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domingo, 29 de mayo de 2011

Venezuela y las elecciones en Perú







Desde hace una década, una polarización tramposa y estéril ha protagonizado el panorama político venezolano: Por un lado quienes sostienen que el llamado "proceso bolivariana" es la vanguardia de la revolución mundial en la actualidad, y del otro, aquellos que acusan al gobierno liderizado por el presidente Chávez de "castro-comunista" y miembro de un gaseoso "eje del mal". Si bien entre estos dos extremos existe una amplia cantidad de matices, es a través de este maniqueísmo -convenientemente amplificado por los medios- que desde la cuna de Simón Bolívar interpretamos no sólo nuestro devenir sociopolítico, sino también cualquier acontecimiento ocurrido más allá de nuestras fronteras. Esto es valido, especialmente para entender cómo desde las faldas del Mar Caribe seguimos las elecciones presidenciales en Perú. Los sesudos analistas venezolanos, de bando y bando, especulan sobre cuál victoria de las dos candidaturas en liza, Keiko Fujimori y Ollanta Humala, fortalecerá o debilitará el proyecto bolivariano. Las conclusiones orbitan entre lo risible y lo patético. Por un lado, los opinadores antichavistas han enmudecido desde que su referente, el escritor Mario Vargas Llosa, ha anunciado su apoyo crítico a Humala, a quien consideraban franquicia del vocero único de la "revolución" chavista. Por otra parte, desde las agencias estatales y televisoras bolivarianas se cuestiona la candidatura de Keiko única y exclusivamente "por neoliberal", obviando los temas relacionados a los derechos humanos de la época fujimorista-montesinista.

Ni olvido ni perdón

Lo que parece más claro en los últimos días es que ninguna de las versiones anteriores será cierta, y que independientemente del nombre del próximo presidente o presidenta en Perú, las relaciones entre este y su homólogo venezolano estarán modeladas por la "real politik" y el pragmatismo. Porque si el análisis se circunscribe únicamente atenido a los hechos del pasado, hay tantas posibles afinidades con ambas fórmulas.

Pocos recuerdan, o muchos olvidan, las relaciones fraternas entre los gobiernos de Alberto Fujimori y Hugo Chávez. En 1992, después del autogolpe en Lima, el presidente venezolano en aquel entonces, Carlos Andrés Pérez, liderizó la condena regional contra "el chino". Muchos han señalado que esta fue la razón principal por la que el gobierno autocrático peruano acogió posteriormente a los golpistas venezolanos contra Pérez, incluyendo al propio Hugo Rafael.
Después de 1998, con Chávez en el poder, elogios iban y venían entre ambos mandatarios, y, en plena crisis política por la disolución del congreso en tierras de Vallejo, Fujimori recibe de su par caraqueño una "visa de cortesía", lo cual era una clara señal de apoyo. El padre de Keiko respondió con frases memorables "Hugo Chávez es mi amigo personal y en algún momento voy a visitarlo un fin de semana". Si aún hay que demostrar que amor con amor se paga, rememoremos que Vladimiro Montesinos no fue a cualquier parte a refugiarse, sino a la República bolivariana, con conocimiento y protección de altos funcionarios venezolanos. Tanto así que hasta antiguos periodistas izquierdistas y "defensores de derechos humanos" ligados al gobierno, como José Vicente Rangel, negaron hasta último momento que el padrino del Grupo Colina se encontrara en el país. Por otra parte, todo un tratado pudiera escribirse con las semejanzas entre el populismo autoritario de ambos gobernantes. El historiador peruano Antonio Zapata tiene razón al afirmar que "Humala no es el aliado principal de Hugo Chávez en nuestra historia política, sino Fujimori".


De egos y mitomanías

Para explicar las relaciones del presidente Chávez con Ollanta Humala habría que escribir varias cuartillas relatando como la necesidad de proyectarse como "líderes continentales" y aglutinadores de polos de poder multinacionales forma parte de la cultura política venezolana durante todo el siglo XX. Para no remontarnos muy lejos Carlos Andrés Pérez, presidente durante dos períodos, motorizó tanto el llamado movimiento de los "No alineados" como el Grupo Contadora, el cual promovió acuerdos de paz en Centroamérica. En la actualidad, el presidente venezolano, supuestamente, promueve el "multilateralismo" conformando un bloque regional de poder llamado "Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América" (ALBA), que en la práctica intenta servir de contrapeso al liderazgo económico y político del Brasil. Es en estos dos ejes que se entiende el apoyo, moral y material, a las dos candidaturas presidenciales de Ollanta Humala, con quien se intentaron establecer paralelismos debido a su origen militar y su levantamiento armado en el ocaso del fujimorismo. Similar al caso del chino, la red trasnacional de televisión Telesur omitía convenientemente que el ex capitán del Ejército había sido señalado de violaciones a los derechos humanos durante su pasantía en Huánuco, asesinando y torturando civiles en nombre de la guerra contra Sendero Luminoso.

Tanto Keiko como Humala han intentado ganarse el centro político en los últimos días, entre otras cosas, desvinculándose públicamente del caudillo venezolano. Pero ambos saben que, a pesar de todos los adjetivos y mea culpas (como lo demuestran las actuales relaciones colombo-venezolanas tras un período de turbulencias y acusaciones mutuas), en el futuro las vinculaciones perfectamente pueden recomponerse. Por otra parte, Perú no es Venezuela, para bien y para mal. Con la ausencia de un recurso atesorado en el mercado mundial como el petróleo y el gas, la delicada dependencia de exportaciones de rubros textiles y pesqueros impide al Perú los exóticos e improvisados experimentos políticos de su hermano bolivariano. Es por ello que la receta económica fujimorista, continuada sin grandes variaciones por los sucesivos gobernantes, será a grandes rasgos el norte del ganador o ganadora en la segunda vuelta electoral. Como bien demuestra que gobierno venezolano, con una incendiada retórica antiimperialista subsidiada por las ventas de recursos energéticos al mercado mundial, por intermedio de transnacionales como Chevron y BP. Quien coloca las reglas y asigna los roles es el flujo sin barreras de capitales diseñado por la globalización económica.

Con mucha humildad, a la distancia, opinamos que no hay que decantarse por la escogencia del "menos malo" o del "mal menor". Keiko y Humala representan la necesidad de gobernabilidad en un país, como todos los de la región, de grandes desigualdades y exclusiones. En estos casos, la única alternativa plausible es la abstención activa como táctica inmediata, y la participación en movimientos sociales autónomos y beligerantes como estrategia de largo aliento. Nuestro cariñoso saludo a todos los compañeros, compañeras, hermanos y hermanas peruanas en la continuación de su larga noche.


Autor: Rafael Uzcátegui
Publicado en: El Libertario, Caracas.

sábado, 21 de mayo de 2011

6, 7, 8 y los anarquistas






El 16 de enero de 2011, el diario Perfil publicó un reportaje a Eduardo De la Puente, durante el cual el conductor radial y televisivo habló de temas relacionados con la producción televisiva. Destacamos los siguientes párrafos:

“No me gusta el discurso circense oficialista de 6, 7, 8, que eclipsa a otros programas que no lo son. Recursos... [programa que él conduce por Canal 7] va por otros carriles, no responde a ningún mandato del Gobierno.” “Somos absolutamente críticos y también ecuánimes en la opinión. Últimamente nos pusieron que te tenés que casar con uno o con otro. Me parece fantástico que haya artistas que apoyen al Gobierno, pero no me convence hacerlo ni con el Gobierno ni con la oposición, de los dos lados hay cosas buenas y horribles. Hasta que no haya una persona que nos dé lo que necesitamos, seguiré siendo anarquista.”

El diario Perfil, medio de la derecha de turno, lamebotas y lacayo del Grupo Clarín en su lucha contra la Ley de Medios, con toda la bajeza que lo caracteriza, descontextualizó los dichos de De la Puente a fin de denostar a su acérrimo enemigo periodístico, el programa híper oficialista 6, 7, 8. Ni lerdos, ni perezosos, los analistas del programa contraatacaron, algo ofendidos con De la Puente, por haber “osado” no alinearse con la línea del programa que integran, que es idéntica a la del gobierno. El 18 de enero, luego de un tendencioso informe editado por la producción, opinaron los columnistas del programa:

Carlos Barragán, conductor del programa abrió fuego: “Yo estuve entre esos pelotones de progresistas que criticaban a los políticos, creo no haber criticado la política pero sí a los políticos, porque en algún momento me di cuenta que con la política se solucionaban las cosas. Yo creo que hay gente como De la Puente que ahora se dice anarquista porque sabe que decirse apolítico suena más estúpido. Y no saben que un anarquista es un señor que en el año ’20 estaba en una panadería y por ahí, ponía una bomba en algún lugar. ¿No es así?”

Luego de algunas intervenciones venenosas de Sandra Russo y algún comentario al pasar, se despachó el principal editorialista del programa, Orlando Barone: “Se ha hablado de algunos periodistas que parece ser que cambiaron en este tiempo y eso desilusiona a muchas personas. Periodistas que de algún modo deberían estar cerca de este lugar o próximos y están en ese no lugar, y se defienden con el anarquismo, con la idea de de que todo es malo, que los políticos son todos iguales, algo así como lo de Vargas Llosa. Y yo creo que nunca estuvieron en un lugar; este es el error. Los que les dieron un lugar son los televidentes con una mirada no-crítica. Porque uno es lo que es, y no es lo que no es. Y de los personajes que yo estoy hablando -notorios en la década del 2000, cuando hubo ese movimiento no político con las asambleas en las calles, donde se encumbraron por sobre lo vigente a través de los grandes medios hegemónicos que no casualmente los apoyaron y los consagraron y los mantuvieron durante estos diez años- hoy parte de la sociedad se siente desilusionada, como que esas personas los traicionaron. No, esas personas no los traicionaron. Siguieron su camino, el mismo que generaron en aquella época.”

A continuación cerró la andanada Barragán, asegurando que las opiniones de De la Puente eran de derecha y simpatizaba con Mauricio Macri; como remate de su intervención se lamentó de que los rechazos y las acusaciones al programa de ser abiertamente oficialistas mostraban el talante intolerante de De la Puente y otros equivalentes.

Sorpresivamente, cuando el tema parecía agotado, intervino Carlos Girotti, un sociólogo invitado al programa, mientras el resto de los panelistas enmudecían: “Yo quisiera lavar a los anarquistas, porque entre tanta mierda, es imprescindible lavar a los anarquistas. No es cierto que los anarquistas eran anarquistas porque esperaban que alguien les diera lo que necesitaban. Los anarquistas eran, son y seguirán siendo anarquistas porque propician un tipo, un modelo de sociedad que reconoce una acción colectiva. De hecho, hay anarquistas en la historia de este país que se han destacado por participar en acciones individuales y colectivas. Es verdad, por otro lado, que si uno lo siguiera a Antonio Gramsci, en la dialéctica de las ideas, el anarquismo no prolonga el socialismo, prolonga el liberalismo. Este señor [De la Puente], sin saberlo, es una prolongación del liberalismo.” Sin nada más que agregar, pasaron a un corte publicitario, sin retomar el tema.

Lo antedicho amerita que aventuremos algún tipo de reflexión sobre los conceptos vertidos en el programa. El programa 6, 7, 8 tiene un reconocido carácter polémico por dos razones: 1) por hacer una crítica del discurso de los medios hegemónicos de comunicación, las grandes corporaciones periodísticas y los grupos económicos que operan en la comunicación; 2) por su alineación oficialista, su concordancia plena con el proyecto kirchnerista y sus embestidas contra toda oposición (de cualquier signo político) al proyecto del gobierno.

Lamentablemente, el sesgo pro-kirchnerista hace a sus integrantes renuentes a formular la más mínima crítica al gobierno, dominando el horizonte de la producción del programa. De este modo, 6, 7, 8 termina oficiando como una agencia de propaganda kirchnerista para-estatal. Más allá de desnudar el discurso de las grandes corporaciones periodísticas de la derecha neoliberal capitaneadas por el Grupo Clarín y el diario La Nación, de los periodistas alcahuetes de militares, políticos y/o empresarios como Mariano Grondona, Luis Majul, Jorge Lanata, Alfredo Leuco, Joaquín Morales Solá y demás lacras del periodismo, los integrantes del programa hacen mutis por el foro cuando de criticar las políticas oficiales se trata. Pero lo más deleznable del programa es la igualación de cualquier discurso crítico al gobierno (o a la propia emisión televisiva) con el discurso de la derecha liberal o fascista. Una crítica desde un punto de vista revolucionario o libertario que ponga en jaque la política burguesa del kirchnerismo es percibida como una seria amenaza por el equipo de producción. Entonces ponen en juego un ardid tan viejo como la política, el cual consiste en denunciar a las críticas por izquierda como provenientes de un grupo de trasnochados infantiles que le hacen el juego a la derecha consciente o inconscientemente. Una metodología que Lenin consagró en su reaccionaria crítica al “izquierdismo” como “enfermedad infantil” del comunismo.

En esta olla podrida de opositores al gobierno que cuecen los chefs de 6, 7, 8, se igualan la paranoica fundamentalista católica de Elisa Carrió, el derechista Duhalde y el inepto negrero de Mauricio Macri, con aquellos que luchan desde las bases contra este gobierno adalid de la “burguesía nacional”, los capitanes de la industria, el sistema bancario y la patria contratista. Un gobierno cuya policía federal es cómplice en el asesinato de Mariano Ferreyra en octubre de 2010 y a quien reivindican ahora que está muerto desde 6, 7, 8, pero ocultando en su discurso que Mariano era un opositor acérrimo a este modelo. Esta metodología perversa, tiene como objetivo la impugnación de la autoridad moral de las personas cuyas críticas desnudan al proyecto burgués kirchnerista, al meterlas en la misma bolsa con los personajes más repugnantes del país.

La invectiva contra Eduardo De la Puente debe entenderse dentro de ese contexto. De todos modos, el anarquismo lavado de De la Puente no se diferencia del anarquismo que han manifestado otros reconocidos personajes como Pablo Llonto, Osvaldo Bayer, Horacio Fontova y Diego Cappusotto, que han demostrado simpatías con el gobierno de los Kirchner y no han merecido la censura del programa de marras. Por cierto, el anarquismo que profesa De la Puente no parece ser ni muy crítico ni muy revolucionario, y hasta tal vez sea verdad que el hombre no sea más que un “apolítico”. Esto se evidencia en la frase: “Hasta que no haya una persona que nos dé lo que necesitamos…”, donde se desenmascara un “anarquismo provisorio” que durará hasta que venga un gobierno que “me dé aquello que yo necesito”. Eso no tiene nada de anarquista y mucho de falta de compromiso, y quizás Barragán no se equivoque.

Sin embargo, de las declaraciones de Barragán se desglosa que la idea que tienen del anarquismo los integrantes de la mesa del programa es similar a los estereotipos burgueses: para Barragán, un anarquista es un terrorista de los años veinte. Por supuesto que este panel de periodistas peronistas, se indignó profundamente cuando con el mismo calificativo, desde la derecha más recalcitrante, se acusó a los integrantes del gobierno de ser “terroristas montoneros de los años setenta”.

Pero Orlando Barone lleva su discurso perverso anti-anarquista aún más lejos: considera al anarquismo –apelando inadecuadamente a un concepto inventado por el posmoderno Marc Augé- un no lugar, es decir, una posición individualista sin ningún compromiso con la realidad, refugio de los periodistas que critican a un gobierno que deberían apoyar. La interpretación mendaz de Barone llega al punto de considerar al movimiento de asambleas populares del 2001-2002 como alimentado por las grandes corporaciones, y a ciertos periodistas -que bien se cuida de nombrar- como que se encumbraron gracias a un montón de gente descomprometida con la política. Es entendible que a este lacayo kirchnerista le cause repugnancia una de las más genuinas expresiones de soberanía popular que jamás se vio en el país, prefiriendo la delegación del accionar autogestionado de la comunidad en las manos de los “representantes políticos”. ¿En qué se diferencia el señor Barone de los Lanata, Grondona y Majul, que berreaban horrorizados frente a la consigna “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, coreada por miles de manifestantes autoconvocados espontáneamente en las calles? No se diferencia en nada. No hay mejor muestra de periodismo falaz y alcahuete que los dichos expresados por Barone, hombre avezado en exponer las falacias y alcahueterías de los periodistas y políticos que critican al gobierno. No hay mejor muestra de irresponsabilidad frente a la teleaudiencia y la comunidad que las expresiones de Barragán, que estigmatiza como terroristas a quienes lucharon contra la represión y la explotación en sindicatos horizontales y sociedades de resistencia, que lucharon contra el sexismo, el machismo, la explotación y el maltrato infantil antes que nadie, y fueron víctimas de persecución, torturas, cárceles, asesinatos, exilios y sufrieron por primera vez en la historia la desaparición forzada de sus militantes a manos de las fuerzas policiales.

En medio de tanto periodismo berreta, pancista, chivato y cómplice del poder, la intervención de Carlos Girotti en el programa termina siendo lo más rescatable, despegando a los anarquistas de la ráfaga de burradas vertidas por sus anfitriones. Pero aunque pueda ser cierto que De la Puente no sea más que una prolongación del liberalismo, lejos está de serlo el anarquismo. Y la cita a Antonio Gramsci -que descubre en realidad una afinidad de Girotti con el marxismo- revela un típico prejuicio enraizado en los intelectuales de la izquierda autoritaria. No viene al caso refutar en este espacio tan ridícula afirmación, en especial cuando el marxismo en la práctica ha resultado una prolongación del estalinismo.

Para finalizar, a los anarquistas nos producen repulsión los genuflexos a cualquier poder (de cualquier orden o ideología), y el oficialismo manifiesto de 6, 7, 8 califica en esta categoría. No toleramos a los colaboradores de los explotadores, los represores, los políticos, el Estado, las corporaciones mediáticas y los capitalistas. Y somos intolerantes –bastante más que Eduardo De la Puente- también con el programa 6, 7, 8: en este punto tiene razón Carlos Barragán.

Autor: Patrick Rossineri

El video del programa puede verse en: http://www.youtube.com/watch?v=DbUN6W5uE10

Publicado en: Libertad!, Nº 58, mayo de 2011, Buenos Aires.

Contra el chauvinismo clasista.














Una respuesta al periódico plataformista Hombre y Sociedad

En un artículo publicado por la revista plataformista chilena Hombre y Sociedad, se procuró dar una respuesta al artículo “Contra el fetichismo del obrero. Apuntes para superar la terminología marxista entre los anarquistas”, escrito por Manuel de la Tierra y que había editado la revista anarquista chilena El Surco. Lamentablemente en la respuesta del grupo plataformista se denotan ciertas expresiones de dudosa intencionalidad, si bien la pretensión de descalificar y desacreditar no solo se restringió a los compañeros de El Surco, sino también al periódico Libertad!, al que innecesariamente hacen referencia. (1)

Más allá de la lectura sesgada y odiosa del artículo por parte de sus críticos plataformistas, hay una propensión manifiesta o inconsciente a dar una versión corrompida del pensamiento anarquista, atribuyéndose la prerrogativa de representar ideológicamente a la tendencia anarcocomunista, de la que en realidad los seguidores de Arshinov son apenas una ínfima minoría. Sin enfocarnos en contestar algunas de estas expresiones fuera de lugar, procuraremos responder a algunos de sus argumentos, a fin de invitar a quienes estén implicados a profundizar un debate que hasta ahora han sido remisos a conceder.

El materialismo histórico, como negación del anarquismo

El grupo Hombre y Sociedad advierte en su respuesta que su intención es brindar elementos que señalen las consecuencias políticas que acarrearía afirmar posturas como las expresadas por El Surco: rechazo al determinismo económico marxista, impugnación del materialismo histórico, críticas al concepto de “lucha de clases” y a la categoría de “clase”, al menos como es entendida desde la ortodoxia marxista.

Desde aquí se articula el siguiente argumento: “Para comenzar, se debe señalar que todos los anarquistas somos, por definición, materialistas en la medida en que concebimos la realidad como el resultado de las relaciones materiales entre los individuos (es decir, las relaciones que ellos entablan originalmente para satisfacer sus necesidades básicas). Esto significa mucho más que tener una concepción “economicista” del mundo. En efecto, significa asumir que las sociedades, con sus virtudes y defectos no son el resultado de la acción de entidades abstractas como Dios y el Estado (tal como lo concibe el idealismo), ni de fenómenos derivados de las condiciones sociales como las “estructuras mentales” (afirmadas idealistamente en “Contra el fetichismo…”). Más bien, las sociedades son el resultado de la manera en como la humanidad se organiza para satisfacer sus intereses materiales, esto es, para dar solución a las necesidades que el entorno le impone (alimentos, techo, abrigo, etc.).” A continuación, los autores reconocen la deuda que esta conceptualización debe a Karl Marx, y asumen que aceptar los postulados del “materialismo histórico” no significa dejar de ser anarquista, citando una frase de Bakunin que, obviando la complejidad a veces contradictoria del gran anarquista ruso, lo haría parecer más marxista que Marx. (2)

En este punto, el grupo plataformista despliega la defensa del materialismo histórico, aclarando, ilustrando y explicando a los compañeros de El Surco los “errores garrafales” en su interpretación de la realidad social y del materialismo histórico. Con todo, no parece ser un “acierto garrafal” de los redactores de Hombre y Sociedad, el afirmar que el capitalismo no ha cambiado en su esencia en los últimos 150 años y las relaciones de explotación se mantienen inmutables. Semejante afirmación está en una abierta contradicción con la premisa del materialismo histórico que supone que el desarrollo de los medios de producción (herramientas, tecnología, capacidad productiva) entrarían en contradicción con las relaciones sociales de producción (las relaciones entre capitalistas y proletarios): Si hay algo que ha evolucionado extraordinariamente durante los últimos 150 años han sido precisamente los medios de producción. Y pretender que porque aún existe el trabajo asalariado podemos seguir analizando la sociedad actual con las herramientas teóricas de hace un siglo y medio, es de una ingenuidad pasmosa o de un dogmatismo empedernido. La lucha de clases era una realidad tangible hace un siglo, en una sociedad dividida claramente en clases; hoy esas barreras se tornaron difusas: la clase obrera industrial se ha reducido en número en todo el mundo, el campesinado prácticamente ha desaparecido en algunos países, el sindicalismo ha sido absorbido por el Estado, la clase media es una forma social mucho más compleja que lo que alguna vez imaginaron Bakunin o Marx, las condiciones de explotación se han diversificado sobrepasando las formas de trabajo asalariado, etc. No se trata de negar la lucha de clases en la actualidad, sino de no caer en la idolatría y en la divinización de un hecho social que claramente no tiene la misma preponderancia que en el pasado. Y reconocerlo no implica creer que en la sociedad actual existe menos conflictividad que en el pasado; tan solo cambia la naturaleza del conflicto entre los sectores dominantes y los sometidos.

El primer traspié del argumento plataformista consiste en reducir toda la filosofía materialista al materialismo histórico marxista. En verdad el materialismo es el nombre con el que se conoce a las doctrinas que explican al mundo social y físico apelando a la realidad material, desarrollándose como oposición al pensamiento de Platón. Hubo muchas doctrinas materialistas, siendo el materialismo histórico tan solo una. Por supuesto, no todos los anarquistas han sido materialistas, como fue el caso de Gustav Landauer. Y si bien la mayoría de los anarquistas clásicos se apoyaron en el materialismo, prácticamente ninguno reivindicó el materialismo marxista, siendo el ejemplo más notable el de Kropotkin, cuyo materialismo era tan exacerbado que consideraba a la dialéctica marxista como una forma más de metafísica anticientífica. Por otro lado, en su desprecio a todo idealismo los autores olvidan que la ciencia actual –no la de la época de Marx y Bakunin- ha abandonado tales estrecheces y reconoce la pertinencia de aportes que podrían calificarse como idealistas, de lo contrario no se habrían desarrollado ni la genética, ni la física cuántica, ni la lingüística. Lo que parece no darse cuenta el grupo Hombre y Sociedad, es que la filosofía y epistemología de la época de Marx o Bakunin eran acordes al contexto histórico en que se formularon, y expresar hoy en día algunas de esas ideas como dogmas invariables, se da de bruces contra los avances en ciencias sociales, biológicas y físicas que se hicieron desde un siglo y medio hasta el presente. Entonces, la cita a Bakunin termina obrando como una apelación a la autoridad ideológica del patriarca fundador de la Idea, que encierra un acendrado dogmatismo que no da posibilidades de ningún debate crítico, ni discusión o renovación teórica. Los anarquistas y socialistas de hace un siglo y medio elaboraron sus ideas a partir de observar y analizar la realidad de la época en que vivían; es de esperarse que los anarquistas del siglo XXI elaboren sus ideas y su praxis analizando su propia realidad e incorporando el conocimiento científico, la metodología de análisis y la experiencia histórica acumuladas a lo largo del siglo XX, en lugar de defender con fervor religioso ideas anquilosadas y superadas, que ni siquiera se ajustan a la realidad de la cual pretenden dar cuenta.

No vamos aquí a contestar cuantas de las afirmaciones del artículo publicado por El Surco han sido sacadas de contexto y adulteradas a fin de satisfacer las necesidades retóricas de los redactores de Hombre y Sociedad. Preferimos ir directamente al hueso del asunto, es decir, argumentar por qué no es posible tener una postura anarquista coherente, cuando se defiende el materialismo histórico. Nos basaremos en dos artículos sobre el tema mucho más extensos, publicados en Libertad!: “Dialéctica, materialismo y cientificismo”, y “Límites y espejismos del materialismo histórico”. Allí se expresan con más claridad y extensión las materias que desarrollaremos a continuación.

Primeramente se hace necesario aclarar que el término “materialismo histórico” nunca fue utilizado ni por Marx ni por Engels, y fue acuñado en Rusia por el teórico marxista Georgi Plejanov, autor de un panfleto titulado “Contra el anarquismo”. Esta versión fue reflexionada por Lenin en su texto “Materialismo y empiriocriticismo”. No solo históricamente los anarquistas nunca reivindicaron el materialismo histórico, sino que se dedicaron a refutar la argumentación y el método marxista, como lo hicieron Rudolf Rocker, Piotr Kropotkin y Luigi Fabbri. Ni siquiera en el documento de la Plataforma de Makhno y el relapso bolchevique Arshinov se hace una defensa del materialismo histórico como método de análisis. Nos resultaría extremadamente enriquecedor que el grupo Hombre y Sociedad nos refiera cuales han sido los anarquistas que adoptaron la síntesis ideada por Plejanov y se reivindicaron “materialistas históricos”. Más aún cuando el materialismo histórico y el materialismo dialéctico fueron la doctrina oficial de la URSS del genocida Stalin, que paralizó la ciencia y la investigación soviéticas durante décadas. No deja de sonar como una irónica burla, que en la actualidad algunos denominados anarquistas asuman como propias buena parte de las ideas de los verdugos leninistas que masacraron a los anarquistas rusos hace casi un siglo atrás.
El materialismo histórico deriva de la aplicación de la dialéctica hegeliana a la evolución e historia del género humano por Marx. Primordialmente consiste en que cada manifestación del Espíritu (tesis) engendra su propia contradicción, que entraña una negación de lo afirmado (antitesis). Ambas se resuelven en un tercer momento que supera a lo afirmado y lo negado (síntesis) tornándose en una nueva afirmación o tesis. Esta concepción idealista es aplicada por Marx a la filosofía materialista, siendo las relaciones de producción (económicas) las que determinan la evolución histórica. Según esta concepción, la historia se desenvuelve dialécticamente a causa de sus afirmaciones y contradicciones, que se resuelven en nuevos momentos o síntesis superadoras, desde donde recomienza un proceso nuevo (pero en continuidad con el anterior).
El desarrollo dialéctico de la infraestructura socio económica es el motor de la historia humana, según afirma Marx. Esta estructura económica determina a una superestructura que comprende las manifestaciones ideológica, religiosa, cultural y jurídica de una sociedad. Marx sostiene que la clase dominante es aquella que se apropia de los medios de producción imponiendo su ideología al cuerpo social. La estructura económica y la superestructura ideológica se enmarcan dentro de lo que se denomina “modo de producción”. Los modos de producción son formaciones económico-sociales de carácter histórico que comprenden determinado tipo de relaciones sociales de producción. Estos modos de producción se suceden a lo largo de la historia y se han sucedido dialécticamente, en una escala ascendente y superadora. Todo comienza con el comunismo primitivo (sociedad sin estado), al que sucederán el esclavismo, la sociedad feudal, el capitalismo y finalmente el comunismo (donde se resuelven todas las contradicciones). Dentro de un modo de producción las fuerzas productivas de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción (explotación salarial, servidumbre); el desarrollo de este conflicto -que en la sociedad feudal se da entre la nobleza rural y la burguesía naciente o en el capitalismo entre burgueses industriales y proletarios- inicia una época de revolución social que resquebraja la superestructura ideológica y hace que los sujetos revolucionarios “adquieran conciencia” del antagonismo. El triunfo de los revolucionarios generará una superación de las relaciones sociales de producción anteriores, inaugurando una nueva etapa de características propias (que generará con el tiempo su propia contradicción, reproduciendo el proceso). El comunismo al acabar con las contradicciones de clase con relaciones de producción basadas en la propiedad colectiva se constituiría en la síntesis de la totalidad del proceso histórico.
Según esta interpretación de la historia los factores económicos (las técnicas de producción y las relaciones de producción) tienen un peso preponderante en la determinación de los sucesos históricos, tal como lo afirma el propio Marx: “El modo de producción de la vida material determina, por lo tanto, en general, el proceso de la vida social, política y espiritual”. Conclusión: la existencia social determina la conciencia de los hombres.
Ahora que hemos expuesto sintéticamente la concepción materialista histórica, pasaremos a enumerar algunas críticas a dicha filosofía, la que rechazamos de plano:

1- El materialismo histórico y el materialismo dialéctico, fundamentan su carácter científico en las leyes de la dialéctica de Hegel, que en realidad nada tienen de científicas. La dialéctica hegeliana es por completo inservible a la hora de hacer ciencia, y jamás en la historia de la ciencia se ha logrado un avance en el conocimiento aplicándola como método. Los papelones intelectuales más palmarios de Engels se encuentran en su obstinación en demostrar como la dialéctica tiene un valor científico, en sus obras el Antidühring y la Dialéctica de la Naturaleza.
2- No existe evidencia de que la Historia humana responda a ningún tipo de evolución dialéctica. Los intentos de presentarla así de Marx demuestran ciertas lagunas producidas por la información a veces errónea y a veces escasa de la que se disponía en su época. La pregunta fundamental es ¿por qué la naturaleza y la historia deberían responder a estas leyes dialécticas cuando nunca hubo una confirmación experimental de semejantes hechos? Que la ciencia en pañales del siglo XIX así lo creyese es aceptable para los cánones de la época, pero esto es insostenible en la actualidad, puesto que no deja de ser pura metafísica.
3- El método de Marx y Engels es claramente evolucionista, y es equiparable con el evolucionismo de Henry Morgan, que divide la historia en estadios progresivos, hasta llegar al presente desarrollado. Solo se diferencian en que Marx creyó descubrir las leyes dialécticas de la evolución social e histórica, y Morgan no tenía tal pretensión. Pero el evolucionismo de Morgan fue refutado a pocos años de su formulación, y sus aportes etnográficos desestimados. Por esta razón las caracterizaciones del “comunismo primitivo”, estadio inicial de la humanidad según Marx y Engels, son totalmente falaces. Toda la antropología acerca de las sociedades sin estado practicada durante los últimos 100 años, refuta las supuestas contradicciones que Engels imaginó en El origen de la familia, la propiedad y el Estado, que se resolverían en una nueva síntesis en el modo de producción del esclavismo. Tampoco son felices las “contradicciones” esbozadas del esclavismo que supuestamente se resolvieron en el modo de producción feudal. Tan solo leer la anacrónica interpretación de Engels de las guerras de campesinos en Alemania posteriores a la Reforma, para comprender que sobre unas bases empíricas tan erróneas jamás podría haberse generado una teoría consistente.
4- El determinismo económico de la infraestructura sobre la superestructura ideológica es una grave limitación de la teoría marxista, aunque sus adeptos consideren esta afirmación como una verdad innegable. Pero así se cae en explicaciones monocausales, cuando en general los hechos sociales son generados y producidos por múltiples causas, y es prácticamente imposible discernir cual es la causa que “determina” a las otras, si es que esto ocurre. ¿Por qué considerar a la economía determinante sobre otros aspectos de la evolución social humana, al punto de afirmar que las relaciones de producción (estructura) determinan las producciones culturales, simbólicas, morales o ideológicas (superestructura), y no a la inversa? ¿Es la economía una materia o una disciplina aislable de otros aspectos sociales y culturales, es decir, existen aspectos de la historia humana en los cuales la economía opere como una variable pura e incontaminada? ¿Existe “lo económico” en la realidad o es una forma que hemos ideado para entender mejor ciertos aspectos del comportamiento humano y de la producción y reproducción cultural?
5- No existe un motor de la Historia. Dentro de la obra de Marx existe una flagrante incoherencia teórica: se afirma en el Manifiesto Comunista que “la historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases”; mientras que en sus trabajos posteriores el motor de la Historia es dialéctico: la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Reducir la historia del mundo a la historia de la lucha de clases, demuestra tal anacronismo, un eurocentrismo y un reduccionismo pseudocientífico que debería alertarnos. Se pretende así explicar la historia del mundo desde los albores de la humanidad hasta el presente, en todo el globo gracias a la ubicua lucha de clases. No es que no exista o no haya existido la lucha entre clases, sino que con seguridad no es el “motor de la historia”.
6- Según creía Marx los procesos materiales se basan en hechos independientes de la voluntad humana: desde sus postulados éstos adquieren vida en una especie de animismo económico autodirigido. La realidad es al revés, los procesos materiales se encuentran ordenados por la cultura simbólicamente. Marshall Sahlins lo ejemplifica de esta forma: “Las fuerzas materiales tomadas en sí mismas carecen de vida... Descompónganse las fuerzas productivas solo en sus especificaciones materiales, supóngase una tecnología industrial, una población humana y un ambiente. Con todo esto no se dice nada acerca de las propiedades específicas de los bienes que se producirán, o acerca de la tasa de producción, o de las relaciones con arreglo a las cuales avanzará el proceso. Por sí, misma una tecnología industrial no dictamina si será manejada por hombres o por mujeres, de día o de noche, mediante salarios o por la distribución de las ganancias, en días jueves o domingos, para enriquecerse o ganarse la vida, o si estará al servicio de la seguridad nacional o la glotonería privada...” (Marshall Sahlins. Cultura y razón práctica; Gedisa, 205). Podemos decir entonces que el modo de producción de la vida material no determina el proceso de la vida social, política y espiritual, a diferencia de lo que Marx suponía.
7- Los modos de producción son una abstracción teórica, no una realidad concreta. Esto es y debe ser así para que tengan algún valor científico. Pero lamentablemente suelen ser vistos como “reales”, cayendo en el positivismo más burdo, cuando en verdad son mapas o herramientas teóricas para abordar el estudio de la sociedad. De todos modos, analizar la evolución de la historia humana en etapas basándose únicamente en las relaciones de producción es un análisis limitado y que deja por fuera a la mayoría de los otros aspectos. El problema se encuentra al inicio de la cadena: si los modos de producción generan su propia contradicción, cuáles son las que se encontraban en el comunismo primitivo. Las teorizaciones y conjeturas de Marx y Engels ya han sido refutadas, por lo que los antropólogos e historiadores marxistas contemporáneos se esfuerzan tendiendo puentes sobre el precipicio. El problema que se plantea a los marxistas de hoy es cómo encontrar una contradicción que permita pasar de una sociedad sin clases ni Estado a una sociedad de clases: encontrar la causalidad estructural y sus efectos sobre la sociedad de cazadores-recolectores. Si existen sociedades sin una división entre estructura y superestructura, si no hay contradicción entre medios de producción y fuerzas productivas, no hay explicación dialéctica y arde todo el edificio teórica marxista. Los esfuerzos teóricos de Godelier, Terray y Worsley, no han podido salvar al viejo Marx. Pero lo cierto es que no existe una estructura económica que determine una superestructura política.
8- Pero el problema también se encuentra al final de la cadena de sucesiones de modos de producción, según nos lo presenta la concepción materialista dialéctica de la Historia. Supuestamente las contradicciones del capitalismo al ser resueltas en el comunismo, darán paso a un estadio sin contradicciones porque se disolverán las distinciones de clase. Si según el materialismo histórico la historia humana ha respondido siempre a las leyes de la dialéctica; difícil nos resulta creernos por qué milagro deberían dejar de hacerlo bajo el comunismo que fantasearon Marx y Engels. Las leyes inmutables y eternas de repente se resuelven en una síntesis que no da paso a un nuevo momento dialéctico. Un nuevo modo de producción eterno, incapaz de superarse a sí mismo, donde las relaciones sociales de producción progresarán sin contradicción. En verdad el materialismo histórico parece tener tanto de científico como de caprichosa metafísica.
9- El cientificismo económico marxista subsume todos los aspectos humanos simbólicos, culturales, ideológicos, éticos o ecológicos a su causalidad inexorable. El resultado de aplicar semejantes métodos de análisis no puede ser menos que limitado. Se confunde la consistencia epistemológica con esquematismo teórico. La supuesta robustez teórica del marxismo -que se fundamenta en una metafísica que nada tiene de científica- apela a la autoridad de la ciencia para imponerse como verdadera y única, cuando verdaderamente es una explicación unilineal, fatalista, reaccionaria y autoritaria. La gran debilidad del materialismo histórico y el materialismo dialéctico radica en aquello que para sus creyentes consiste en su fortaleza: como toda interpretación universalista pretende explicar la Historia humana y el universo físico mediante un método válido para toda época y lugar. Cada caso particular que no se ajuste, destruye inevitablemente a toda la teoría.
10- El método dialéctico de Marx y Engels supone un progreso, un avance, un devenir de lo inferior a lo superior, una superación de la sociedad cuyo resultado sería el comunismo. ¿Se puede hablar de progreso o superación en el pasaje de una sociedad primitiva, sin divisiones de clase a una sociedad con clases sociales, con opresores y oprimidos? ¿Cuál es la ética que subyace a un pensamiento cuya única medida de progreso se basa en factores económicos y tecnológicos? ¿En qué valor moral se fundamenta una ideología que considera un progreso la dominación imperialista y la expansión del capitalismo, como lo hizo Marx al aplaudir la colonización británica en la India? Si tenemos en cuenta que los análisis marxistas se cimientan en la historia del occidente europeo y desde ese punto explican la evolución de toda la humanidad, se hace comprensible porqué el materialismo dialéctico fracasó a la hora de explicar las culturas no occidentales.

El materialismo histórico tiene como corolario la Dictadura del Proletariado. Tal vez los anarquistas cometamos muchos “errores garrafales”, como nos enrostra Hombre y Sociedad, pero al menos estaremos a salvo de pasarnos a las filas del enemigo por adherir a su filosofía y metodología de análisis. La única diferencia entre anarquistas y comunistas autoritarios no consiste en cómo resolver el problema del Estado. Hay una diferente concepción ética, ideológica y práctica que los integrantes de Hombre y Sociedad parecen no percibir. Nuestro anarquismo es esencialmente distinto al que Hombre y Sociedad profesa, al igual que otros grupos plataformistas. Proyectos distintos, caminos distintos y seguramente fines distintos, como el agua y el aceite, aunque bajo el anchuroso paraguas del anarquismo parezca no haber diferencias.


Notas

(1) Libertad! no es una publicación anti-plataformista aunque el artículo de Hombre y Sociedad declare: Se debe señalar que en este artículo sólo se intentará defender la llamada postura “plataformista” criticada en el texto (nombre que nosotros preferimos remplazar por “anarco-comunista”). Respecto de la otra postura analizada, denominada “anti-plataformista” de la publicación Libertad!, de Buenos Aires no nos pronunciaremos, ya que ni siquiera creemos que deba ser defendida.
(2) En Dios y el Estado Bakunin afirma: “Toda la historia intelectual, moral, política y social de la humanidad es un reflejo de su historia económica”. Una idea discutible a la luz de la Sociología y Antropología moderna, pero que hace 150 años, cuando fue pronunciada, era de carácter por completo innovador.








Publicado en: Libertad! Nº58, Buenos Aires, mayo 2011; El Surco Nº 24 y 26, Santiago (Chile).




Autor: Patrick Rossineri