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jueves, 31 de diciembre de 2009

Algunos aspectos del anarquismo chileno en los años 30.

Debilitamiento, antifascismo y diáspora.

La década de los treinta representa un perío­do interesantísimo en la sociedad chilena en su conjunto por ser una etapa de alta politización y movilización social por parte de todos los grupos sociales contemporáneos. Una década en la que hitos de importancia como la caída del dictador Ibáñez, el levantamiento de la marinería en Co­quimbo y Talcahuano, la “pascua trágica” o los anecdóticos doce días de “república socialista” abren los fuegos de un período de rearticulacio­nes y expectativas marcadas tanto por lo nacio­nal como lo internacional.
Sería una labor extensa pero no menos inte­resante la de dar cuenta de los acontecimientos arriba enumerados, por lo que nos centraremos en el anarquismo presente en la década y en sus particularidades referentes a su situación en la lucha social, sus complicaciones y principalmen­te su antifascismo, como elemento relevante en el discurso y la práctica libertaria.

PANORAMA GENERAL DE LA DÉCADA.

La caída de Ibáñez en el año 1931 trajo consigo un leve respiro para las organizaciones sindicales y sociales después de 5 años de persecuciones, deportaciones, asesinatos y reformas naciona­listas modernizantes. No debemos olvidar que la represión ibañista afectó a todo el espectro social siendo víctimas igualmente sectores conservado­res o liberales además de las clases medias y ba­jas. Sin embargo, los principales afectados fueron el proletariado reconocido como revolucionario, a saber, los anarquistas y los comunistas, princi­palmente, quienes vieron desmanteladas sus or­ganizaciones y deportados a sus miembros más notables.
La labor inmediata a la caída de Ibáñez fue entonces rearticular al movimiento reducido a la clandestinidad y a grupos que en las sombras siguieron operando durante la dictadura. Se su­maba a lo anterior la urgencia de fortalecerse para apresurar la crisis del capitalismo cuya gran señal fue el “crack” del 29 (donde según consta en informes internacionales de la época, Chile fue prácticamente el país más afectado por su condición de país monoexportador de salitre y dependiente de empréstitos norteamericanos) que sumió a los sectores revolucionarios en un ánimo impetuoso y esperanzado en que parecía aproximarse un gran cambio, la descomposición y muerte de un sistema que lanzaba sus últimos estertores de agonía.

ENTRE LA REVOLUCIÓN SOCIAL Y LAS DICTADU­RAS.

En este contexto inmediato situamos a los ácratas, quienes además de verse afectados por el panorama general, lo fueron también y previa­mente por las reformas sociales que cooptaron a una considerable cantidad de simpatizantes bajo la égida de un Estado que se promocionaba como consciente y preocupado de la “cuestión social”. A esto debemos agregar la aparición del Partido Comunista en 1921, hecho que significó una con­frontación directa y declarada entre “infantilis­tas” y “dictadores”, y que en el largo plazo daría con una merma en el capital social monopilizable a disposición de los anarquistas.
El panorama poco provechoso era una preocu­pación interiorizada por parte de los dirigentes ácratas quienes contaban con fragmentos dis­persos de la nunca tan relevante FORCH (Fede­ración Obrera Regional Chilena) y de una IWW ya disminuida e integrada por veteranos nostálgicos de las grandes gestas de comienzos de los veinte. La debacle permite dejar de lado por un momen­to las pugnas entre anarquistas marcadas por discusiones entre “federalistas” y “centralistas” o entre “sindicalistas” y “específicos” para dar paso a la creación de la Confederación General de Trabajadores (CGT), instancia de tipo federativo con proyección nacional integrada por gremios como los estucadores, los zapateros y los tipó­grafos, por mencionar a los más relevantes. Esta­mos ante la última organización con algo de peso en el movimiento revolucionario y sindical de la historia de la región chilena. Este agrupamiento por el momento dejó de lado las diferencias y se concentró en mantener una línea más o menos común en cuanto a temas de unidad sindical con organizaciones partidarias o no revolucionarias (como la Confederación Nacional de Sindicatos y la futura CTCH) y los intentos de unidad que da­rán con la formación del Frente Popular en 1936.
Dentro de éstas líneas comunes que hemos planteado se destacan más o menos elementos similares al anarquismo “clásico” estudiado pro­fusamente en los últimos años (que de manera general comprenden desde la última década del XIX y fines del 1920) y que abarcan la oposición al Estado y sus instancias de “participación” po­lítica, reducidas en la época por los estados de excepción dictados en el mandato de Alessandri (1932-1938); el anticlericalismo y la celebración de “las semanas ateas” y la fe ciega e irrenunciable a la acción directa y la huelga general como úni­cas e irremplazables armas de combate contra el capital. La postura de los anarquistas respec­to al último punto les costarán prácticamente un aislamiento social y la pérdida de relevancia en el panorama sindical, en el que sobrevivieron gracias a un anarquismo velado por las posturas sindicalistas, siendo el caso más patente que ha­llamos el de los estucadores y su organización, la URE, o “Unión en Resistencia de Estucadores”, la que por ésta misma condición de intermedio entre ente revolucionario o únicamente dedica­do a conquistas materiales gremiales, terminó evidenciando una escisión entre los componen­tes “duros” (anarcosindicalistas) y los cercanos a partidos políticos, especialmente el Comunista y el Socialista.
Sin embargo, y producto en parte de lo ante­rior, podemos notar un cambio en la fraseología anarquista a través de la prensa y que se va nu­triendo cada vez más de una vertiente clasista, menos marcada por las proclamas universalistas y de tinte más ilustrado, como se puede apreciar en los periódicos y folletines de comienzos de si­glo, preocupados por temas como el ascetismo tolstoyano, la astrología o incluso la poesía. Des­taca en este aspecto el reforzamiento del antimi­litarismo como crítica constante en un contexto local marcado por la presencia de las “Milicias Republicanas” (guardias paramilitares adictas al régimen conformadas por elementos burgueses) o bien los “nacistas” criollos al mando de Jorge González Von Marées, y en un contexto interna­cional por la inminencia de la guerra que se deja­ba ver por los ascensos de los fascismos italiano y alemán así como por la actitud velada de belige­rancia de las “democracias”. Lo antimilitar buscó articular un movimiento proletario mundial que previniera la guerra, siempre perniciosa para los oprimidos.
Menos humanista, más sindicalista y prepa­rándose para la revolución próxima, las cosas no parecían fáciles y las “grandes luchas” antes pro­tagonizadas ya no volverían a repetirse con mag­nitud de antaño. Sin embargo, pese a lo complejo del contexto local, el ánimo se nutrió con la revo­lución española y el fascismo amenazante.

FASCISMO

De manera general (y esto aplicado no sólo a los anarquistas), el fascismo se definió como un mo­vimiento retrógrado, destructor de la cultura y de la voluntad del individuo que, por lo demás, era útil al capitalismo en decadencia. Un sistema en crisis ya no veía en la democracia un método útil para perpetuar sus intereses por lo que recurría a elementos barbáricos sometidos a los dictá­menes del imperialismo mundial (pese a que el fascismo se define como tremendamente nacio­nalista) para, principalmente, detener el avance inexorable del proletariado mundial. Estos tér­minos se aplicaron tanto a los fascistas europeos como a los locales, nos referimos al Movimiento Nacional Socialista y en menor grado a la Mi­licia Republicana. Igualmente, el gobierno de Alessandri y su ministro de Hacienda, Gustavo Ross, fueron catalogados con el término, dando a entender la amplitud y elasticidad con que –tal como hoy- se utiliza.
Debemos entender que cualquier definición que emane de tal o cual grupo obedecerá a los proyec­tos propios y amenazas de cada uno, de manera tal que el fascismo aparece como concepto de reconceptualización de los adversarios respecti­vos, así podemos entender cómo los fascistas se asocian a la burguesía, al imperialismo, y a las ar­bitrariedades del gobierno, en algunos casos.
Esta misma lógica podemos hallar en los anar­quistas, quienes se refirieron al término de una manera bastante radical, llegando a distinguir entre sus componentes tanto a los gobiernos “democráticos” como a la Unión Soviética con Stalin a la cabeza. La categorización de “fascismo negro” “fascismo pardo” y “fascismo rojo” ejem­plifica bien esto al diferenciar sólo el color de una manifestación que en el fondo es la misma.

ANTIFASCISMO

Más importante aún resulta abordar las prácticas de combate al fascismo que se desarrollaron en el período y que legitimaron prácticas antiguas a la vez que pusieron en duda nuevos panoramas de lucha. Como arma principal de combate, la elec­ción defendida tanto por los anarquistas locales como por organizaciones internacionales (A.I.T.) fueron sin lugar a dudas el boicot y la acción di­recta. Entendiendo al fascismo como manifesta­ción de un capitalismo imperialista en constante busca de mercados, el boicot a los productos pro­venientes o dirigidos a países fascistas resultaba una táctica útil para impedir el abastecimiento de sus industrias y por consiguiente el cese de su alarmante producción bélica. Con esto también se hacían llamados a no comprar en tiendas o a trabajar en empresas de dueños italianos, alema­nes, o españoles nacionalistas. La acción directa halló manifestaciones prácticas en instancias como destruir mercaderías vinculadas al “fascio”, en impedir la exhibición de películas propagan­dísticas y hasta en pifiarlas o gritar consignas contra de ellas. Una acción más significativa fue la reunión de fondos para ir en ayuda de los combatientes en España, así como también para ayudar a los refugiados que arribaron a Chile una vez derrotados.

“AL FASCISMO NO SE LE DISCUTE, SE DE DESTRUYE”

Pero ¿qué pasa cuando los fascistas aparecen en las calles, rayando muros, haciendo marchas, golpeando y hasta asesinando adversarios? La violencia política alcanzó ribetes considerables en los treinta, prueba de ello son los numerosos asesinatos que se registran de los cuales ningún grupo político escapó. El contexto llevó por nece­sidad a preguntarse por la adopción de tácticas violentas para hacerle frente a las Tropas Nacis­tas de Asalto, grupo de choque del M.N.S. Los ejemplos de militarización del Partido Socialista con sus milicias y el posterior caso de España con la conformación de ejércitos más regulares en los que la C.N.T. formó parte forzaron la toma de po­sición. No conocemos resoluciones categóricas o experiencias que hayan ido en el sentido de disciplinar una respuesta violenta pero sí hay re­gistros de ciertos “grupos de choque de la C.G.T.” que habrían sido en Osorno una herramienta muy útil para contrarrestar la violencia con violencia.

ESPAÑA LA TRINCHERA Y EL MUNDO LA RETAGUARDIA.

Hemos hecho un par de alusiones a España como referente de antifascismo, y la verdad es que la mirada de los anarquistas pareció estar más pendiente de los sucesos de España que en el de­sarrollo de los acontecimientos locales. Esto se debe a que la revolución allá en marcha puso a prueba el proyecto libertario en la realidad mis­ma mediante colectivizaciones y mayor relevan­cia de sindicatos en el desarrollo de la guerra. Nu­merosas noticias que señalan el éxito cualitativo y cuantitativo de las fábricas, campos y servicios socializados fueron un aliento para los anarquis­tas locales, quienes se cerraron –debido al ánimo por el caso español- a cualquier instancia de par­ticipación, como el Frente Popular o la C.T.C.h. España aportó un grado de autorreferencia que rayó en lo clínico, al punto de señalar que la C.G.T. de Chile era la C.N.T. de España y que la primera era la única capacitada para llevar a cabo la revo­lución social, haciendo un llamado a engrosar las filas de los sindicatos anarquistas. Se entiende en esto que para la condición de alguna forma mar­ginal del anarquismo en el período, esto significó un suicidio social en el sentido de que se hipotecó la posibilidad de un desarrollo cuantitativo.
De la mano del ánimo aportado por España, tam­bién se desarrolló constantemente un sentimien­to anticomunista. La revolución contó con episo­dios de violencia entre anarquistas, poumistas y comunistas como la “semana trágica” de mayo del 37, manifestación de un clima alimentado por las sospechas de uno y otro lado, por asesinatos, secuestros etc. Principal responsable de esto fue el electricista chileno Félix López, delegado de la C.G.T. en España quien fue testigo cercano al clima de beligerancia presente en la retaguardia. Por medio de extensas cartas desde la península, López se dedica a hacer críticas a los comunis­tas españoles por sus prácticas poco honestas, y principalmente por su “traición a la revolución” consistente en su postura en torno a las colectivi­zaciones. Todo esto repercutió de manera negati­va en el contexto local, en donde los comunistas chilenos en su política de “Frentes Populares” adoptaron una postura hasta de amabilidad ha­cia los anarquistas, no sin dejar de disputarles la predominancia en sindicatos como el de la cons­trucción.
La década terminaba con el ascenso del Frente Popular en Chile, con el fracaso de la experiencia española, y con un anarquismo que por conflictos internos se dividía de manera letal. Estos dos úl­timos puntos serán de trascendental importancia en el replanteamiento de la praxis ácrata, marca­da por un espíritu anticomunista y de sospecha total hacia el sistema político que bajo el Gobier­no de Aguirre Cerda prometía pan, techo y abri­go. Aún escasean estudios que den cuenta del anarquismo en los 40, pero desde ya se pueden adelantar que dicho período vio nacer propuestas de partidos libertarios así como –por otro lado- la consideración de vías revolucionarias violentas para la revolución social.

Autor: Chamorro
Publicado en: El Surco, Nº 8 y 9, Santiago de Chile, 2009.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Territorio mapuche en pie de guerra

Y el festín represivo y desinformativo de los esbirros del poder (La historia de nunca acabar).
Hemos sido testigos, una vez más, del brutal accionar represivo de los dispositivos policíaco-militares del opresor y colonialista Estado chileno en la región de la Araucanía, así como de la manipulación de la información descarada por parte de los medios de comunicación burgueses, los cuales no sólo han “criminalizado” insistentemente la lucha de los comuneros mapuche de la localidad autónoma de Temucuicui, llamándolos “terroristas”, sino que también han apoyado el resguardo de la propiedad privada (empresarial-forestal) a través de la militarización estatal, al mismo tiempo que han legitimado los constantes y brutales allanamientos policiales e ilegales, que han dejado como saldo niños, mujeres, ancianos mapuche golpeados, torturados, heridos y baleados. Sólo a modo de ejemplo citaremos dos de los casos -de una larga lista- denunciados por la Alianza Territorial Mapuche ilustrativos en este sentido. El del menor Felipe Marillán Morales, de 10 años, internado en el centro asistencial de Victoria, quien fue herido cuando se encontraba buscando sus animales en las cercanías del fundo del oligarca y fascista René Urban, protegido por sicarios pagados. Y el de Pablo Catrillanca Quiepul, hijo del ñizol longko Juan Catrillanca Antín, quien fue baleado por la policía en la espalda y en el ojo izquierdo (el que está a punto de perder) (1) . No menos brutal fue la aprehensión, en la comunidad Rofue del territorio de Maquehue, del menor mapuche de 14 años identificado con las iniciales F.P.M., cuando se encontraba recolectando hierbas para el machi Fidel Tranamil. Luego de ser herido por perdigonazos desde un helicóptero policial, y de que el menor intentara huir, los perros policiales lo detuvieron y los trasladaron a Vilcún. En el helicóptero, tras torturarlo para que identificara a weichafes mapuche, amenazaron con lanzarlo desde los aires, si no reconocía que participaba en la toma de un fundo (2).
Y es que tras el asesinato del comunero, Jaime Mendoza Collío -en el violento desalojo del fundo San Sebastián de Angol- se ha producido una intensificación del conflicto entre el Estado chileno y el pueblo mapuche, del cual la prensa burguesa ha hecho un gran festín desinformativo, omitiendo los 500 años de explotación y colonización forzada a los que han sido sometidos por el imperio español (XVI-XVIII), en un primer momento, y por el Estado-nación chileno, desde su conformación (en el siglo XIX) hasta el día de hoy, tergiversando al unísono la lucha actual, creando confusión y desconcierto en la ya desinformada y prejuiciosa “ciudadanía chilena”.
Por su parte, los autoritarios burócratas del Estado burgués, alineándose con las fuerzas represivas y apoyados por los esbirros de las comunicaciones, han negado -y era de esperar- cínica y sistemáticamente los abusos vejatorios a los que han sido sometidos los mapuche tras los sucesivos allanamientos y operativos policíaco-represivos (así como los perpetrados por la pandilla paramilitar proto-fascista Trizano), mientras los hechos -que no tienen obviamente cabida en los medios burgueses, salvo cuando son innegables- demuestran precisamente lo contrario. Las imágenes de la brutal aprehensión y golpiza de Carlos Curinao, hijo del longko Juan Carlos Curinao de la comunidad Guañaco Millao, en el frontis del Juzgado de Garantía de la ciudad de Victoria (véase el video en: http://www.youtube.com/watch?v=MmdWyO29irc), quien junto a su padre y un grupo de comuneros mapuche exigía información acerca de sus compañeros detenidos por su supuesta participación en un ataque incendiario a un camión (¿montaje?) confirman el accionar racista y desmedido de las fuerzas policiales en la zona, quienes operan en complicidad con las autoridades locales y capitalinas (y de grupos paramilitares), protegiendo y resguardando el orden burgués capitalista.
Desde que las comunidades mapuche autonomistas decidieron movilizarse -a fines de junio- en pos de la recuperación de sus ancestrales territorios, la violenta arremetida policial-militar y comunicacional burguesa no ha cesado hasta el día de hoy. Ante los hechos, la estrategia del concertacionista gobierno de turno (más preocupado de perder sus prebendas electorales frente a un inminente triunfo de la derecha) es simple y evidente: tensionar las relaciones entre las partes, incitando mediante la provocación criminal a las comunidades mapuche de Temucuicui a defenderse legítimamente frente a las agresiones de los aparatos represores del Estado chileno. De esta cobarde forma apuesta por la criminalización “legal” de la lucha mapuche desviando, a través de la manipulación, y centrando el foco de atención de la “opinión pública” en los descontextualizados “actos violentistas”, evitando de este modo, responder ante los foros nacionales e internacionales en donde dirigentes mapuche desesperada -y también ingenuamente- han realizado acusaciones formales, denunciando los excesos policiales. Para tal efecto, y así lo hemos podido comprobar, ha contado con el apoyo irrestricto de la prensa burguesa, la cual no ha escatimado en recursos (ya que es muy bien pagada) a la hora de hacer circular imágenes de “terroristas mapuches” (cada vez de menor edad arguyen maliciosamente) encapuchados agrediendo a los perros guardianes del capital con sus justicieras boleadoras. Pero eso no es todo, ya que el gobierno ha anunciando en los últimos días la implementación de cámaras de vigilancia en las carreteras de la Araucanía para resguardar sin ningún disimulo -en realidad nunca lo ha disimulado- las propiedades de los avaros y racistas terratenientes de la zona.
Como podemos ver, la desinformación malintencionada y el amedrentamiento han sido los dos principales métodos criminales utilizados por el Estado chileno para hacer frente a las movilizaciones indígenas, apostando (cual torturador) por la política de la “zanahoria y el garrote”. Mientras por una parte ha anunciado a los cuatro vientos la entrega de tierras a los mapuches (“buenos” y sumisos) mediante la parasitaria Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), por otra, asedia y violenta constantemente a las comunidades más combativas que niegan al Estado chileno -especialmente a la de Temucuicui- sembrando el terror y el desconcierto no sólo al interior de las comunidades, sino también en la población “chilena” que deslegitima la lucha a través de frases racistas (fruto de la educación formal) como la siguiente: “¿para qué les dan tierras a los ‘indios’, si no las trabajan porque son flojos y borrachos?”.
Pero la desinformación pública no sólo ha sido sembrada a través de políticas paternalistas implementadas por el opresor aparato estatal, que por lo demás no apuntan a la situación de fondo -la autonomía territorial- sino también a través de atentados incendiarios perpetrados por agentes policiales, que han tenido como finalidad culpar a los mapuche insumisos y legitimar de paso (a nivel de la opinión pública) los ilegales allanamientos en las comunidades. No hay que olvidar, ya que la memoria es frágil, que hace poco tiempo gracias a unas cámaras de vigilancia (de esas que protegen la propiedad privada y el orden social) se puso en evidencia un MONTAJE POLICIAL que pretendía culpar a comuneros mapuche de robo de madera, propiedad de la siniestra Forestal Arauco, también en un contexto de agudización del conflicto indígena contra el Estado chileno. Al igual que en la dictadura genocida de Perrochet, organizada y planificadamente la policía (esa que financia usted señora y señor con el pago de sus impuestos) comete inmorales ilícitos para culpar a los mapuche en pie de guerra y acusarlos de “delitos comunes”, deslegitimando sus acciones insurgentes.
Es de esperar que las manifestaciones de solidaridad -de esas que omite la prensa burguesa- con la lucha mapuche no cesen. Que se multipliquen en todos los espacios las marchas, mítines, foros de discusión, tokatas, y por sobre todo, la contra información que es imprescindible para desmontar las malintencionadas tretas del poder que sólo benefician a los terratenientes ladrones y asesinos. A final de cuentas la lucha mapuche, al igual que la de los libertarios, es una lucha contra el capital y el Estado. Para el poder, sólo ha cambiado el chivo expiatorio, y en muy poco tiempo, ayer eran anarquistas, hoy son los mapuches. Solidaridad Activa!

NINGUNA AGRESIÓN SIN RESPUESTA
¡LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS
MAPUCHE!

Referencias:

(1). http://www.mapuexpress.net/?act=news&id=4850
(2). http://www.mapuexpress.net/?act=news&id=4773

Autor: (A)pache
Publicado en: EL SURCO, Nº 9, noviembre de 2009, Santiago, Chile.

La representación mediática del sujeto anarquista


Los libertarios hemos sido retratados por la Prensa Burguesa casi exclusivamente por los hechos de violencia en que nos hemos visto involucrados, por lo tanto, es preciso decir rá­pidamente que toda representación hecha del anarquista en los medios esta proyectada bajo ese prejuicio. En efecto, el anarquismo ha sido aludido sólo en su aspecto delictual, y es impor­tante comprender que este síntoma es propio de los medios de comunicación en las sociedades de control, donde el miedo, la seguridad policial y la cárcel deben ser justificados. Es importante reconocer este primer aspecto para comenzar: se habla de anarquismo sólo cuando se puede decir algo que constituya nuevos argumentos en la “Guerra contra la delincuencia”, y el tema acá no pasa por como nosotros nos vinculamos o re­conocemos en la violencia y en la trasgresión de la ley, pues no dejaremos de validar aquello por­que le sirve a la prensa para criminalizarnos, si no más bien en como esta imagen unidireccional reduce y distorsiona absolutamente la exquisita complejidad que existe tras las prácticas anar­quistas.
Cada noticia o reportaje sobre los libertarios que aparece en la prensa nos provoca siempre alguna enérgica emoción, desde los ataques de risa hasta el emputecimiento. En este artículo haremos una pequeña revisión del estereotipo que la prensa de los ricos esta proyectando so­bre el sujeto anarquista.
El pasado 3 de octubre salió publicado en la Re­vista Sábado del hiperbugués diario El Mercurio un articulo titulado “Afán de un anarquista” es­crito por el joven periodista Arturo Galarce. La crónica se difunde con la imagen de un joven escondido tras un mundo oscuro. Ése joven es individualizado por el periodista bajo el seudó­nimo de “El Pijo”, un anarco-punk veinteañero que según este tipo voluntariamente le habría dado una entrevista. Como veremos el Pijo cum­ple con los estereotipos. Pero es principalmente su lenguaje lo que constituye la clave para Artu­ro Galarce, dado que en su conversación logra sacar “declaraciones” en las que se reivindica abiertamente la violencia y los hechos ocurridos contra la PDI. La gracia del periodista es sacar­lo de contexto, reproducir las frases útiles para la venta y eliminar el contenido sustancial. Y no sólo las formas de mostrar las ideas tienen como soporte el engaño, sino también la forma en como llega a ellos, pues luego de infiltrarse en un carrete el tipo se involucra con la gente, com­pra cervezas por doquier y comienza a pregun­tar, evidentemente sin transparentar sus moti­vaciones. Sin duda existe una intencionalidad clara: aprovecharse de la situación y encontrar a alguien lo suficientemente ebrio como para ha­blar más de la cuenta. El resultado es una cróni­ca donde se inventa la mitad de los hechos y se vuelve a retratar a los anarquistas como jóvenes universitarios, borrachos, miembros de “tribus urbanas” y por supuesto exaltados irracionales.
Muchos otros artículos también se han dedica­do a difundir estupideces. La idea del libertario como un sujeto oculto, oriundo de las penum­bras, ha sido permanentemente aludida. Según el periodista Hernán Ávalos, “los ‘anarcos’ viven encubiertos, confundiéndose entre adeptos de partidos políticos de izquierda” y según el “ex­perto” psicólogo Erik Marín: “estos anarquistas pasan inadvertidos ante la sociedad porque tienen una doble vida”. Pero su análisis, insis­to, es equivocado ya que en su imaginario está únicamente el anarquista que se constituye a sí mismo en tanto su uso de la violencia, pero lo que no se comprende, y obviamente no se quie­re comprender, es que lo que nos define sustan­cialmente es una vida cotidiana en función de principios antiautoritarios, libre de coacción y ambiciones de poder, un anarquista no anda es­condido en su diario vivir, todo lo contrario, utili­za su vida misma y su lenguaje como una propa­ganda contra este orden social, un anarquista lo es siempre, no sólo un momento cuando cubre su rostro con una polera.
El mismo individuo Marín ha hecho otro feno­menal descubrimiento: “En Chile existen dos corrientes anarquistas, las que diferencian con “Q” y con “K”. A primera vista, suena bastante gracioso y pintoresco pero en el fondo denota la intencionalidad: Existen anarcos buenos y ma­los. Y esto no es casual, en una sociedad donde el poder de persuasión es tan estrepitosamente controlado por los opresores, que hayan unos pocos sujetos que se digan anarquistas, que se dediquen a pensar y a criticar al sistema es has­ta provechoso, pues le otorga aires de tolerancia y pluralidad a la democracia.
Otra de las ideas recurrentes y trágicamente ridículas es que los okupas y anarquistas somos representativos de “una reacción psicosocial de grupos postergados de clase media baja, que ca­nalizan sus frustraciones familiares, educacio­nales y laborales, al no haber podido integrarse a la sociedad”, esto según palabras del psicólogo Eduardo Torres. Este argumento es tremendo, porque invisibiliza todo contenido político para presentarnos como enfermos. Según esta lógi­ca, hemos decidido enfrentarnos a este mundo porque tenemos problemas psicosociales de adaptabilidad y no porque el sistema genere condiciones infrahumanas de existencia.
Es importante destacar la representación del anarquista como rebelde juvenil. Una buena frase fue publicada por el aspirante a escritor Gonzalo León, quien en una nota a propósito del Marzo Anarquista 2009 se pronunció: “Imagino entonces que el anarquismo y sus clásicas ban­deras negras son endógenos a la juventud y que se pasa con el tiempo, como un resfrío o un ena­moramiento.”. Bajo esta interpretación no sólo estamos a la altura de una enfermedad psicoso­cial, sino que llegamos a ser comparados con un resfrío, ¡excelente!
Como hemos visto, quienes más han ido retra­tando al anarquista a través de los medios son dos tipos de colaboradores. Primero, están los “expertos”, quienes desde sus sillones acadé­micos van marcando las pautas para la identi­ficación de un sujeto libertario que a muy duras penas pueden comprender; y segundo, están los jóvenes periodistas, que aún no entendemos si se han dedicado a inventar historias de anar­quistas por moda, irreverencia o simplemente por servilismo a sus jefes, quienes evidentemen­te deben estar muy conformes con su trabajo.
Finalmente, deseo enfatizar que no aspiramos a un trato “objetivo” de la prensa de masas, ya que entendemos nuestra posición irreconcilia­ble. Lo que aquí buscamos es poner en eviden­cia esa intención del poder, mostrar como sus páginas mienten y caricaturizan nuestra lucha, y llamar a que nuestras prácticas en la vida coti­diana logren permear sobre la inmensa cantidad de personas idiotizadas con las caricaturas del espectáculo burgués.
Compañeros hay muchos buitres esperando ganar dinero con reportajes sobre el anarquis­mo, pero la prensa burguesa miente, no confíes en ellos. Si quieres que tus cuestionamientos se expandan infinitamente


¡AGITA Y PROPAGA!

Autor: Por Luis Armando Larrevuelta
Publicado por: EL SURCO, Nº 9, noviembre de 2009, Santiago, Chile.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Los partidos son los condones de la libertad

ACRATÓN

Con esta clara y rotunda expresión se definían a los partidos en el mayo del 68 francés. Pero hoy después de más de 40 años me pregunto si los partidos son necesarios o debieran suprimirse, y para ello, retomo el contenido de parte de las notas que sobre la supresión general de los partidos políticos escribió la controvertida Simone Weil a principios de 1943, y así, discurriendo sobre sus características esenciales escribía:

“Un partido político es una máquina de fabricar pasión colectiva. Un partido político es una organización construida de tal modo que ejerce una presión colectiva sobre el pensamiento de cada uno de los seres humanos que son sus miembros. La única finalidad de todo partido político es su propio crecimiento, y eso, sin límite. Debido a este triple carácter, todo partido político es totalitario en germen y en aspiración. La finalidad de un partido político es algo vago e irreal. Si fuera real, exigiría un esfuerzo muy grande de atención, pues una concepción del bien público no es algo fácil de pensar. La existencia del partido es palpable, evidente, y no exige ningún esfuerzo para ser reconocida. Así, es inevitable que de hecho sea el partido para sí mismo su propia finalidad. Los partidos son organismos públicos, oficialmente constituidos de manera que matan en las almas el sentido de la verdad y de la justicia. Se ejerce la presión colectiva sobre el gran público mediante la propaganda. La finalidad confesada de la propaganda es persuadir y no comunicar luz. Hitler vio perfectamente que la propaganda es siempre un intento de someter a los espíritus. Todos los partidos hacen propaganda. El que no la hiciera desaparecería por el hecho de que los demás si la hacen. Todos confiesan que hacen propaganda. Nadie es tan audaz en la mentira como para afirmar que se propone la educación del público, que forma el juicio del pueblo. Los partidos hablan, cierto es, de educación de los que se les han acercado, simpatizantes, jóvenes, nuevos adherentes. Esa palabra es una mentira. Se trata de un adiestramiento para preparar la influencia mucho más severa que el partido ejerce sobre el pensamiento de sus miembros. Supongamos que un miembro de un partido —diputado, candidato a diputado, o simplemente militante— adquiera en público el siguiente compromiso: «Cada vez que examine cualquier problema político o social, me comprometo a olvidar absolutamente el hecho de que soy miembro de tal grupo y a preocuparme exclusivamente de discernir el bien público y la justicia.» Ese lenguaje sería muy mal acogido. Los suyos, e incluso muchos otros, lo acusarían de traición. Los menos hostiles dirían:
«Entonces, ¿para qué se ha afiliado a un partido?», confesando de esta manera ingenua que, cuando se entra en un partido, se renuncia a buscar únicamente el bien público y la justicia.
Ese hombre sería excluido de su partido, o por lo menos perdería la investidura; seguramente no sería elegido. Si un hombre, miembro de un partido, está absolutamente decidido a ser fiel, en todos sus pensamientos, tan solo a la luz interior y a nada más, no puede dar a conocer esa resolución a su partido. Entonces se encuentra respecto del partido en estado de mentira. Es una situación que solo puede ser aceptada a causa de la necesidad, que obliga a estar en un partido para tomar parte eficazmente en los asuntos públicos. Pero entonces esa necesidad es un mal y hay que ponerle fin suprimiendo los partidos. Un hombre que no ha adoptado la resolución de fidelidad exclusiva a la luz interior instala la mentira en el centro mismo del alma. Las tinieblas interiores son su castigo. Sería un intento vano salir de esa situación mediante la distinción entre libertad interior y disciplina exterior. Pues hay que mentir entonces al público, hacia el que todo candidato, todo elegido, tiene una obligación particular de verdad. Si me planteo decir, en nombre de mi partido, cosas que estimo contrarias a la verdad y a la justicia, ¿voy a indicarlo en una advertencia previa? Si no lo hago, miento.
De esas tres formas de mentira —al partido, al público, a uno mismo— la primera es con mucho la menos mala. Pero si la pertenencia a un partido obliga siempre y en todos los casos a la mentira, la existencia de los partidos es absolutamente, incondicionalmente, un mal. Es imposible examinar los problemas increíblemente complejos de la vida pública estando atento a la vez, por un lado, a discernir la verdad, la justicia, el bien público, y por otro, a conservar la actitud que conviene a un miembro de tal grupo. La facultad humana de la atención no es capaz simultáneamente de las dos preocupaciones. De hecho todos se quedan con una y abandonan la otra. Pero ningún sufrimiento le espera a quien abandona la justicia y la verdad. En cambio, el sistema de partidos comporta las penalizaciones más dolorosas por insubordinación. Penalizaciones que alcanzan a casi todo —la carrera, los sentimientos, la amistad, la reputación, la parte exterior del honor, incluso a veces la vida familiar—. El partido comunista ha llevado el sistema hasta la perfección.

Incluso en el que interiormente no cede, la existencia de penalizaciones falsea inevitablemente el discernimiento. Pues si quiere reaccionar contra la influencia del partido, esa voluntad de reacción es ella misma un móvil ajeno a la verdad y del que hay que desconfiar. Pero también la desconfianza; y así con todo. La atención verdadera es un estado tan difícil para el hombre, tan violento, que cualquier turbación personal de la sensibilidad basta para obstaculizarla. Y de ahí la obligación imperiosa de proteger, tanto como sea posible, la facultad de discernimiento que se tiene en sí mismo, contra el tumulto de las esperanzas y de los temores personales. Cuando hay partidos en un país, más tarde o más temprano el resultado es un estado de hecho tal que es imposible intervenir eficazmente en los asuntos públicos sin entrar en un partido y jugar el Juego.
Cualquiera que se interese por lo público desea interesarse eficazmente. Por lo que quienes se inclinan por la preocupación hacia el bien público, o renuncian a pensar en ello y se orientan hacia otra cosa, o pasan por el aro de los partidos. En este caso también eso les causa preocupaciones que excluyen la del bien público.
Los partidos son un maravilloso mecanismo en virtud del cual, a lo largo de todo un país, ni un solo espíritu presta su atención al esfuerzo de discernir, en los asuntos públicos, el bien, la justicia, la verdad. El resultado es que —a excepción de un pequeño número de circunstancias fortuitas— solo se deciden y se ejecutan medidas contrarias al bien público, a la justicia, a la verdad. Si se le confiara al diablo la organización de la vida pública, no podría imaginar nada más ingenioso. Si la realidad ha sido un poco menos sombría, es porque los partidos aún no lo habían devorado todo. Ahora bien, de hecho, ¿ha sido un poco menos sombría?, ¿no era exactamente tan sombría como el cuadro esbozado aquí?, ¿no lo han mostrado los acontecimientos?
Hay que admitir que el mecanismo de opresión espiritual y mental propio de los partidos ha sido introducido en la historia por la Iglesia católica en su lucha contra la herejía.
¿Cómo adherirse a afirmaciones que no se conocen? Basta con someterse incondicionalmente a la autoridad de donde emanan. Un hombre que se afilia a un partido seguramente ha percibido, en la acción y la propaganda de ese partido, cosas que le han parecido justas y buenas. Pero jamás ha estudiado la posición del partido respecto a todos los problemas de la vida pública. Al entrar en el partido, acepta posiciones que ignora. De esa manera somete su pensamiento a la autoridad del partido. Cuando, poco a poco, conozca esas posiciones, las admitirá sin examen.
En cuanto a la tercera característica de los partidos, a saber, que son máquinas de fabricar pasión colectiva, está claro que no necesita probarse. La pasión colectiva es la única energía de la que disponen los partidos para la propaganda exterior y para la presión ejercida sobre el alma de cada miembro. Se admite que el espíritu de partido ciega, vuelve sorda a la justicia, empuja incluso a gente honesta al encarnizamiento más cruel contra inocentes. Se admite, pero no se piensa en suprimir los organismos que fabrican tal espíritu.
La conclusión es que la institución de los partidos parece efectivamente constituir un mal más o menos sin mezcla alguna. Son malos en cuanto a su principio, y sus efectos son, en la práctica, malos. La supresión de los partidos sería un bien casi puro. Es eminentemente legítima en principio, y en la práctica solo parece susceptible de efectos buenos.
Casi en todas partes —e incluso, a menudo, debido a problemas puramente técnicos— la operación de tomar partido, de tomar posición a favor o en contra, ha substituido a la obligación de pensar. Se trata de una lepra que se ha originado a partir de los medios políticos y se ha extendido, a través de todo el país, a la casi totalidad del pensamiento.
Es dudoso que se pueda remediar esta lepra que nos mata sin antes suprimir los partidos políticos.”


No se sabe cuando desaparecerán los partidos políticos, pero lo que si se sabe es que la gente viviría mejor sin ellos. Mantener a tanto embustero, ladrón y corrupto, así como a los que los protegen resulta excesivamente caro por lo ineficaz que resulta para el resto de la sociedad donde mucha gente tiene que malvivir para que ellos se enriquezcan cada vez más.
No hay más que ver el espectáculo que están dando todos los partidos políticos, donde hoy sin ir más lejos el presidente de la Generalitat Valenciana Francesc Camps ha amenazado a todos los militantes del PP que no respeten la ley del silencio, es decir, que han convertido en ley no escrita, la sumisión que el militante del partido debe a la jerarquía del mismo, al igual que hace unos días el ex presidente de la Generalitat Catalana dijo más o menos que si todos “tirasen de la manta” quedarían todos los políticos al descubierto, como diciendo que hay que callar ya que todos están involucrados en el robo organizado.
Los partidos políticos hoy, solamente son necesarios para que sirvan de titiriteros públicos, de los que realmente toman las decisiones del reparto del pastel, que permanecen en la sombra sin que sus nombres salgan a la luz a no ser que alguien de otra familia se vengue y tire de la manta. Son los de siempre, los que se van sucediendo generación tras generación en la cúpula militar, financiera y eclesial, son los que de la guerra hacen grandes negocios, las guerras son el terrorismo de los ricos, también hacen negocio de la religión y son los beneficiarios de la tradicional explotación económica y social, los causantes del hambre y la injusticia en el mundo.
Son los Borbones, los Botines, los González, los Serra, los Muñoz Grandes, los Pujol, los Aznar, los Maragall, los Fernández, los Rubalcaba, los Franco, los Klopovich, los Alonso, los Valdés, los Aguirre, los Solchaga, los Murillo, los Fernández Ramírez, los Armada, los Milán del Bosch, los Alba. los Ibarra, los Vila d’Abadal, los Millet, los Güell, los Samaranch, los Lacalle, los Vilarasau, los Godó, los Gaspart, los Ferrer Salat, los Mateu, los Dexeus, los Trias de Bes, los Valls, los Carreras, los Maluquer, los Milá, los Lara, los Coll i Alentorn, los Raventós, los Durán Farrell, los Garriga, los Gual, los Nadal, los Puig, los Puigvert, los Malvehy, los Porcioles, los March, los Villalonga, los Roca, y así, hasta otras doscientas familias más, son las que detentan el poder en esta demodura.
Todavía hay mucha gente que no se ha dado cuenta que a los únicos que les interesa la implantación de los partidos es a las 250 familias citadas, las mismas que cuando les interese una dictadura, o una monarquía absoluta, o una república, la impondrán con la finalidad de perpetuarse en el poder y en su enriquecimiento familiar. Todas estas familias se enriquecieron antes de la república, en y después de la república, en la dictadura y en la demodura.
Los partidos políticos, los jueces, los militares y las fuerzas represivas, son los brazos armados que defienden a todas estas familias, no a nosotros, no al bien común, sino a elles, sus guerras, sus negocios, sus iglesias, sus empresas y sus bancos. A todas estas familias, son, a las que Zapatero y su gobierno (que también son de elles) les ha dado miles y miles de millones de euros, para cubrir sus desfalcos y su robo organizado, cuando hay millones de plebeyos que no llegan a fin de mes, por culpa de estos ladrones, y a los que sociatas y peperos los regalaron el patrimonio público en forma de bienes e inmuebles mediante privatizaciones a bajo precio, para después tener que alquilárselos a precio de oro para realizar las mismas gestiones públicas que hacían con anterioridad desviando cantidades enormes del erario público hacia sus bolsillos.
Han transcurrido 31 años de demodura, sin que cualitativamente nada haya cambiado.
Cuantitativamente sí hemos cambiado: se han triplicado el número de cárceles y de presos, cuadruplicado el número de jueces, quintuplicado el número de policías y guardias, sextuplicado el número de cargos políticos y funcionarios, centuplicado las ganancias de los banqueros y empresarios de las familias políticas y el expolio que realizan cada año estos bucaneros asciende a más del 60% del PIB. Se legisla y se condena con un código penal más duro si cabe que el de la propia Inquisición y el TOP, a los inmigrantes, a los que protestan, a los disidentes, a los antisistema, a los que luchan y no se dejan avasallar por los abusos del Estado y del Capital.
A pesar de sus esfuerzos por adormecer a la gente con fútbol, espectáculos y TV basura cada vez el desprestigio político, judicial, militar, financiero y policial, es mayor. Cada vez hay menos votantes, y cada día se hace más urgente la destrucción de este Estado corrupto y tirano que ha dejado de ser un Estado de Derecho para convertirse en la cueva de las 250 familias depredadoras de los sueños, vidas y haciendas de 40 millones de súbditos

¡¡¡Por la supresión de los partidos y la destrucción del estado¡¡¡

Publicado en: ANTISISTEMA, Periòdic anàrquic, Nº 30. Barcelona, Diciembre 2009.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Scarfó/Di Giovanni: una ética amatoria anarquista incomprendida

Para mis versos escritos tan temprano, Que ni yo sabía que era poeta, Brotados como gotas de la fuente, Como chispas de cohetes Como pequeños diablos irrumpiendo En el templo, donde rige el sueño y el incienso; Para mis versos sobre la juventud y la muerte, Para mis no leídos versos Dispersos, llenos de polvo, en librerías Donde nadie los compra, ni los compraba… Para mis versos, como para nobles vinos, Su turno llegará (Marina Tsvietaieva)


Estimo a aquel que aprueba la conjuración y no conjura; pero no siento nada más que desprecio por esos que no sólo no quieren hacer nada sino que se complacen en criticar y maldecir a aquellos que hacen. El amor, el amor libre, exige aquello que otras formas de amor no pueden comprender. Y nosotros dos, rebeldes divinos (jamás nadie podrá llegar a nuestras cumbres), tenemos derecho a desagotar el pantano de la moral corriente y cultivar allí el inmenso jardín donde mariposas y abejas puedan satisfacer su sed de placer, de trabajo y de amor. (Severino Di Giovanni)


Los hombres de mi vida han tenido tres características: fueron inteligentes, anarquistas y muy guapos (América Scarfó)


Magistrados que se pasan la vida Ocultado sus errores Miran hacia vos y hacia mí y la envidia les hace llorar (Morrissey)



Argentina, 1931: Lo último del anarquismo de acción se extinguía con Severino Di Giovanni y su grupo de afinidad. A su compañera, América Scarfó, no se le permite ser testigo del fusilamiento de su amante y la de su hermano. Tres años antes, ella sola defiende la causa del Amor Libre y la Camaradería Amorosa en una carta a Armand frente a la actitud de repudio hacia Di Giovanni, 10 años mayor y casado.


¿Por qué aun hoy en medio de desarrollos incesantes sobre la Historia de las mujeres en el Anarquismo no se lee a América como activista? ¿Qué se reproduce cuando se invisibiliza la agencia de un individuo al que no se le permite salir del maniqueísmo víctima vs. acompañante? Así conocida como “la compañera de” o como “la abusada por”... Es nuestra intención historizar el amor Scarfó/Di Giovanni, no solo para reivindicar la figura de una activista -oculta al trazo oficial del feminismo y el anarquismo-, sino también para, partiendo del análisis de las sexualidades como praxis revolucionaria de la época, abordar críticamente la cuestión de la autonomía del sujeto y la matriz de inteligibilidad que impide leer la potencia individual por fuera de los límites que el Estado impone artificialmente (mayoría de edad y libre disposición del cuerpo).


Esta breve intervención anarquista intenta, entonces, recuperar y reivindicar a América Scarfó como figura autónoma dentro del anarquismo local de su época, y a su sexualidad, emancipada y libre de los prejuicios de género de su tiempo. Recuperación necesaria debido a los maldicientes comentarios que sobre su compañero, Severino, sobrevinieron, y que la colocaron a ella, hasta el día de hoy, como una “niña víctima desprotegida y abusada”. Nos referimos, por ejemplo, a casos como el del escritor Álvaro Abós que censuró a Di Giovanni por haber “abandonado” a su mujer y sus tres hijos y que consideró la relación como una fijación narcisista propia de una personalidad inmadura aunque Di Giovanni se separó en buenos términos de su mujer, Teresina, y que recién afianzó su relación con Scarfó tres años después de haberla conocido. Es decir, cada vez que se menciona a Severino, se hace referencia por un lado a su relación con América en términos de criminalización pedófila, y por el otro en términos morales por el fin de su relación con su esposa, a partir del imaginario social.


Love Story


“No voy a ir a pedir nada, sino a recuperar algo que me pertenece”; tal las palabras, a los 86 años, con que Josefa América Scarfó se dirigió a el ex Ministro del Interior, Carlos Corach, cuando le devolvieron sus cartas de amor que hace más de 60 años le escribió su compañero, el anarquista Severino Di Giovanni.


Esas cartas dan cuenta de una relación no solo afectiva basada en lo sexual, sino desde la afinidad y la camaradería anarquista que se inició entre dos individuos que profesaban amor por la Idea cuando perseguido por la Policía, Di Giovanni, aceptó la invitación para instalarse en una habitación de la casa de los Scarfó, en Villa Ortúzar. Severino llegó allí con su esposa Teresa Mascullo y sus hijos. En ese lugar, con 24 años aproximadamente, conoció a la familia Scarfó y se enamoró de la menor de la familia, de 15, ella también anarquista junto a sus hermanos.


La relación se vio afectada no solo por los devenires y tempestades que acuciaban a lxs anarquistas de acción de la época, sino por un tendal de críticas que llevaron a América a dirigirse en una misiva al mismísimo Emile Armand, anarco-individualista mundialmente reconocido por su teoría y su práctica en el campo de las relaciones afectivas libres, y la camaradería amorosa anarquista. La carta, fechada un 3 de diciembre de 1928, que por si sola es la réplica a las acusaciones contra el vínculo que ellos entablaron y contra la invisibilización de las capacidades para discernir y un alegato de la madurez sexo-afectiva de América, se expresaba, anticipando incluso futuras habladurías, de la siguiente manera :


“Tenemos que actuar, en todos los momentos de la vida, de acuerdo a nuestro modo de ver y de pensar, de manera que los reproches o las críticas de otra gente encuentren a nuestra individualidad protegida por los más sanos conceptos de responsabilidad y libertad en una muralla sólida que haga fracasar a esos ataques. Por eso debemos ser consecuentes con nuestras ideas... Soy una joven estudiante que cree en la vida nueva. Creo que, gracias a nuestra libre acción, individual o colectiva, podremos llegar a un futuro de amor, de fraternidad y de igualdad. Deseo para todos lo que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir, deseo la anarquía para toda la humanidad. Creo que para alcanzarla debemos hacer la revolución social. Pero también soy de la opinión que para llegar a esa revolución es necesario liberarse de toda clase de prejuicios, convencionalismos, falsedades morales y códigos absurdos. Y, en espera de que estalle la gran revolución, debemos cumplir esa obra en todas las acciones de nuestra existencia. Para que esa revolución llegue, por otra parte, no hay que contentarse con esperar sino que se hace necesaria nuestra acción cotidiana. Allí donde sea posible, debemos interpretar el punto de vista anarquista y, consecuentemente, humano. En el amor, por ejemplo, no aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras, las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de ideas. Según las leyes burguesas, él está ‘casado’. Se ha unido a una mujer como consecuencia de una circunstancia pueril, sin amor. En ese momento no conocía nuestras ideas. Empero, él vivió con esa mujer varios años y nacieron hijos. Al vivir junto a ella, no experimentó la satisfacción que hubiera sentido con un ser amado. La vida se volvió fastidiosa, el único medio que unía a los dos seres eran los niños. Todavía adolescente, ese hombre toma conocimiento con nuestras ideas y nace en él una conciencia. Se convierte en un valiente militante. Se consagra con ardor y con inteligencia a la propaganda. Todo su amor no dirigido a una persona lo ofrenda a su ideal. … Ocurrió que las circunstancias nos hicieron encontrar al principio como compañeros de ideas. Nos hablamos, simpatizamos y aprendimos a conocernos. Así fue naciendo nuestro amor. Creímos, al principio, que sería imposible. Él, que había amado sólo en sueños, y yo, que hacía mi entrada a la vida. Cada uno continuó viviendo entre la duda y el amor. El destino –o más bien el amor– hizo lo demás. Abrimos nuestros corazones, y nuestro amor y nuestra felicidad comenzaron a entonar su canción en medio de la lucha y del ideal, que más impulso les dieron aún. …. Nosotros idealizamos el amor pero llevándolo a la realidad. El amor libre que no conoce barreras ni obstáculos. … También su mujer –a pesar de su relativo conocimiento– simpatiza con nuestras ideas.


Últimamente ella dio pruebas de desprecio hacia los sicarios del orden burgués cuando la policía comenzó a perseguir a mi amigo. Fue así como la esposa de mi compañero y yo hemos llegado a ser amigas. Ella no ignora nada de lo que representa para mí el hombre que vivía a su lado. El sentimiento de afecto fraternal que existía entre ellos le permitió a él confiárselo a ella. Por otra parte, él le dio libertad de actuar como ella lo deseara, tal como corresponde a todo anarquista consciente. … Pero he aquí que algunos se han erigido en jueces. Y éstos no se encuentran tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que en el fondo son intolerantes. Uno de ellos sostiene que nuestro amor es una locura; otro señala que la esposa de mi amigo juega el papel de ‘mártir’, pese a que ella no ignora nada de lo que nos concierne, es dueña de su persona y goza de su libertad. Un tercero levanta el ridículo obstáculo económico. Yo soy independiente, como lo es mi amigo. …Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que sólo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre? Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna. Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? … Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Sólo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.”


Uno de los temas fundamentales de reflexión e inflexión del anarquismo tienen que ver, históricamente, con la sexualidad y la libertad amatoria. Los desarrollos de Emma Goldman a principio del siglo se refieren de manera implícita del amor en libertad, donde el amor no puede sino ser libre, y muere al ser instituido dentro del vínculo matrimonial. Goldman afirmaba en su texto conocido en la versión publicada en Argentina como “La trampa de la Protección” y fechada en 1917 (Anarchism and Other Essays): “¿Amor libre? ¿Acaso el amor puede ser otra cosa más que libre? En libertad, se entrega sin reservas, con abundancia, completamente. Todas las leyes y decretos, todos los tribunales del mundo no podrán arrancarlo del suelo en el que haya echado raíces. El amor no necesita protección porque él se protege a sí mismo.” Ciertamente Goldman se refería a los vínculos heterosexuales en una época donde era virtualmente imposible que una mujer, o incluso un varón, evadieran su responsabilidad cívica y social de contraer nupcias e ingresar, de ese modo, al sistema de producción y reproducción del capitalismo al cual la anarco-feminista se oponía. Esos vínculos de camaradería amorosa en libertad eran relaciones abiertas opuestas a la monogamia, institución contingente nacida con el capitalismo. De hecho, en línea con el anarco individualista Armand , quien sostenía que el amor también puede consistir en querer, por encima de todo, la dicha de quien se ama, la monogamia, la pareja o la familia no era apta para desarrollar la concepción anarquista de la vida. Todo el planteamiento teórico del amor libre y la camaradería amorosa sostenida por ambos anarquistas desde diferentes latitudes no era sino un intento de dividir aquello que había sido ideológicamente unido (reproducción y sexualidad) y cuestionar la familia como Estado pequeño hasta cuando los progenitores son anarquistas. Tal como escribiría Rossi, periodista de La Comuna Socialista a finales del siglo XIX fundador del proyecto anarquista comunal de amor libre en Brasil llamado Colonia Cecilia: “Cambiemos los ritos y los nombres cuanto queramos, … pero mientras tengamos un varón, una mujer, unos hijxs, una casa, tendremos una familia, es decir una pequeña sociedad autoritaria, celosa de sus prerrogativas…”.


En ese caldo de cultivo, y con las ideas de Emile Armand por detrás de sostén y fundamento de lo que el deseo hace innegable, es insostenible suponer a una América Scarfó no autónoma y decisora de su devenir sexo-afectivo. Claramente, no se trataba de una “víctima” de la cual se aprovechó Di Giovanni debido a “su inmadurez sexual” sino de una anarquista comprometida con los temas que la interpelaban más de cerca: la sexualidad, el compañerismo, la superación de las contradicciones inherente a las relaciones familiares y afectivas entre lxs propixs anarquistas.


Ley, Orden y Progreso


La palabra pedofilia o mejor dicho paidofilia -del griego παiς, παιδóς, niño, y el verbo fileo, amar,- (definida por el Diccionario de la Real Academia Española como la atracción erótica o sexual que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes) describe, de acuerdo a las corrientes psicológicas más tradicionales, una perversión sexual . El Código Penal Argentino tipifica en su artículo 120 el delito anteriormente (y aun hoy popularmente) conocido como “Estupro” que implica la realización de conductas encuadradas dentro del abuso sexual, lato sensu, perpetrado por un mayor de edad con una persona menor de 16 años, “aprovechándose de su inmadurez sexual, en razón de la mayoría de edad del autor, su relación de preeminencia respecto de la victima u otra circunstancia equivalente.”


Los delitos sexuales figuraban en el Código Penal, hasta 1999, bajo la forma de delitos “contra la honestidad”, bien jurídico protegido en general, y estaban organizados en capítulos como los tipos penales que parecían además proteger otros bienes. En esta línea, se ha definido la “honestidad” en nuestra cultura y nuestro sistema como una exigencia de corrección y respeto impuesta por las buenas costumbres en las relaciones sexuales. La ley 25087/99 reemplaza el título “Delitos contra la honestidad”, atendiendo a la fuerte carga ideológica del mismo, por el de “Delitos contra la integridad sexual”. Este reemplazo intenta superar los prejuicios de género y las valoraciones morales subyacentes a la noción de “honestidad”, que: (1) condena todo ejercicio de la sexualidad que se desvíe de la norma y (2) deriva en la “culpabilización” de las víctimas. Así, el bien jurídico protegido ha variado su enunciado, de la criticada noción de “honestidad” a la vigente noción de “integridad sexual”. Sin embargo, esta noción no aparece claramente definida en la ley, lo que dificulta establecer efectivamente cuándo dicha integridad se vería comprometida. Si bien la noción de “honestidad” ha perdido estatus jurídico, sigue operando con vigor en virtud de los imaginarios que condicionan las emociones, las prácticas, y los pensamientos del conjunto social; de allí que – en el caso que nos compete- muchas personas, en especial cierto grupo de feministas, que consideren que lo que estuvo en juego en esta relación es la “honestidad” de América Scarfó. Recíprocamente, la noción de “integridad sexual” ha ganado estatus jurídico, universalizándose, pero no ha sido internalizada por el conjunto social. En pocas palabras, conviven un universal que hace al “uso y la costumbre” con un universal que responde al ordenamiento jurídico.


América Libre


Intervenir, entonces, en el nombre de la transformación significa precisamente irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible para usar la propia realidad. Si, como parece ser el caso de la joven América Scarfó, no somos reconocibles en nuestros logros, nuestras elecciones, nuestros deseos, nuestra conciencia operante, luego es imposible persistir como ser; y somos seres no posibles, hemos sido excluidos de la posibilidad de existir. Incluso quien es oprimido existe como sujeto de alguna forma puesto que para ser oprimido hay que ser inteligible. Descubrir que se es ininteligible (que las leyes de la cultura y del lenguaje te encuentran imposible, e inaudible) es descubrir que todavía no se accedió acceso a la categoría de humano y que las normas que hacen algo reconocible no están de tu lado. La batalla por volver trabajar las normas, que producen las reglas y los principios de valorización, en las cuales los cuerpos son experimentados (su deber ser sexual, en este caso, o ser construida como mera víctima vulnerable de un varón) es crucial para deshabilitar la política de género de los feminismos hegemónicos bienpensantes, y para contestar a los ideales impuestos de lo que un cuerpo debe ser y como debe comportarse. Por otra parte, tal como señala Katherine Frankle, reducir el sexismo a lo que los varones le hacen a las mujeres significa perder de vista el sistema que produce el sexismo mismo, donde la subordinación de aquellos cuerpos biopoliticamente asignados como mujer es parte de una práctica social más amplia que crea cuerpos generizados: mujeres femeninas y varones masculinos .


En el debate por el poder de decisión y elección de aquellos cuerpos generizados la pregunta por qué se entiende por autonomía emerge por si sola. ¿Autonomía: un estado de individuación a priori de las relaciones de dependencia del mundo de los otros? ¿O por el contrario, una heteronomía que permite establecer lazos (de afinidad, afectividad, parentesco) que no se basen en el matrimonio ni en la familia como rector de la sexualidad y los vínculos? Luchar por la autonomía de los sujetos significa luchar para trascender los límites naturalizados de la comunidad y la familia, que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, como ya dijimos, y redefinir los lazos de amistad. El anarquismo constituye ante todo una forma de existencia contra la dominación, la cual no se puede concebir sin una ética del hacer. Esta ética anarquista se confronta con la ética del deber ser. Se trata entonces de una ética que aspira, entre otras cosas, a acortar la brecha entre el decir y el hacer. Si bien esta tarea nunca puede completarse de manera total –puesto que la subjetividad es un proceso en constante devenir-, esta apuesta convoca a una responsabilidad que, en el marco de una crítica a las sexualidades modernas, y de sus prácticas, sostiene como condición sine qua non la producción de sexualidades y vínculos afectivos contra-hegemónicos, incluso por fuera del statu quo de la pacatería progresista.


Después del fusilamiento de Severino y Paulino en 1930 durante la presidencia de Uriburu, la joven América fue protegida por sus compañeros de ideas. Durante los años posteriores, escribió artículos para diarios anarquistas europeos en defensa de los derechos de la mujer, -hoy de escueta circulación- y continuó con sus estudios, los cuales nunca abandonó ni de muy mayor. Tras la tragedia, América encontrará un nuevo compañero de ideas con el cual fundará la librería y editorial Américalee, durante muchos años, la librería libertaria más completa de la ciudad de Buenos Aires y la editorial que se dedicó a publicar todos los pensadores ácratas.


Alegría que rima con Anarquía significa ser capaz de interiorizar la ética, ética amatoria del deseo que circula libremente y se relaciona libremente con otro deseo, también libre. ¿Qué pasa entonces con el anarquismo de hoy que ve, como el de ayer, “pecado” o “delito” -no sabemos qué es peor- donde a las claras hay autonomía, alegría y ejercicio concreto no enunciativo de la libertad sexual? Como la vieja frase atribuida a Emma Goldman “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa.”


Publicado en: Parrhesia Nº 7, noviembre de 2009. Bahía Blanca.


Autor: Proyectil Fetal


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