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viernes, 19 de noviembre de 2010

La tierra se traga hombres. El sistema vomita injusticia

Nunca en la historia habíamos tenido tantos noticiarios. Nunca en la historia de esta región esos noticiarios habían estado, hora tras hora, exponiendo hechos. Nunca antes los medios de comunicación habían dado la posibilidad de acceder a la “realidad” de la forma y en el momento más inmediato. Probablemente nunca en Chile vayan a existir tantas universidades ofreciendo la carrera de periodismo.
Aún así y todo, pocas veces como hoy en día, hemos estado más desinformados.
El show (al parecer sin el beneplácito de los protagonistas) minero terminó, y contrario a lo que pensábamos, fue dejado de lado con bastante rapidez. Hemos de suponer que la búsqueda de responsables o la discusión en torno a las condiciones laborales de cientos de miles también quedará de lado. No hay perforadora ni cápsula que saque del encierro asfixiante al resto de los oprimidos; ellos mismos habrán de remover escombros, de cavar, de buscar la salida al aire fresco de la libertad. Todos en conjunto.
¿O no? ¿Si el gobierno pudo rescatar a los treinta y tres de la fama desde las entrañas de la tierra no podrá hacerlo con los de acá? Los ricos y poderosos no podrían, no quieren porque si lo hacen todo su reino se desmoronaría. La salida a la superficie no se realizará sin hacer saltar todo el edificio que sobre ésta se sustenta.
Y mientras tanto, todo quedó en suspenso. No hubo asaltos, choques, allanamientos ni decomisos, los mapuche dejaron de luchar. Los medios mostraron –extrañamente- a un Chile unido. Todos con los ojos puestos en las ingratas tierras de Copiapó (ingratas desde hace siglos) dejaron de hacer lo que hacían. A la fuerza pero con beneplácito, los medios -y sobre todo la televisión por sus ventajas técnicas- nos configuraron en un ejército de televidentes, uno de los más disciplinados que han enorgullecido a esta aguerrida raza. Un advenedizo Golborne, empresario anodino e intragable, lo comandó como si lo conociera desde hace tiempo. Lo hizo con la venia de su superior el presidente, que jamás puso más a prueba sus operaciones oculares como lo hizo ahora, con una sonrisa que deja entrever las orillas rojizas y brillantes de parpados que se cierran pero no descansan, y que parpadean al ritmo de Wall Street. Como el ejército del que formamos parte vimos una lógica nueva, la promocionada “nueva forma de gobernar”. No hubo funcionarios, ni burócratas, ningún medio pelo que la concertación hacía desfilar ante cada calamidad. El nuevo gobierno se compone sólo de cabecillas, para este caso dual, siendo a veces triunvirato con Lavín que en terreno enseña de manera solemne en escuelitas modulares de la zona afectada por el terremoto.
Los mineros fueron rescatados por Piñera y Golborne, nadie más. Nadie sabe cómo un ingeniero civil y otro comercial aprendieron a manipular de repente máquinas perforadoras, a planificar los primeros auxilios, etcétera. Ya se habla del advenedizo anodino como carta presidenciable. Sus cifras en encuestas se dispararon porque el ejército de espectadores aprecian su capacidad de manejo de la situación, ¿si pudo sacarlos, cómo no podrá hacerlos con nosotros, que estamos sumidos en la miseria, muy profundo?
Padecemos síndrome de Estocolmo, prematuro y alarmante, con la nueva forma de gobernar, que de nueva tiene sólo las cicatrices constantemente tensadas por las emociones en los ojos de Piñera.
A cavar hacia la superficie para hacerlos caer, entonces. En el presente número hemos dejado de lado el tema tan recurrente del rescate dando paso a otras noticias. Felizmente hemos de comunicar que el tiraje se nos hace cada día más escaso, y para contribuir codo a codo con la salida a la superficie de los oprimidos comunicamos también la pronta salida del primer suplemento de “El Surco”.

Grupo Anarquista “El Surco”

Publicado en: El Surco Nº 21, Santiago de Chile, noviembre de 2010.

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