fundamental de las luchas emancipadoras del pueblo trabajador” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988). Dicha cuestión determinó una temprana identificación (una “hermandad”) entre los trabajadores manuales de la ciudad y los indígenas del campo, en función su común pertenencia al grupo de los “parias” y su oposición a los “parásitos de la sociedad”: “¿Cuántos han quedado con vida? Nadie lo sabe. (…) ¡Oh, hermanos indígenas sobrevivientes de la horrorosa matanza [de Chayanta]! Lo sabremos, sí, cuando el momento de la revancha llegue, esto es, cuando la vida de los parásitos será cosa tan sin importancia como para ellos ha sido la vida de los parias” (La Antorcha; 2/9/1927).
Por todo esto se puede concluir que el anarquismo en Bolivia, si bien compartía los rasgos ideológicos fundamentales con aquella doctrina europea y occidental, desarrolló especificidades propias y fue resignificado en función de los elementos que lo rodeaban: en particular, la preponderancia del artesanado urbano en el movimiento obrero y la problemática indígena.
El crecimiento de la militancia anarquista se extendió a otras ciudades importantes de Bolivia. Así, en 1930 algunos libertarios reorganizaron a la FOT orureña, en función de que la antigua federación se había desorganizado. “La FOT anarquista resultó ser una organización masiva, fuertemente disciplinada, combativa y activísima” (Lora; 1970). Esta valoración positiva de las actividades de la FOT tiene que ver con: la gran labor organizativa llevada a cabo por sus miembros, quienes propiciaron la organización de nuevos sindicatos (de mineros, carpinteros, ferroviarios y vendedoras de mercados) –los cuales se adhirieron rápidamente a la FOT– y el sostenimiento de una publicación (denominada “El Proletario” y luego “La Protesta”).
El surgimiento y consolidación de las organizaciones ácratas y el creciente reclamo por demandas obreras generaron cierta preocupación entre las autoridades estatales, quienes apelaron nuevamente a la represión. “La oleada represiva se fue haciendo cada vez más dura, a medida que crecía el descontento popular por la agudización de la crisis económica” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988). La crisis de 1930 tuvo serias repercusiones sobre la dependiente estructura económica, pues al caer abruptamente el precio internacional del estaño, se produjo una paralización de la economía. Esto tuvo como contraparte el crecimiento de la conflictividad social, la cual fue canalizada principalmente por las organizaciones anarquistas, intensificándose sus actividades y sus luchas y obteniendo así un rol protagónico dentro del movimiento obrero.
En 1930, en Oruro, se realizó el Cuarto Congreso Nacional de Trabajadores. El mismo estuvo dominado por los anarquistas, lo cual se explica en función de la importancia alcanzada por aquellos entre los artesanos y trabajadores. Ante esta situación los delegados marxistas y socialistas abandonaron el Congreso y desconocieron las resoluciones por él adoptadas. Esa mayoría ácrata repercutió en el contenido (netamente libertario) de la Declaración de Principios de la Confederación Nacional del Trabajo y en su transformación: la misma fue reorganizada según principios similares a los de la FORA argentina, cambió su nombre al de Confederación Obrera Regional Boliviana y fue afiliada a Asociación Continental Americana de Trabajadores anarquista.
Muy pronto, el nuevo gobierno del Gral. Blanco Galindo optó por utilizar la represión para disciplinar al conflictivo movimiento obrero, centrándose particularmente sobre los anarquistas. Así, se clausuró el local de la FOT orureña y se allanó el de la FOL, confinando a sus “dirigentes” a Todos Santos (en el Chapare) y se encarceló a las principales sindicalistas de la FOF. Para Lora “…la Confederación [Obrera Regional Boliviana] (…) no actuó porque inmediatamente vino la represión gubernamental a descabezar al equipo dirigente del anarquismo…”, (Lora; 1970) lo cual es desestimado por Rivera Cusicanqui y Lehm (1988), quienes consideran que el federalismo anarquista, al poner el acento en la organización desde las bases, permitía amortiguar los efectos de tales medidas represivas. Lo que es más, el destierro daba la posibilidad a los militantes anarquistas de difundir sus ideas en los lugares a donde estaban confinados (17). A su vez, durante este período, las actividades de los trabajadores continuaron desarrollándose. De hecho, en 1931 los anarquistas pasaron a la ofensiva y llevaron a cabo a acciones armadas contra blancos militares (18).
Ante esta situación de agitación que se intensificaba a pesar de la represión, las autoridades consideraron que los mecanismos represivos a su disposición eran insuficientes. Por ello, desde el gobierno de Salamanca –que asumió en 1931– se presentó al Congreso un proyecto de Ley de “Defensa Social”, en el que se cancelaban libertades y derechos de los trabajadores. Buscando frenar su sanción, la FOL y FOT de Oruro realizaron una alianza táctica con la FOT marxista. En esa dirección, realizaron conjuntamente mitines, manifestaciones públicas y propaganda, y así consiguieron detener la aprobación de la ley anti-obrera, en enero de 1932.
En el mismo sentido represivo debe leerse el conflicto bélico desatado ese año entre Bolivia y Paraguay. El efecto disciplinador de la Guerra del Chaco tenía que ver con que mancomunando a la población a partir de un sentimiento nacionalista y patriótico, las clases dominantes buscaban canalizar el desánimo generalizado a la vez que aislar de la sociedad a los revolucionarios que se oponían a la guerra. Debido a ello, y también al internacionalismo (19) y antibelicismo propio de los anarquistas, la FOL y FOT orureña se opusieron a la contienda, desarrollando una campaña antibélica, a la que también se sumó la FOT marxista. La represión cayó con dureza sobre aquellos que manifestaron públicamente su oposición a la guerra. Además, gran parte de los trabajadores desoyeron su predicamento, pues apoyaron masivamente la participación de Bolivia en el conflicto. En función de ello, el movimiento antibelicista fue decayendo en importancia conforme se desarrollaba la sangría boliviana y paraguaya en el Chaco Boreal.
Para Lora esta represión (iniciada a principios de los treinta) fue una de las causas determinantes de la “defunción” del anarquismo boliviano. Pero la violencia estatal, si bien determinó una merma de las actividades de los anarquistas, no implicó su desaparición, debido a que aquellos lograron amortiguar el impacto de la represión y continuaron movilizándose, a la vez que luego de dicho período –aunque con crecientes dificultades– prosiguieron con su labor revolucionaria.
En 1935 la Guerra del Chaco llegó a su fin. El desenlace fue desastroso para Bolivia: murieron 50.000 hombres (además de otro tanto de heridos y prisioneros) y perdió parte del territorio en disputa. Este resultado determinó el fracaso político de la élite oligárquica-liberal rosquera, en función de dos cuestiones. En primer lugar, la misma fue considerada por la población como culpable de la derrota. En segundo lugar, se quebró el modelo restringido de participación política y ciudadana sobre el que esta élite se sustentaba, puesto que quienes regresaron de la guerra, consideraron que su actuación en la misma les había otorgado la prerrogativa de reclamar por sus derechos ciudadanos, antes negados.
Este particular escenario político se conjugó con una penosa situación económica (signada por la inflación, la desocupación y el desabastecimiento), provocando una huelga general e insurrección popular durante el mes de mayo de 1936, en la que tuvieron una importante participación la FOT y la FOL. La insurrección del 36’ hizo tambalear el sistema de dominación, pero los trabajadores organizados no lograron concretar en la realidad su experiencia de lucha y su perspectiva revolucionaria. Así, la situación fue capitalizada por un movimiento de oficiales jóvenes y progresistas del Ejército, liderado por los coroneles Toro y Busch. Dicho movimiento encabezó un golpe de Estado contra el presidente Tejada Sorzano (que en 1934 había suplantado a Salamanca) y se hizo del poder, inaugurándose así el período del “socialismo militar”.
Una de las primeras medidas llevadas adelante por esta nueva élite gobernante tuvo que ver con la reorganización del sindicalismo, a partir de lo cual se buscaba ceñir su dependencia con el Estado. Así pues, se estableció la obligatoriedad de sindicalización de todos los trabajadores y se resolvió la creación de la Confederación Sindical de Trabajadores de Bolivia (CSTB), la cual estaría estrechamente asociada al poder estatal. Pese a la contradicción que implicaba este nuevo modelo sindical con el anarcosindicalismo, el mismo fue aceptado por muchos libertarios:
la FOT orureña hizo opción por participar conjuntamente con el nuevo gobierno, mientras que un importante número de cuadros de la FOL se asoció con la FOT marxista, dando surgimiento al Frente Único Sindical (FUS) luego estructurado en la CSTB.

La reorientación de las actividades

Para Rivera Cusicanqui y Lehm (1988) la Guerra del Chaco constituyó una bisagra en la historia del anarquismo boliviano. El surgimiento de un “sindicalismo dirigido” determinó una merma importante de sus actividades. Particularmente, en la FOL quedaron como únicos gremios afiliados el Sindicato de Trabajadores de la Curtiembre “El Inca” y la Unión de Trabajadores en Madera. A su vez, en 1937 se dictó un Decreto Ley que ilegalizaba a las organizaciones comunistas y anarquistas, vedando de ese modo la actividad de la FOL.
No obstante, estas cuestiones no determinaron el ocaso de la experiencia libertaria boliviana, tal como se interpreta del estudio de Lora (1980). En realidad, las actividades anarquistas se reorientaron en dos sentidos. En primer lugar, desde mediados de la década del treinta hasta los cincuenta, la reorganizada FOF se convirtió en el puntal de la FOL y del anarquismo militante. En segundo lugar, a mediados de la década del cuarenta el anarquismo logró revitalizarse con el surgimiento de la Federación Agraria Departamental.
Los sindicatos femeninos no sufrieron las mismas vicisitudes que los masculinos luego de la guerra, sino que encontraron en ese período un momento propicio para la reorganización y el aumento de sus luchas. El primer sindicato en organizarse fue la Unión Sindical de Culinarias, en 1935, buscando revertir la prohibición de viajar en tren “por las molestias que con sus canastas ocasionaban a las señoras de la alta sociedad”. En 1936 se fundó la Unión Femenina de Floristas; ellas exigían a las autoridades la construcción de un nuevo mercado, debido a que su antiguo lugar de trabajo había sido arrasado por el desborde de un río. “El carácter tan concreto de las demandas de estos sindicatos y el gran arraigo de base que consiguieron (…), permitió que este impulso organizativo se extendiera [entre 1938 y 1940] hacia otros sectores, principalmente de vendedoras de distintos productos en los mercados callejeros de la ciudad, quienes se unieron en torno a la tan sentida demanda de mercados municipales” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988). Estos sindicatos estuvieron adheridos a la FOL hasta 1939, año en el que pasaron a integrar la reorganizada FOF. A fines de los cuarenta se formó y nucleó en su seno, el Sindicato de Viajeras al Altiplano. Este aglutinaba a mujeres que compraban y vendían productos en la frontera del Perú (léase contrabandistas), que estaban sometidas a los abusos de las autoridades aduaneras.
Así como los motivos que determinaron la fundación de estos sindicatos tenían que ver con cuestiones muy puntuales, las demandas y acciones de cada uno de ellos fueron formuladas en la misma dirección. Principalmente, la lucha de las culinarias, floristas, recoveras y viajeras estuvo dirigida contra las exigencias arbitrarias, vejámenes y abusos propiciados por las autoridades estatales: la policía, las Maestras Mayores y las autoridades aduaneras. A su vez, exigieron la construcción de nuevos mercados y se pronunciaron contra el aumento de los precios de determinados bienes (productos de primera necesidad) y servicios (el pasaje de tren). Otra cuestión presente en las reivindicaciones de las trabajadoras tenía que ver con el respeto de su profesión, puesto que consideraban sus actividades como un verdadero servicio a la comunidad. “Además de las reivindicaciones económicas y laborales, las mujeres de la FOF expresaron también reivindicaciones directamente ligadas con su condición de mujeres, madres y compañeras o esposas” (Dibbits – Peredo – Volgger – Wadsworth; 1989), tales como la construcción de guarderías, el derecho al divorcio y la igualdad legal entre hijos legítimos e hijos naturales.
Más allá que estas demandas y acciones tenían que ver con la defensa de los intereses particulares de las mujeres trabajadoras nucleadas en la FOF, las mismas nunca perdieron de vista su perspectiva revolucionaria y por ello sus reivindicaciones estuvieron articuladas en relación a un cambio estructural de la sociedad. Así, la lucha contra los abusos de las autoridades se traducía en una perspectiva antiestatista, cuestión que las vinculaba al anarquismo; también los principios ácratas del federalismo y la horizontalidad calaron hondo en ellas.
Estas cuestiones, sumadas al hecho que entre 1939 y 1945 la FOL estuvo sumida en un “letargo”, determinaron que la FOF fuera el sostén de la FOL. Por eso, las actividades desplegadas por los sindicatos femeninos constituyeron el eje del sindicalismo libertario hasta 1946.
A partir de ese año se produjo una revitalización de la FOL, dada por el surgimiento de la Federación Agraria Departamental (FAD). Dicho suceso debe inscribirse en el contexto de gran agitación rural desplegada luego de producido el Primer Congreso Indigenal de La Paz en 1945(20). La FAD surgió en diciembre de 1946 a partir de la reunión de distintos sindicatos campesinos del Altiplano; miembros de la FOL tuvieron un activo rol en la formación de algunos de estos. Así, su relación con la FOL fue muy estrecha: luego de su fundación, la FAD entabló un “pacto solidario” con la primera y ambas federaciones –junto con la FOF– marcharon juntas el 1° de Mayo. “La FAD se propuso luchar por las siguientes reivindicaciones: 1) libertad de organización y respeto a las garantías que otorga la ley; 2) abolición del pongueaje en ‘toda su amplitud’; 3) impedir que los colonos sean echados de las fincas por represalias patronales contra la organización agraria; 4) creación de escuelas indigenales en todas las fincas, cuyos gastos sufragarían los patrones y el Estado; 5) inalienabilidad del domicilio; 6) libertad a los presos campesinos y que no se los trate como a ‘vulgares delincuentes’” (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988).
En 1947 se produjeron una serie de levantamientos campesinos en el Altiplano. Las sublevaciones de Caquiaviri y Tananoca (áreas de influencia de la FAD y la FOL) se caracterizaron por un alto grado de violencia y por una masiva participación indígena.
La represión estatal, de gran magnitud, no se hizo esperar: la misma fue aplicada tanto sobre los indígenas, así como sobre los folistas involucrados con su causa. Los primeros fueron confinados en el Ichilo (en la Selva Oriental), mientras que los segundos fueron encarcelados en La Paz.

El ocaso

Hacia 1947, la FOL nucleaba diversos sindicatos(21); es decir, había logrado superar el letargo que había atravesado el pasado lustro, aunque su vitalidad era incomparablemente menor a la que otrora alcanzó. En función de ello, cada golpe que a partir de entonces la FOL hubo de sufrir, fue mortal: entre ellos, la liquidación de la FAD y la represión que padeció sostenidamente hasta 1951 y que –a diferencia de los treinta– no consiguió amortiguar. Esta brutal represión se conjugó con otros elementos, y juntos determinaron el fin de la experiencia anarquista boliviana.
En 1952, la situación política hubo de estallar. En mayo de 1951, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)(22) ganó las elecciones, pero su resultado fue impugnado por un Golpe de Estado. Vedada la salida electoral, el 9 de abril de ese 1952 se produjo una insurrección popular, de la que tomaron parte principalmente obreros mineros, campesinos, “pobres urbanos” y sectores medios nucleados en el MNR. También miembros de los sindicatos anarquistas que todavía se mantenían en pie, participaron de las luchas callejeras. El fin del levantamiento tuvo como resultado la toma del poder por parte del MNR y la disolución del ejército reaccionario.
La reorganización estatal dio inicio a un nuevo proceso de cooptación y manipulación sindical, en tanto que la recientemente creada Central Obrera Boliviana (COB) –que se constituyó en el órgano de cogobierno del MNR– buscó (y de hecho consiguió) aglutinar a la totalidad de los sindicatos existentes. Frente a esto, los sindicatos adheridos a la FOL tuvieron dos opciones: desaparecer o afiliarse a la COB. La cooptación afectó a todos los sindicatos libertarios por en el tiempo que le tomó a cada uno integrarse a las estructuras sindicales del Estado. Los sindicatos masculinos así como los campesinos, debilitados por la represión, fueron inmediatamente absorbidos por la COB y la FOL se disolvió meses después del advenimiento de la revolución. Mientras tanto, los sindicatos femeninos y la FOF se mantuvieron en pie durante algún tiempo más. Pero las distintas dinámicas de organización sindical plasmadas en la COB y la FOF, y la afiliación de esta a la Confederación Sindical de Trabajadores Gremiales (creada en 1955) determinaron la desaparición definitiva de la mayoría de sindicatos de recoveras.
Otro de los factores influyentes en el ocaso de los sindicatos libertarios, tuvo que ver con el proceso de creciente desvalorización y desplazamiento del trabajo artesanal. Esto se debió a tres cuestiones. La primera de ellas debe comprenderse en función del proceso de industrialización (acelerado a partir de la década del treinta), cuya producción barata y en serie desplazó el trabajo calificado artesanal. Por su parte, la revolución de 1952 contribuyó a este proceso, en un doble sentido. Por un lado, la vieja oligarquía dejó de tener sus anteriores prerrogativas sociopolíticas y por ello revirtió sus hábitos de consumo, contrayéndose la demanda de bienes antes producidos por los artesanos. Por el otro, luego del proceso del 52’ (particularmente a partir de la reforma agraria de 1953) muchos migrantes indígenas hubieron de arribar a las ciudades desde el agro. Los mismos, en función de sus urgencias económicas, se emplearon por sueldos más bajos de los que percibían los artesanos y así ocuparon sus anteriores puestos de trabajo.
Todos estos factores se conjugaron para determinar el ocaso de una rica e importante experiencia de lucha, llevada adelante por los artesanos y trabajadores libertarios de Bolivia.

A modo de conclusión

Habiendo recorrido la experiencia anarquista boliviana, es posible arribar a algunas conclusiones.
En primer lugar, hemos podido comprobar que los libertarios tuvieron un rol, dentro del movimiento obrero boliviano, de gran trascendencia en muchos niveles. La importancia de aquellos en el movimiento obrero boliviano varió con el tiempo, acorde a las circunstancias políticas, económicas y sociales de Bolivia. En la primera y segunda década del pasado siglo la propaganda anarquista fue muy intensa, influenciando organizativa y políticamente a los primeros nucleamientos sindicales. A partir de 1920, se inició un período de maduración que desembocó en la organización de centros de propaganda, sindicatos y federaciones anarquistas, llegando los libertarios a finales de ese decenio a preponderar en el medio obrero. La represión estatal administrada a principios de los treinta y sobre todo la Guerra del Chaco, cumplieron –en parte– su objetivo: para los anarquistas se iniciaba una tendencia regresiva que no podría ser revertida. No obstante, estos episodios no significaron la “defunción” del anarquismo, puesto que en función de su fuerza y organización previa, los libertarios lograron reorientar sus actividades y así seguir constituyendo una importante corriente en el movimiento obrero-campesino. Paradójicamente fue un proceso revolucionario el que atestó el golpe final contra los anarquistas; ello se debía a las distintas formas sindicales y perspectivas revolucionarias planteadas, por un lado, en el anarquismo y, por el otro, en el nacionalismo de izquierda contenido en el MNR.
En segundo lugar, hemos intentado dar cuenta a lo largo del trabajo, que el anarquismo en Bolivia si bien siguió los principales lineamientos de esta doctrina surgida durante el SXIX en Europa, fue resignificado en función de las características propias de aquel país y de la experiencia cotidiana de los trabajadores y las trabajadoras. Así, las ideas libertarias estuvieron encarnadas en artesanos calificados y cholas cocineras o vendedoras callejeras; a la vez que fueron influenciadas y reelaboradas a partir de cuestiones y reivindicaciones propiamente indígenas. Enfocaremos en este particular eje en los próximos números de esta publicación, puesto que –como señalamos al principio– constituye un buen punto de partida para comenzar a repensar el anarquismo desde América Latina.
Queda como una tarea pendiente poder desentrañar cuál fue la influencia de los anarquistas en el proceso revolucionario de 1952. Si bien dicho proceso significó el ocaso del movimiento libertario, se podría aventurar que la combatividad y la radicalidad de los planteos ácratas pudieron haber influido positivamente en el imaginario de los trabajadores y campesinos protagonistas de las jornadas de lucha de abril del 52’. Permanece abierta la cuestión para futuras investigaciones.

NOTAS

(1) “En la maestranza habían maestros de diferente nacionalidad. Habían caldereros argentinos, horneros peruanos y chilenos, habían ecuatorianos, de todas las nacionalidades había en la maestranza, en la fundición también. (…) Cuando uno reclamaba individualmente en la oficina [por los abusos de los patrones y las condiciones de trabajo], no había respuesta, entonces ya tenían conocimiento los compañeros del exterior y decían: –Hay que formar un sindicato.” Entrevista a Santiago Ordoñez, Cochabamba, 17-VIII-1986 y 21-I-1987 (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988). Es necesario tener en cuenta que la fundación del Sindicato de Mecánicos se dio en 1925. Así, se evidencia en las palabras de Ordoñez que la difusión del anarquismo en Bolivia no se dio de una vez y para siempre durante la primer década del SXX, sino que fue un desarrollo histórico de más larga duración que abarcó las primeras tres décadas de aquel siglo, aunque lógicamente tuvo su cénit durante la primera de ellas.
(2) El sentido que adquiere en este trabajo la expresión “movimiento obrero” debe comprenderse en función de la estructura económica boliviana y el ordenamiento de clases por ella determinada. La economía de enclave, basada en la monoproducción de estaño, determinó el surgimiento de un incipiente proletariado de tipo “moderno” y la pervivencia de un importante sector artesanal en las ciudades. Así, al referirnos a “movimiento obrero”, estaremos incluyendo dentro de esta categoría tanto a los obreros mineros como a los artesanos urbanos.
(3) En oposición a la lógica verticalista del centralismo democrático marxista, el anarquismo propone la necesidad de una organización horizontal y federalista, es decir, la organización desde las bases hasta los estratos superiores de la sociedad (de “abajo hacia arriba”). Su vertiente sindical –el anarcosindicalismo– posee un funcionamiento interno basado en los mismos principios, planteando como fundamental la participación igualitaria de todos los trabajadores (horizontalidad), en el sentido que todos tienen igual derecho a opinar, hacer propuestas y votar las acciones del sindicato.
Los delegados y secretarios de los sindicatos solo obedecen al mandato de las bases (federalismo) –en oposición a otras formas de sindicalismo en donde el secretariado define las acciones de las bases–, y cualquier desvío se traduce en su revocación e inmediato reemplazo.
(4) Otro de los principios constitutivos del anarcosindicalismo es el apoliticismo. En tanto que la clase obrera participa ella misma en la búsqueda de concretar sus intereses y reivindicaciones (tal como se planteó en la 1° Internacional: “la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”), no apoya ni permite alianzas con ningún partido político, sea este de izquierda o de derecha. Para los anarquistas, los “políticos” e intelectuales son elementos ajenos a la clase trabajadora, los cuales tienden a manipular a los sindicatos en función de sus propios intereses.
(5) Ver Barcelli, Agustín (1976). Medio siglo de luchas sindicales revolucionarias en Bolivia (1905-1955). La Paz: Editorial del Estado y Lora, Guillermo (1970). Historia del Movimiento Obrero Boliviano, Tomo III. La Paz: Editorial Los Amigos del Libro.
(6) La categoría de “trabajador artesanal” o “artesano” (definida a continuación), engloba tanto a los “maestros artesanos” como a los “operarios” o “aprendices”.
(7) Entendemos por “maestros artesanos” a aquellos trabajadores artesanales, dueños de un pequeño taller, en el que eran empleados “operarios” (o “aprendices”). Estos, aprendían el oficio de los primeros y eventualmente (si las condiciones económicas se lo permitían) abrían su propio taller. Esta categorización es posible verla con claridad en el gremio de los sastres, aunque aparece también en el caso de los albañiles y los carpinteros.
(8) Tomado la definición marxista, entendemos por “trabajador”, “obrero” o “proletario” a aquel sector de la sociedad, obligado por sus condiciones materiales de existencia (la no posesión de los medios de producción) a vender su fuerza de trabajo al sector poseedor de aquellos, es decir, a los capitalistas. En este sentido, la diferencia esencial entre un “artesano” y un “trabajador”, “obrero” o “proletario” reside en la posesión o no de los medios de producción, lo cual determina la compulsión económica del trabajador a vender en el mercado la mercancía fuerza de trabajo. En el caso particular de Bolivia, teniendo en cuenta la caracterización de su formación económico – social, se puede encontrar a este sector en las minas, en las pequeñas industrias urbanas y en las maestranzas.
(9) Por eso, los miembros del Sindicato Central de Albañiles, procedieron en un primer momento (durante la entrevista) a autodenominarse ‘maestros’ (“…como La Paz era chiquita, los maestros nos conocíamos nomás (…). Los buenos maestros éramos contados…”), y luego, al hablar de los abusos a los que diariamente estaban sometidos, pasaron a referirse a ellos mismos como ‘obreros’ (“los señores gamonales de aquella época siempre eran abusivos con los obreros, en cada casa que se entraba a trabajar, lo que los dueños querían nos pagaban (…), no había a quien quejarse (…). Había que trabajar de seis a seis y más antes, de seis de la mañana a ocho de la noche. (…) No había cemento, se trabajaba con cal y nuestras manos se partían, y así teníamos que trabajar. Todos éramos como asalariados, jornaleros, no nos dejaban descansar ni horas completas, nos hacían perseguir con capataces…”). Entrevistas colectivas al Sindicato Central de Constructores, La Paz, 17-II-1986; 12-III-1986; 18-III-1986 y 25-IV-1986 (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988).
(10) “…Tanto obreros como artesanos están confundidos por la prepotencia del que tiene dinero, y esa humillación es la que hace precisamente que estén unidos, por su dignidad misma, porque se creen tan capaces como aquel que tiene dinero y dirige…” Entrevistas colectivas (JC, MM, JN, TP, LR), La Paz, 12-VI-1986; 28-VI-1986; 18-X-1986; 26-XI-1986; 14-II-1987; 14-III-1987; 28-III-1987; 22-IV-1987 y 22-VII-1987 (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988).
(11) “…Por eso luchan [artesanos y obreros]… Por la dignidad del que trabaja.” Ibídem.
(12) “Al artesano, por lo general, se le presentan momentos oportunos en que puede ganarse, que le puede rendir bien y hay momentos en que le ha dejado de rendir su trabajo, y entonces está sujeto a la misma contingencia del operario.” Ibídem.
(13) “Ese artesano (…) sabe que lo que gana el operario no le alcanza, eso lo sabe en carne propia; porque el maestrito, hasta hacerse maestrito, también ha salido de ahí para ser maestro.” Ibídem.
(14) Para los anarquistas, la acción directa (que comprende: sabotajes, atentados, rebeliones, alzamientos populares, huelgas generales, etc.) constituye la principal vía para alcanzar su horizonte revolucionario; por ello, en función de su impronta antiestatista, el voto o la participación electoral no es de ningún modo viable.
(15) “… ¿Qué creerá la gente tonta?: – ¡No hay que meterse con éstos [anarquistas argentinos], son peligrosos! Te van a hablar de las ideas libertarias, te van a decir que vas a hacer esto, o esto (…) – ¡No! Solamente el hombre adquiere esas ideas porque son para él posibles de conocer (…) En mi caso, a mí nadie me ha enseñado, yo he aprendido del trabajo, con los compañeros obreros, con los maestros. Pasaba una y otra injusticia y ellos empezaban a discutir en el trabajo” Entrevista a Santiago Ordoñez, Op. Cit.
(16) En todos los mercados, la Maestra mayor hacía las veces de intermediadora entre las autoridades y las vendedoras, a partir de lo cual perjudicaba a estas últimas.
(17) “…No se da cuenta el gobierno, el estado, los agentes del capitalismo que están mandando gente de cultura revolucionaria (…) que llevan las ideas a donde ni siquiera saben leer ni escribir. [Por eso] (…) el gobierno mismo se está encargando para hacer propaganda revolucionaria donde ni siquiera leen los periódicos.” Entrevista a Teodoro Peñaloza, La Paz, 16-VIII-1986 (Lehm – Rivera Cusicanqui; 1988).
(18) “…Una red de activistas (…) desató una ola de explosiones y tiroteos cerca del cuartel de Miraflores y otras zonas de La Paz, en una confusa y oscura acción durante la noche del 11 de febrero [de 1931]. Este acto subversivo fracasó y hubieron varios detenidos, pero la conspiración continuó desarrollándose subterráneamente: la madrugada del 11 de septiembre miembros armados de la FOL, utilizando un automóvil, intentaron asaltar el cuartel de Miraflores con la ayuda de una parte del regimiento Colorados que se amotinó (…). El cuartel fue convulsionado por los conscriptos rebeldes quienes después de ocasionar la muerte de un subteniente se lanzaron al ataque de la comisaría seccional de la policía de Miraflores. (…) Otra vez el resultado de la acción fue la detención de varias personas…” (Rodríguez García; 2006)
(19) El anarquismo es una doctrina internacionalista, en el sentido que considera que los trabajadores de todo el mundo sufren iguales condiciones de explotación y por lo tanto deben unirse en sus luchas. Las fronteras nacionales son planteadas por dicha doctrina como una creación arbitraria de la burguesía para mantener a los trabajadores sojuzgados. Por eso, la revolución social, antes que ser nacional, debe comprenderse como un proceso de la clase obrera mundial.
(20) En él, el Presidente Gualberto Villarroel decretó la abolición del ponguaje, mitanaje y colonato, dejando intacta la cuestión de la redistribución de la tierra a los indígenas.
(21) La Federación de Inquilinos; la Unión Sindical de Trabajadores de Madera; el Sindicato de Trabajadores Christian Nielsen; los sindicatos de trabajadores en cuero (de Curtiembre “El Inca”), mosaico y mármoles y de hospitales; la FAD y la FOL, que contaban ellas mismas con numerosos sindicatos.
(22) El MNR se formó en la década del cuarenta. Ideológicamente se lo puede definir como un “nacionalismo de izquierda”. Durante esa década, fue ganando influencia entre los sectores medios y gran parte de los trabajadores mineros y campesinos, como consecuencia de la rotura del modelo oligárquico-liberal de participación política y ciudadana en el período de posguerra.

Bibliografía consultada:
Barcelli, Agustín
(1976). Medio siglo de luchas sindicales revolucionarias en Bolivia (1905-1955). La Paz: Editorial del Estado.
Cappelletti, Angel (1990). “El anarconsindicalismo en Bolivia”. En Hechos y figuras del Anarquismo Hispanoamericano (138 páginas). Madrid: Ediciones Madre Tierra.
Dibbits, Ineke; Peredo, Elizabeth; Volgger, Ruth; Wadsworth, Cecilia (1989). Polleras libertarias. Federación Obrera Femenina (1927 – 1965). La Paz: Tahipamu/Hisbol.
Lehm, Zulema; Rivera Cusicanqui, Silvia (1988). Los artesanos libertarios y la ética del trabajo. La Paz: Ediciones del THOA.
Lora, Guillermo (1969). Historia del Movimiento Obrero Boliviano, Tomo II. La Paz: Editorial Los Amigos del Libro.
Lora, Guillermo (1970). Historia del Movimiento Obrero Boliviano, Tomo III. La Paz: Editorial Los Amigos del Libro.
Lora, Guillermo (1980). Historia del Movimiento Obrero Boliviano, Tomo IV. La Paz: Editorial Los Amigos del Libro.
Lorini, Irma (1994). El movimiento socialista “embrionario” en Bolivia 1920-1939. Entre nuevas ideas y residuos de la sociedad tradicional. La Paz: Editorial Los Amigos del Libro.
Mires, Fernando (2005). La rebelión permanente. México: Siglo XXI.
Rodríguez García, Huáscar (2006). El anarcosindicalismo en el movimiento obrero boliviano (1912 – 1964). Disertación no publicada. Universidad Mayor de San Simón. Cochabamba.

Fuentes:
-Entrevistas extraídas de Lehm, Zulema; Rivera Cusicanqui, Silvia (1988). Los artesanos libertarios y la ética del trabajo. La Paz: Ediciones del THOA.
Entrevista a Santiago Ordoñez, Cochabamba, 17-VIII-1986 y 21-I-1987.
Entrevista a Max Mendoza, La Paz, 13-VIII-1986.
Entrevista a José Clavijo, La Paz, 4-XII-1985; 16-XII-1985; 2-I-1986; 2-V-1987 y 23-V-1987.
Entrevista a Teodoro Peñaloza, La Paz, 16-VIII-1986.
Entrevista a Petronila Infantes, La Paz, 4-X-1985.
Entrevistas a José Clavijo, La Paz, 11-III-1986 y 2-V-1987 y Desiderio Osuna, La Paz, 5-X-1985 y 2-XII-1985.
Entrevistas colectivas al Sindicato Central de Constructores, La Paz, 17-II-1986; 12-III-1986; 18III-1986 y 25-IV-1986.
Entrevistas colectivas a José Clavijo, Max Mendoza, Juan Dios de Nieto, Teodoro Peñaloza, Lisandro Rodas, La Paz, 29-X-1986; 14-III-1987; 28-III-1987 y 22-IV-1987.
Entrevistas colectivas (JC, MM, JN, TP, LR), La Paz, 12-VI-1986; 28-VI-1986; 18-X-1986; 26-XI1986; 14-II-1987; 14-III-1987; 28-III-1987; 22-IV-1987 y 22-VII.1987.
- Notas extraídas de la publicación anarquista “La Antorcha”, Buenos Aires, Argentina.
“La represión en América. La tragedia de Uncía”, publicación anarquista “La Antorcha”, N°100, 5 de octubre de 1923, Buenos Aires, Argentina.
“La tragedia de Uncía. Manifiesto al proletariado de Bolivia”, publicación anarquista “La Antorcha”, N°136, 20 de junio de 1924, Buenos Aires, Argentina.
“Bolivia. La celebración de su Centenario. Prisiones, deportaciones y clausura de escuelas”, publicación anarquista “La Antorcha”, Nº 175, 28 de Agosto de 1925, Buenos Aires, Argentina.
“De la ‘Tiranía’ de Saavedra a la ‘Democracia’ de Siles. El terror continúa”, publicación anarquista
“La Antorcha”, Nº 221, 6 de Septiembre de 1926, Buenos Aires, Argentina.
Publicación anarquista “La Antorcha”, Nº 228, 3 de Diciembre de 1926, Buenos Aires, Argentina. “El movimiento de los indígenas”, publicación anarquista “La Antorcha”, Nº 251, 2 de Septiembre de 1927, Buenos Aires, Argentina.


Autora: Ivanna Margarucci – ivannita77@hotmail.com

Publicado en: (de)Construir - Pensmiento Libertario Periférico, N°1, Buenos Aires.