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lunes, 7 de mayo de 2012

Caballo de Troya

Contexto
  
   El aspecto formal y contextual de los hechos ocurridos desde principios de abril respecto al tema de YPF se definió con la decisión política de re-estatización de la empresa de capitales mixtos. El proyecto gubernamental enviado al Congreso define de “interés público nacional y como objetivo prioritario de la República Argentina el logro del autoabastecimiento de hidrocarburos”. Básicamente la decisión tomada gira en torno a la estatización del 51% de las acciones que la empresa española Repsol tiene en YPF. La intervención se efectiviza con un decreto de urgencia que designa al ministro de planificación, julio De Vido, como interventor de la empresa por un plazo de 30 días. A partir de esta medida, el mapa queda configurado de la siguiente manera: el 51% de las acciones pasan al Estado, del cual el 25% se redistribuye en las provincias productoras de crudo y gas, el 26% seguirá siendo propiedad del Estado nacional y el 6,5% quedarán en manos de la empresa española. Donde no habrá variaciones es en las acciones que giran en la bolsa bursátil y en las pertenecientes al grupo Petersen de Enrique Eskenazi, hasta no hace mucho tiempo socio estratégico del gobierno kirchnerista.
   Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) fue crea da en junio de 1922. Desde sus inicios fue el emblema y la bandera con que los diferentes gobiernos defendían y definían sus políticas económicas ya que era una empresa vertebral del andamiaje desarrollista. En la década de los 90 la ola privatizadora llevada adelante por Carlos Menem con el apoyo de los diferentes políticos provinciales directamente vinculados a la extracción de crudo, entre ellos, vaya paradoja, los Kirchner, lleva a que ingresen a YPF capitales privados, otorgándole a la empresa un carácter mixto en su conformación, tirando por la borda el paladín nacionalista por excelencia. La entrada de Repsol, empresa española dedicada a la extracción de crudo, en un país como España sin incidencia real en el área, se da con el beneplácito del arco político argentino que por convicción u omisión fueron partícipes de las privatizaciones de los 90.
   Repsol compró YPF por 13158 millones de dólares en 1999. Hasta 2011, la empresa obtuvo ganancias netas por un total de 16 mil millones de dólares de los cuáles 13 mil millones fueron girados como dividendos. Esto quiere decir que del total de las ganancias, la empresa española giró al exterior más del 85% de la recaudación neta con todo lo que ello implica en lo que las empresas entienden como reinversión. Como consecuencia de esta situación, la economía argentina viene experimentando en los últimos años una caída sistemática en sus reservas energéticas, lo que obligó a importar para paliar la crisis: el estado argentino importó en 2010 4300 millones de dólares en concepto de hidrocarburos y energía, llevando esa cifra a 9300 millones en 2011, y se estima que para 2012 el gasto energético será de alrededor de 12 mil millones.  Este panorama negativo, desde una óptica meramente económica, jugó un papel importante en la decisión tomada. Otro aspecto importante a tener en cuenta es el descubrimiento estratégico que YPF logró confirmar en la región de Vaca Muerta: la tercera reserva mundial de shane gas que le permite al estado nacional situarse en una posición expectante en el mapa energético regional. Aunque la realidad muestra que la tecnología con la que cuenta la empresa no le permite en el corto plazo sacar réditos económicos.

De mediaciones y discursos políticos
 
 Hasta acá un breve recorrido por los aspectos formales y contextuales del  “tema nacional” por excelencia que mantiene en vilo a la clase política y los medios de información de alcance masivo por estos días. Pero para lograr entenderlos un poco más en profundidad es necesario no sólo apelar a los hechos concretos, sino también merece la pena indagar el aspecto simbólico, operatoria discursiva que le da la legitimidad mediática tan indispensable para imponer temas como determinantes en el cotidiano. Desde esta perspectiva lo discursivo adquiere una relevancia importante ya que permite disfrazar, maquillar u ocultar las verdaderas intenciones políticas. En las últimas semanas  las palabras y conceptos más utilizados para defender lo decidido con YPF eran “estatización”, “recuperación”, “expropiación”, “nacional” “ser nacional”, “pertenencia”, “popular”, etc. Todas ellas entrelazadas entre sí fueron perfilando a lo largo de los días el argumento válido para defender el “tema YPF”. De todas ellas, la que más ruido hizo fue la de “expropiación” porque la verdad que su utilización distaba mucho con lo que en realidad estaba pasando y, sin quererlo, fue la misma presidente que con sus declaraciones tiró por la borda su idea al sostener que: “el modelo no es de estatización, que quede claro, sino de recuperación de la soberanía y control de un instrumento fundamental. No será manejada por un grupo empresario nacional ni internacional, sino por el Estado nacional.”
   De lo que hay que hablar en realidad es que se trata de una quita parcial de las acciones de una multinacional petrolera. Quita de concesiones en el caso argentino llevada adelante por las provincias ya que son ellas quienes gestionan los recursos petroleros en este caso puntual. ¿Por qué es quita y no expropiación? Básicamente porque los pozos “recuperados” se van a ofertar (como se viene haciendo en realidad) en nuevas licitaciones por otras empresas trasnacionales asociadas a los gobiernos provinciales ya que éstos no cuentan con la infraestructura adecuada. Un ejemplo claro y contundente es la “empresa fantasma” creada por Néstor Kirchner llamada Enarsa, enclave donde La Cámpora define políticas en hidrocarburos y energía para consumo.
   La medida adoptada, desde una óptica argumental de “recuperación” o “soberanía”, como le gusta hablar a la presidente de “todas y todos los argentinos” muestra una contradicción entre lo que se dice y realmente se hace si tenemos en cuenta la situación de “argentinización” que se experimentó en YPF con el control de la misma en manos del grupo Petersen, del ¿ex socio? Ezkenazi. Lo que molesta ahora al gobierno kirchnerista del accionar de Repsol en lo referido al modo de obtención de ganancias, inversión y fuga de dividendos es la misma metodología que el empresario argentino, junto al ejecutivo nacional venían experimentando desde 2007: máxima extracción posible, mínima inversión y fuga casi total de los dividendos del negocio.
   El nacionalismo exacerbado que destilan las últimas apariciones públicas de la presidenta y su séquito de alcahuetes rentados, en realidad esconde la verdadera discusión que se trata de evadir: quien maneja la enorme renta petrolera, cómo se cubre el déficit originado por las importaciones energéticas y quien define las políticas de hidrocarburos en la región argentina a partir de los descubrimientos de reservas de crudo y gas en la zona de Vaca Muerta, Neuquén, ya que éste parece ser el nuevo “paraíso negro” de la economía. Porque esta tan mentada recuperación de las acciones de Repsol busca delimitar no sólo a la empresa española, sino también marcarle el terreno a las demás petroleras que operan en el país (Pan American Energy, Petrobrás, Oxy, Oil, etc.) . En esta línea el discurso político de la presidenta es efectivo ya que ha logrado desviar el foco de atención apelando al berretismo del “ser nacional”, de lo “popular”, de lo “nuestro”. Toda la parafernalia mediática del tema Malvinas perdió peso por la pobreza argumental desde donde se la presentaba como trofeo de guerra en la arena política. YPF es, y seguirá siendo por un tiempo,  la excusa perfecta desde donde seguir con ese tipo de argumentación nacionalista que le permite a la clase política seguir desviando el eje de discusión real apelando a estereotipos demodé, pero efectivos, que hablan de nacionalidad, pertenencia, argentinidad, soberanía y antiimperialismo.

España, la oposición y los medios: nada nuevo bajo el sol

   Esta ambivalencia patente en el discurso oficial entre lo que se dice y realmente se hace, no es simplemente una operación evidenciada en las argumentaciones del gobierno kirchenerista. También es palpable en los posicionamientos de los otros actores que de una manera u otra participan del juego mediático propuesto por el gobierno nacional. El affaire YPF-Repsol ha ocasionado una respuesta casi inmediata y directa por parte del gobierno derechista del Partido Popular (PP), encontrando una oportunidad única para desviar el foco de la opinión pública respecto a los verdaderos problemas que aquejan al pueblo español: desempleo, recesión, crisis económica y social. También le permite al presidente del gobierno, Mariano Rajoy, dejar fuera del “debate ciudadano” cuestiones vitales en derechos humanos ya que a fines de marzo el mandatario español dejó en claro ante el resto del arco político la intención manifiesta de vigilar y maniatar, al mejor estilo “cepo virtual”, a toda iniciativa de protesta política impulsada por las redes sociales, tipificándolas penalmente. También es manifiesta la intención de incluir dentro de esta medida represiva sin antecedentes inmediatos la idea difusa de “grupos radicales antisistema”, idea con la que los medios de información españoles vienen machacando desde la última Huelga General de marzo.
   Resumiendo en pocas palabras la posición oficial del gobierno español, podemos confirmar que el argumento político sostenido como bandera patriótica es la idea de entender que cualquier agresión a Repsol-YPF es un ataque directo a España, o sea, a los españoles. Es el mismo argumento del peronismo kirchenirista, pero desde el otro polo de mediación en el conflicto. Con solo hacer mella en las declaraciones públicas se puede ratificar esta idea: “El gobierno de España defiende los intereses de todas las empresas españolas, dentro y fuera. Si en alguna parte del mundo hay gestos de hostilidad hacia esos intereses, el gobierno los interpreta como gestos de hostilidad hacia España” (José Manuel Soria, Ministro de Industria, Energía y Turismo), “Una decisión de este tipo sería muy negativa para los intereses españoles y la obligación del gobierno es defender con todos los instrumentos a su alcance los intereses españoles” (Soraya Sáenz de Santamaría, Vicepresidenta y portavoz del gobierno), “Sabe que puede contar con nosotros (el gobierno español) y confiamos en que finalmente esto se pueda arreglar y dar marcha atrás a una decisión muy perjudicial” (Soraya Rodríguez, portavoz del PSOE en diputados), “El gobierno de Buenos Aires está dispuesto a pasar por encima de contratos, concesiones y cualquier idea de seguridad jurídica que pueda atraer en el futuro a la inversión extranjera” (“Por el mal camino”, editorial del diario El País). Como se evidencia en estas citas, hay una posición tomada no sólo por el partido gobernante, sino que sus argumentos nacionalistas también son compartidos, aunque con matices, por el socialismo parlamentario español, y por cierta prensa progresista. Al igual que en Argentina, se apela a un sentimiento de pertenencia nacional para desviar del foco de atención  los verdaderos problemas sociales. Que el problema no es entre pueblos, sino que es un pleito que ambos gobiernos mantienen con una empresa multinacional con intereses en ambas regiones y en otras partes del globo, donde sus burguesías pretenden seguir manteniendo sus posiciones preponderantes en materia de políticas económicas y sociales.
   Los otros actores de esta novela nacional y popular también son acordes con esta sintonía argumental. Salvo contadas excepciones (entre ellos la Coalición Cívica y el PRO) los partidos de la oposición en Argentina acompañan la decisión gubernamental de la “recuperación de la soberanía petrolera”. El socialismo, el radicalismo y Proyecto Sur, con diferentes argumentos, sostienen que la decisión tomada es acertada y totalmente necesaria. Sirve de ejemplo la discusión hacia dentro del radicalismo sobre el tema, y donde tras acalorados debates, se lograron imponer los sectores encabezados por históricos dirigentes en sintonía directa con la tradición del partido de que sea el Estado quien tenga el control de YPF, sobretodo teniendo en cuenta que fue durante la presidencia de Yrigoyen donde se fundó la empresa en cuestión.
   En esta línea a favor de las medidas del gobierno hay que ubicar a sectores que no hace mucho tiempo eran enemigos confesos. Atrás parecen haber quedado las disputas por la retenciones móviles donde todo los dueños de campos se encolumnaban en un solo cuerpo en su disputa con el gobierno para ver quien se hacía cargo de los aranceles a las exportaciones. Aunque a algún desprevenido le cause asombro hasta el mismo Biolcati, lo más rancio de la derecha latifundista argentina, está a favor de las medidas del kircherismo. Para el presidente de la Sociedad Rural Argentina “Que YPF sea estatal no está mal para nada”. ¿Atrás quedaron las disputas insalvables entre el gobierno y el campo? No, para nada, la respuesta hay que buscarla en otra cita de Biolcati, “hoy nosotros no conseguimos gas oil para avanzar con la cosecha”. Y como el principal comprador de granos hoy es China y no la Comunidad Europea la nacionalización de YPF no es contraproducente para los sectores del campo, ¡y que mejor que acompañar un gesta patriótica y nacional! Hipócritas.
    Por último destacar que esta tan mentada “recuperación” de YPF le dio nuevos aires a la pelea interminable que mantienen Clarín, La Nación y Perfil en el contexto de la Ley de Medios. Cuando parecía agotarse la operación de desgaste contra Boudou, el culebrón de la expropiación les dio nuevos argumentos para continuar su lucha sin cuartel contra el gobierno nacional, encolumnándose acríticamente con los intereses de Repsol y el gobierno español. En ese contexto es que se entienden las “notas de color” sobre la expulsión de argentinos de los bares españoles o sobre la cancelación de viajes de negocios.
   Hasta acá un breve recorrido por los contrastes discursivos que a partir de una acción concreta nos muestra el capitalismo. Y por más que se nos presenten como modelos antagónicos, todos ellos mantienen la misma raíz estructural que le da sustento ideológico al capitalismo como sistema relacional: la opresión en el plano social, la explotación en el plano económico, la legitimación en el plano simbólico.
Autor: Gastón
Publicado en: Libertad!, Buenos Aires, mayo de 2012.