Durante
semanas los medios masivos de información, no sólo norteamericanos, sino de
cualquier rincón de este mundo globalizado por el discurso mediático, se
dedicaron casi en exclusividad a tratar lo que superficialmente denominaron “fenómeno
Ferguson” a raíz de la muerte en manos de la policía de Michael Brown. Sin
pausa, el bombardeo mediático al que nos acostumbran los mass media puso el
foco en este tema, y en un santiamén la “cuestión negra” con sus muertos, las
marchas, la ira, el desencanto, la justicia/injusticia, se convirtieron en el
epicentro de los análisis sociales para “entender” lo que estaba sucediendo.
Vaya paradoja, o no tanto en realidad, ningún abordaje periodístico argumentó
desde aspectos más profundos que atraviesan este asesinato en particular, como
lo son el racismo, la discriminación o la segregación social tan arraigada en
sociedades como la norteamericana. Aunque ésta no es más que un fiel reflejo de
lo que ocurre en cualquier rincón del mundo, lo que las diferencia es simplemente
la resonancia mediática.
A la
luz de la “opinión pública”, y de lo que de ella construye el discurso de los medios,
lo acontecido en Ferguson es un accionar violento, desmedido y criminal, pero
no una metodología policial, resguardando de esa forma a la “institución” en su
conjunto (por estos lados lo llamarían “gatillo fácil”, como si en realidad existiera
un “gatillo difícil” para la policía y demás fuerzas represivas). O sea, que la
muerte de Michel Brown, en agosto, baleado al salir de una licorería; o la de
Tamir Rice, acribillado por un policía mientras jugaba con un arma de juguete o
la de Eric Garner, sometido por varios policías por vender cigarrillos sueltos
y muerto por estrangulamiento, son simples contingencias, evitables sí, pero
para nada acciones necesarias de la metodología institucional policial. De esa
forma, se vacía de contenido el dato irrefutable de que, por ejemplo, en 2012, 414
personas fueron asesinadas por la policía en EE.UU.
De
fragmentos pretendidamente inconexos se construye la realidad mediática que los
medios de información nos muestran minuto a minuto. Como si los asesinatos a
manos de la policía fueran hechos aislados unos de otros, historias irrelevantes
e individuales entre las que se intenta borrar el hilo conductor que las
cohesiona y familiariza: la violencia institucional, social y policial. En ese
aspecto, la realidad de Ferguson a partir del asesinato de Michael Brown en
nada se diferencia de lo que sucede a menudo en Buenos Aires, San Pablo o
México, por citar algunos ejemplos.
El
estallido social que se vivió en Ferguson tardó poco tiempo en contagiarse a lo
largo y ancho de Estados Unidos. En más de 170 ciudades se multiplicaron las manifestaciones
callejeras y los piquetes. El odio, muchas veces camuflado, a todo lo que
representa la policía pronto se manifestó en luchas callejeras y saqueos. El
miedo al accionar policial dio lugar al protagonismo en la calle en todas sus vertientes,
desde manifestaciones “pacíficas y ciudadanas” a enfrentamientos directos con
las “fuerzas del orden”.
Lo
paradigmático de lo sucedido en Ferguson es que algunas cuestiones que se creían
superadas, siguen vigentes en el imaginario colectivo, y son estos hechos de
relevancia mediática quienes lo ponen en la discusión social para que no
olvidemos que en realidad siguen ahí, tan actuales hoy como hace 60 años: ser
negro en Estados Unidos te convierte inevitablemente en peligroso para una
sociedad donde las diferencias están a flor de piel. Para algunos analistas en
temas de implicancias sociales, como Jelani Cobb del The New Yorker “el
espectro del linchamiento sigue muy presente en el imaginario de la gente negra”.
Los negros, asegura Cobb, “conocen de manera intuitiva— y no abstracta—la intencionalidad
teatral del terrorismo: Verse obligados a mirar el cuerpo de Michael Brown
durante cuatro horas sobre el pavimento ardiente, bajo el sol de agosto, muerto
a manos de un policía blanco cuyo nombre fue ocultado durante toda una semana,
evocó esa memoria. Tuvo el efecto de recordarle a la multitud de dolientes espontáneos
que su humanidad es refutada. Una sola muerte puede ser comprendida como una
amenaza colectiva. Los medios no han sido los que despertaron estas
preocupaciones; ha sido la historia”.
Otro
aspecto que se puede resaltar, como resultante de las manifestaciones y el
protagonismo de la gente en la calle es que, a partir de los disturbios se
generaron lazos directos de solidaridad. Por muy rudimentarios y específicos
que éstos sean, a partir de lo de Ferguson, se fue construyendo poco a poco un
sentimiento de identidad común entre los desplazados y marginados de la zona.
Lo que previamente apareció como una masa iracunda que actúa por reflejo, se fue
transformando en una multitud de sensibilidades, intentando traspasar los propios
límites del “fenómeno Ferguson”, aprovechando la oportunidad para hacer
visibles otras “necesidades” más amplias como la vivienda y la oportunidad laboral.
Por
último, resaltar que el asesinato de Brown a manos de la policía local de
Ferguson ha servido para no olvidar que las tensiones raciales están presentes
en el día a día. Que “lo negro” y “lo blanco” continúan siendo caras
antagónicas de la sociedad norteamericana. Sociedad donde se están implementando
políticas de corte racial neutrales para mantener la explotación de clase y
diferenciación social. En relación al asesinato de Michael Brown, una encuesta
del Huffington Post resalta que la muerte de Brown fue un incidente aislado
(35%) o parte de una tendencia generalizada en la manera en que la policía
trata a los jóvenes negros (39%). Pero este balance de opiniones se desvanece
si aislamos las reacciones por grupo racial: el 76% de los negros opinan que es
parte de un patrón generalizado, mientras que solamente el 40% de los blancos
cree lo mismo.
Autor: Gastón
Publicado en: Libertad!
N° 65 (Buenos Aires)
http://publicacionliberta.wix.com/libertad
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